Profecías Cumplidas. Por David Mendel


Me considero más tradicionalista que religioso, pero me es imposible, al leer la Biblia, no sentir el impacto de sus profecías que han sido cumplidas en nuestra generación.

El profeta Zacarías vivió y predicó en Jerusalén en el siglo 6 A.E.C., poco tiempo después del regreso del exilio de Babilonia, cuando la ciudad aún estaba en ruinas. En el capítulo 8 del libro bíblico que lleva su nombre escribió: “Así dice el Señor: Ancianos y ancianas volverán a vivir en Jerusalén, y las calles de la ciudad estarán llenos de niños y niñas jugando.”

El profeta Ezequiel, exilado en Babilonia, en el siglo 6 A.E.C. escribió en el capítulo 37 del libro que lleva su nombre, que Dios lo llevó a un valle lleno de esqueletos y huesos secos. “Estos son los huesos del pueblo de Israel. Abriré sus tumbas, los reviviré y los traeré a su tierra,” le dijo Dios.

¿Quién, judío o no judío, habría pensado que pocos años después del exterminio de la tercera parte del pueblo judío, los sobrevivientes regresarían a su tierra ancestral, y, aunque estaban rodeados de enemigos dedicados a su destrucción, crearían un Estado cuya economía es floreciente, cuya moneda es una de las más sólidas en el mundo, cuyas universidades están entre las mejores, cuyos científicos e ingenieros han revolucionado la tecnología mundial?

La expectativa de vida en Israel es hoy una de las más altas del mundo. El sistema de seguro médico es uno de los más exitosos. El estándar de vida es más alto que la mayoría de los países de Europa Occidental, incluyendo a Francia, Bélgica, Italia. Su ejército es temido por sus enemigos y admirado por sus amigos.

Solamente un fanático ultra ortodoxo anti sionista o un ateo de extrema izquierda anti sionista puede negarse a aceptar que la descripción de Zacarías, de hace 2,500 años, se aplica a la Jerusalén de hoy, o negarse a reconocer que los versos de Ezequiel son una descripción del Holocausto y del renacimiento nacional del pueblo judío en su tierra ancestral.

Fuente: Facebook Dori Lustrón