LIBERARNOS DE LAS PRESIONES DE LA SOCIEDAD MODERNA


Por Lesli Koppelman Ross

La Hagadá de Pesaj nos instruye que cada uno de nosotros (“En cada generación...”) debe sentirse realmente como si todos nosotros fuimos esclavos y pasamos a ser libres. ¿Cómo es posible, inspirándonos en nuestra historia antigua, tener esa convicción y transformarla en mi propia historia personal y en la historia de todos nosotros?

Los que vivimos en una sociedad abierta y democrática, tendemos a considerarnos personas libres. ¿Realmente lo somos, porque psíquicamente nos parece no depender de las órdenes de un amo? ¿Qué significa verdaderamente estar esclavizado y qué estar liberado de la opresión? ¿Ambos conceptos se excluyen mutuamente?

En hebreo, Egipto es denominado Mitzraim. Según el texto básico del misticismo judío, el Zohar, este nombre proviene de Metzarim, que significa “estrecho, angosto”. “Mi” quiere decir “de” y “Tzar” significa “penoso” y también “apretado”. Cuando D-s nos sacó de Mitzraim, nos rescató del lugar de oportunidades estrechas, opresión y mentalidad ahogada, donde nos tenían severamente limitados.

Cada uno de nosotros vive en su propio Mitzraim estrecheces económicas, o de salud, o peor todavía, tragedias personales. Son las cargas y agobios que nos constriñen la psiquis. Al igual que la dualidad que está en virtualmente todos los símbolos de Pesaj, ellas funcionan a dos vías: nos convierten tanto en esclavos como en opresores de nosotros mismos y de otros. Pesaj se refiere a que nos aboquemos a analizar los valores y actitudes que todos nosotros asumimos en dichos roles ¿Procuramos, incluso cuando elevamos nuestras oraciones, objetivos tales como dinero y status social por ellos mismos, en vez de considerar cómo ambos objetivos pueden mejorar nuestras propias vidas y las vidas de los que nos rodean? ¿Nuestras propia inseguridad o nuestra confianza excesiva en uno mismo, nos inhibe de

participar plenamente en la vida de relación? ¿Nuestros estereotipos, prejuicios o explotación de otros oprimen a la demás gente despojándola de su dignidad, en vez de conceder al prójimo las mismas oportunidades que queremos para nosotros?

A medida que nos vamos liberando de lo leudado y lo reemplazamos con Matzá, se nos da la oportunidad de percatarnos qué es lo que generalmente toleramos que persista en nuestra vida, aunque tendríamos que eliminarlo, como en Pesaj lo hacemos con lo leudado, el jametz, con la posibilidad de introducir en nuestras vidas lo que practicamos en Pesaj, inspirándonos en la aceptación del pan sin levadura (¿Usted trabaja para vivir o vive para trabajar? ¿Usted se lanza a divertirse para evitar tener que pensar? ¿Usted no se siente realizado con cierta situación, pero está tan sujetado por la misma que ha llegado a aceptarla como si fuera natural en su vida, algo admisible? ¿Acaso la afición a la comida, alcohol, drogas, un modo de comportamiento, o quizás a otra persona, interfieren con su deseo de vivir la vida que usted realmente desea para sí mismo? ¿Usted les permite a otros que se aprovechen, en beneficio egoísta de ellos mismos, del tiempo y los recursos que le pertenecen a usted?

El Faraón es percibido como el malvado esclavizador de terceros. Pero él estaba uncido a su propio egotismo, que lo arrastró a arruinar todo lo que él valoraba, incluyéndolo a él mismo. Incluso sus propios funcionarios reconocieron la catástrofe que provocó su actitud- “Deja marcharse a esta gente”, le aconsejaron al Faraón. “¿No te percatas, acaso, de que Egipto está siendo destruido?” (Éxodo 10:7). Lo que lo perdió al Faraón fue su arrogancia.

Para hacer lo que tenemos que hacer, necesitamos creer que las cosas deben cambiar por nuestro propio bien. También el Faraón prometió cambiar, pero al igual que sucedió con él cuando las circunstancias aflojan la tensión, el Faraón retornó a sus viejos hábitos, volvió atrás su parecer y se retractó del permiso que les había dado a los israelitas para irse. Esto puede ser fácil en el momento, pero a largo plazo acabará haciéndonos daño. Si no, recuerde usted a los antiguos israelitas que, habiendo salido de Egipto hacía apenas una semana, ya estaban dispuestos a renunciar a su libertad y retornar a sus vidas miserables y oprimidas,, añorando el

sufrimiento que les había sido familiar antes que atreverse a afrontar lo desconocido como hombres libres.

La esclavitud ofrece un cierto grado de libertad que puede resultar atrayente. Se trata de la libertad de carecer de responsabilidades tanto para como los demás; la libertad de no tener que fijarse objetivos ni la manera de alcanzarlos; la libertad de no tener que reflexionar más allá del instante presente. Requiere fortaleza y coraje salir de una situación conocida, lo cual genera un grado previsible de sufrimiento. Pertenece a la naturaleza humana el tratar de perseverar en la estabilidad del status quo. El peligro que esto involucra consiste en que frecuentemente atravesamos situaciones en las que no sabemos que estamos atorados en una situación negativa, hasta que ya es demasiado tarde para enmendarla.

Decídase usted a buscar un mejor trabajo, a involucrarse en un servicio comunitario, en ser más solícito en su trato con sus propios hijos, apartarse de una relación abusiva, ponerse a estudiar, pagar sus contribuciones. Inicialmente Jacob había tenido intenciones de no quedarse en Egipto más de un breve lapso... y vea usted lo que acabó costándonos su permanencia. En Pesaj deberíamos al menos reconocer que cuando cerramos los ojos abandonándonos a la inercia, ella nos corrompe por su complacencia con nuestra propia situación y la de otros.

Pesaj, con su mensaje de esperanza, nos dice que nosotros, hoy y aquí, igual que los esclavos de los egipcios podemos escapar de nuestras opresiones. Una vez que los israelitas paladearon la libertad con el cordero pascual, abandonaron la comodidad de lo familiar, sin preocuparse de cómo se iban a proveer en adelante o si alcanzarían con vida su meta. Ellos abandonaron Egipto porque creían que una vida mejor los estaba aguardando en otra parte. Como nos consoló en el siglo XVIII el rebe jasídico Najman de Bratslav, cuando usted está por dejar atrás Mitzraim, no tiene que preocuparse de cómo le va a ir en un nuevo “lugar”. Todo el que sí se preocupa, o se detiene en su marcha para asegurarse algo para seguir viajando, entonces perderá su liberación el viaje y el camino.

Fuente : Congreso Judío Latinoamericano