Israel como estado nación del pueblo judío



La Democracia y la Tradición Judía En Israel se acaba de aprobar una ley que fortalece el carácter judío del estado, algo que ha generado rechazo en sectores de la oposición. Sin embargo, en las fuentes mismas de la tradición judía encontramos las bases para la coexistencia entre democracia y judaísmo

Por Rabino Guilad Kariv (x)

“El Estado de Israel… estará basado en los principios de libertad, justicia y paz, a la luz de las enseñanzas de los profetas de Israel” (De la Declaración de Independencia de Israel, 14 de mayo, 1948)

Muchos de los elementos del sistema democrático moderno pueden encontrarse en las raíces religiosas, culturales y nacionales de la nación judía. El primer principio compartido es el reconocimiento de la obligación de un gobierno de promover y aplicar principios de justicia, y de garantizar la existencia de una sociedad civilizada y justa. La antigua ley judía, tal como se refleja en los mandamientos que aparecen en la Torá, establece la obligación de un gobierno de instituir normas legales y crear mecanismos por medio de los cuales todos los miembros de la sociedad se beneficien. “Nombrarás para ti jueces y magistradoss en todas las ciudades que el Señor tu Dios te da, según tus tribus, y ellos juzgarán al pueblo con justicia.” (Deuteronomio 16:18)

La tradición judía mide el derecho de un gobierno a existir y permanecer en el poder de acuerdo al tratamiento que otorgue a los miembros más débiles de la sociedad. Conforme a esto, los profetas que vivían en los tiempos de los reyes de Israel y Judá criticaban todas las acciones de los monarcas que tuvierían un efecto adverso sobre los derechos del pueblo y particularmente de los más débiles de entre sus miembros. Las profecías que describían el futuro de la soberanía judía se centraban en los principios de la ley y la justicia: “He aquí que vienen días, dice el Señor, en que daré a David un vástago legítimo que reinará como rey, el cual será prudente, y hará juicio y el derecho en el país.” (Jeremías 23:5).

El segundo lazo que comparten la democracia y el judaísmo es la subordinación de una administración al gobierno de una autoridad superior. A diferencia de otras culturas antiguas, la tradición judía no consideraba a los reyes y gobernantes de estar por sobre la ley. La ley no estaba sujeta a los caprichos o deseos personales del monarca. En el Deuteronomio se describe una de las primera acciones que debe cumplir el rey al asumir el trono: “Y sucederá que cuando él suba al trono de su reino, hará escribir para sí una copia de esta ley en un libro… y la llevará consigo y la leerá todos los días de su vida, para que aprenda a temer al Señor su Dios, observando cuidadosamente todas las palabras de esta ley y sus preceptos.” (Deuteronomio 17:18-19).

Las crónicas de la Biblia que describen la vida de los reyes de Judá y de Israel abundan en ejemplos sobre la importancia del gobierno de la ley. Uno de los incidentes más prominentes involucra al Rey Ajab, quien por consejo de su esposa extranjera, la Reina Jezabel, confiscó el viñedo de su vecino Navot y lo hizo matar.Este acto, que contradice la esencia misma del gobierno de la ley, es analizado en el libro de Reyes como la razón de la caída de la Casa de Ajab y el derrocamiento de sus herederos. Otro tema común a los principios democráticos y al judaísmo es la exposición del gobierno y del gobernante a la inspección y revisión. A diferencia de otras culturas antiguas, que

glorificaban a sus reyes y los trataban como deidades, los reyes de la Biblia no son presentados sólo como seres humanos y hay muchas referencias a las tendencias naturales de esos gobernantes al abuso de sus poderes. La Biblia y el pensamiento judío posterior dejaron en claro que un gobernante no está exento de la censura, el examen y el reproche. Prácticamente todos los grandes personajes de la Biblia son descritos en sus momentos de debilidad. La capacidad de un líder de aceptar la crítica y asumir la responsabilidad por sus errores y omisiones es la medida con la que se lo juzga para ser considerado un gran líder.

En cuarto lugar, la ley judía reconoce la importancia de la descentralización del poder gubernamental. Muchas fuentes judías reconocen la influencia corruptora del poder y la importancia de separar entre las diferentes ramas de la autoridad. En la mayoría de las culturas de la antigüedad el gobernante era tradicionalmente el líder del culto, la personificación de un dios o la máxima figura religiosa. No se hacía ninguna distinción entre los gobernantes y la religión o el culto. En contraste, el rey judío prácticamente no desempeñaba ninguna función en la vida religiosa y ritual del pueblo. Incluso si en algunos casos había una fusión de papeles, era solamente para demostrar que el rey estaba sujeto a una ley suprema y debía cumplirla.

Las antiguas fuentes judías desconfiaban de los regímenes y de los gobernantes omnipotentes y reconocían la tan humana tendencia al abuso del poder y de la autoridad. Aunque los judíos de la Biblia vivían bajo un sistema de gobierno monárquico, los principios básicos del régimen ideal, seg˙n lo descrito por los profetas, sobre a los derechos humanos y la limitación de poderes, fueron expresados durante cientos de años en la liturgia, la literatura y el pensamiento judíos. Pasaron a ser parte de las raíces de la cultura judía y emergieron posteriormente como elementos del sistema político democrático moderno.

Fuente : Hatzad Hashen