¿Hacia una “Primera Guerra del Norte”?


Resumido por Marcelo Kisilevski

Es importante leer la nota de este viernes de Najum Barnea, en el Suplemento de Shabat de Yediot Ajaronot, titulada “La Primera Guerra del Norte”. La semana pasada, el autor, junto con Thomas Friedman, editor en jefe de The New York Times, se reunió con altos oficiales del ejército e inteligencia israelíes en la frontera norte y en el Comando General, para recibir de ellos informes detallados sobre la situación frente a Gaza en el sur, y frente al eje Irán-Siria-Líbano en el norte. En ninguno de los dos frentes las partes quieren una nueva guerra, pero dicen: “En el Medio Oriente las guerras tienen vida propia; una sola crisis, un mero disparador, y todos estarán inmersos en una guerra con la que nadie soñó”, dijo un alto oficial.

El premier israelí Biniamín Netaniahu conversó esta semana tanto con Trump como con Putin, intentando convencerlos de la necesidad de frentar la consolidación de fuerzas iraníes sobre suelo sirio. También hubo amenazas solapadas contra Hezbollah, al indicar su ministro de Defensa, Avigdor Liberman, que Israel ve al Líbano como un solo país, y que si Hezbollah utiliza su arsenal de misiles contra Israel, el fuego israelí llegará hasta Beirut. El objetivo de ambos es evitar la guerra, no provocarla, pero deben manejarse con cuidado para no ayudar a la mentada crisis que lleve a toda la zona a una nueva confrontación.

Otro hito podría ocurrir el 12 de mayo, cuando venza el ultimátum de Trump a Irán para cambiar el acuerdo nuclear entre ambos países. En Israel especulan con que podría llegarse a un acuerdo por el cual Irán continúe gozando de los frutos del acuerdo, pero que deba moderar su apetito en Siria y Líbano: no más misiles de precisión a Hezbollah, no más milicias iraníes en Siria. Y si Irán se niega, como es probable, Trump se negaría a firmar otra prórroga al acuerdo, y entraríamos en una crisis de otra naturaleza.

El peor escenario para Israel, explica Barnea, es que los europeos persuadan a Irán de aceptar cambios cosméticos al acuerdo, permitiendo a Trump declarar victoria. “Israel perderá dos veces: una frente al tema nuclear, y otra frente a Hezbollah”.

La encrucijada libanesa

“Aquí no habrá una Tercera Guerra del Líbano”, dice uno de los altos oficiales a la vista de la frontera israelí norteña, “sino una Primera Guerra del Norte”. Estos oficiales ven ahora toda la frontera norte como un solo frente, desde el Mediterráneo hasta el río Yarmuj, en el Golán, lindante con Siria. Del otro lado de la cerca actúan fuerzas militares de dos países, de una potencia regional (Irán), de una súper-potencia (Rusia), de organizaciones terroristas no gubernamentales, de una organización terrorista gubernamental (Hezbollah), de tribus y comunidades. Este cóctel no tiene parangón en ninguna otra zona de conflicto en el mundo.

De hecho, ISIS ha desaparecido prácticamente de Siria, y queda un pequeño grupo que se agazapa cerca de la frontera con Israel, porque calculan que allí obtienen cierto tipo de refugio, suponiendo que nadie se atreverá a disparar en esa dirección. Un desarrollo extraño si los hay.

Según fuentes extranjeras, el ejército israelí bombardeó en Siria arsenales de Assad y de Hezbollah, una caravana de armas iraníes en camino al Líbano, una fábrica de misiles cuya construcción habían iniciado los iraníes, una base iraní, y otros blancos. Estos bombardeos quirúrgicos fueron posibles porque Siria se ha convertido en tierra de nadie, sin soberano. Salvo una vez, en la que Hezbollah mató a dos soldados israelíes en respuesta a un ataque israelí, Siria no reaccionó a las incursiones.

El Líbano es otra historia. Siempre según estos altos oficiales, si Israel ataca allí, será visto por el mundo como una grosera violación de soberanía, provocaría una dura reacción de Hezbollah y una posible intervención de los rusos. Entre guerra y guerra, Líbano goza de cierta inmunidad. Esta es la razón por la cual Irán y Hezbollah planean el emplazamiento de una fábrica de misiles de alta precisión en Líbano, y esta es también la razón por la que Israel ve en ello una causal de guerra.

Los misiles de alta precisión están equipados con GPS. Si los misiles hasta ahora tenían un margen de error de 250 metros, los nuevos pueden errar por unas decenas de metros solamente, y la diferencia es abismal. Hezbollah posee ya unos 70.000 misiles, pero muy pocos son de alta precisión. La fabricación local de los mismos cambiaría todas las reglas de juego: amenazarían puntos sensibles de Israel. Hezbollah ha marcado entre 1.000 y 1.500 de esos blancos, nada menos.

La paradoja es que Irán, en este momento, es el factor tranquilizador en el frente norte. No tiene, por el momento, interés en una conflagración contra Israel, ni en el Golán ni en la frontera libanesa. Está interesado en un entendimiento en Siria, que legitime la presencia de sus fuerzas allí -unos 20.000 soldados de combate iraníes-. A Hezbollah lo tiene reservado para cuando suene la hora contra Israel. Una complicación provocada por Hezbollah como fue el secuestro de los dos soldados israelíes en 2006, que se desbarrancó hacia la Segunda Guerra del Líbano, le genera a Irán solo daños.

La interna iraní: el Irán de hoy no es homogéneo. La agenda del presidente Hassan Rohaní prioriza los asuntos internos; el orden del día del general Kassem Suleimani, comandante de las fuerzas en Siria, en cambio, está encabezado por metas militares. En Tzahal creen que los países occidentales pueden entrar en esa grieta y ampliarla. Israel también puede, aunque el autor no explica de qué manera.

Guerras con voluntad propia

Hassan Nasserallah, líder de Hezbollah, tampoco está interesado, por el momento, en complicarse en otra guerra, por sus propios motivos. Es un agente iraní, pero, más aún, es un político libanés. Cerca de 2.000 de sus milicianos cayeron en Siria, y otros 8.000 fueron heridos. La opinión pública libanesa se opone a la guerra, y como líder de una fuerza política debe tenerla en consideración. No tiene dinero, y tiene una campaña electoral en puerta, con posibilidades, por primera vez, de llegar a una mayoría chiíta en el parlamento libanés. Él recuerda muy bien qué le hicieron los aviones de la Fuerza Aérea israelí en 2006 al aeropuerto de Daajía en Beirut, y sabe que esta vez el ataque israelí sería aun más preciso y mortal.

Los altos oficiales de Tzahal explicaron a Barnea y a Friedman que el hecho de que ni Irán, ni Hezbollah ni Israel quieran la guerra, no significa que esta no estalle. Ocurrió lo mismo en “Margen protector” (último operativo israelí en Gaza, 2014), otro tanto en la Guerra de los Seis Días, y así sucesivamente. Las guerras en el Medio Oriente, dijeron, tienen voluntad propia.

Si nadie quiere guerra, ¿por qué Tzahal emite amenazas? La explicación de los altos oficiales se apoya en dos ejes: el carácter de los tomadores de decisiones del otro lado, y la vulnerabilidad de la retaguardia israelí. Del lado israelí no confían en el sentido de responsabilidad de los iraníes y de Nasserallah, y temen una situación insostenible en la retaguardia civil. Cuanto más pudiente y conectado es Israel, más vulnerable es. El plan de guerra de Nasserallah es conocido: lanzar un batallón comando que conquiste un poblado israelí en la frontera norte y, paralelamente, ahogar a Israel con cohetes y misiles de alta precisión. Está convencido de que, luego de algunos días, la opinión pública israelí se lanzará contra su propio gobierno. Terminará con un cese el fuego y una victoria moral y estratégica.

O, alternativamente, generará un equilibrio de disuasión y un espacio de inmunidad, en el que Israel no podría tocarlo. La amenza israelí busca frustrar ambos escenarios.

Fuente: https://marcelokisilevski.wordpress.com