El judeoespañol que se hablaba en la penÃnsula ibérica en el Medioevo y su música vuelven en las redes y en YouTube.
Hubo encuentro y hubo fiesta. Promovido por el Centro de Difusión de la Cultura Sefardà (Cidicsef), el VII Simposio Internacional de Estudios SefardÃes, reunió a invitados de América Latina e Israel este fin de semana. Analizaron la vitalidad de aquella tradición cultural. Vale la pena recordar: sefardÃes se denominan aquellos judÃos que tras siglos de estar instalados en España, a la que llamaban Sefarad, fueron expulsados por un edicto de los Reyes Católicos de 1492 y obligados a una forzosa conversión en el paÃs vecino de Portugal en 1497.
Aquella orden determinó rutas para la diáspora: en principio, bordear el Mediterráneo hasta TurquÃa, por ambas costas de Europa y de Africa; y en segundo lugar, el viaje a América. Adonde iban, llevaban sus tradiciones y lo más importante: su lengua, llamada ladino en algunos sitios aun hoy, o, mayormente judeoespañol. Dijo Carlos Fuentes en el III Congreso Internacional de la Lengua Española: “Somos lo que somos y hablamos lo que hablamos porque los judÃos de la Corte de Alfonso el Sabio impusieron el castellano, lengua del pueblo, en vez del latÃn, lengua de la clerecÃa, a la redacción de la historia y las leyes de Castilla.”
Esta vez, el simposio giró alrededor de la música. Tanto MarÃa Rita Guevara, exponente sobre los apreciativos -sufijos que expresan tamaño y valoración emocional- ladinos terminados en -ico (hijico, arbolico), como Liliana Benveniste, cantante y docente de la lengua, expresaron su deseo porque el judeoespañol recobre su antigua vitalidad.
Pero el plato fuerte de las dos jornadas que se desarrollaron en la Universidad Maimónides fue el musicólogo Edwin Seroussi, uruguayo residente en Israel desde hace décadas y quien acaba de recibir el Premio Israel 2018 en la categorÃa Cultura, especie de Pulitzer que concede el estado israelà a las distintas áreas de conocimiento y del arte. Seroussi habló de la fuerza y la supervivencia de la canción judÃa sefardÃ: aun cuando ya habÃan desaparecido aquellas comunidades que las hablaban en los paÃses de la diáspora donde se habÃan asentado.
Las canciones del llamado “romancero” de esta tradición, que se cantaban hace mil años en Castilla, fueron recogidas por Ramón Menéndez Pidal, filólogo que investigó el Medioevo español. Buena parte de su trabajo se encuentra en Internet y en librerÃas de usados. Seroussi especificó dos momentos de auge de la canción sefardÃ. El primero, en las comunidades balcánicas o las del Imperio Otomano que dejaron cientos de canciones. En este sentido resaltó la importancia del cantautor Alberto Hemsi, de Esmirna, en un perÃodo que continuó hasta la Primera Guerra Mundial. El segundo espacio creativo es posterior a la Segunda Guerra Mundial y, según sus estudios, se inicia con el disco Sephardic Folk Songs de Gloria Levy, grabado en Estados Unidos en 1958. El disco completo está en Spotify y YouTube.
Gloria aprendió las canciones sefardÃes de su mamá, Emily Levy, quien no quiso cantarlas ella misma -reveló mucho después a Edwin Seroussi- porque sentÃa que era una voz vieja, ¡y sólo contaba 45 años! Dos años después, uno de los más grandes folcloristas españoles, JoaquÃn DÃaz, grabó algunas de la canciones, como Abridme, galanica y desde allà recuperaron protagonismo.
Como en todos los ámbitos contemporáneos, las nuevas tecnologÃas inciden en la preservación de la tradición. Seroussi comentó: “YouTube es uno de los grandes muestrarios de la canción sefardÃ, y hay miles de versiones de cada una. Abridme, galanica hasta el 2009 contaba con 69 versiones, entre las que se incluÃan un grupo de medievalistas que la hacÃa con instrumentos franceses que en la España de ese entonces no existÃan, gallegos con gaitas y baile, gitanas de Transilvania que bailan una especie de ricudim, y músicos jóvenes en una calle de algún lugar del mundo que alguien filmó con un celular.”
Marine Eisenberg Dirven, cantante y estudiosa chilena residente en Bélgica, aportó sus investigaciones. A diferencia, sentenció ella, de la canción idishe que cuenta con Mame y Mamele, dos temas musicales dedicados a la madre, la mamá sefardà no es particularmente elogiada ni aludida en el cancionero folclórico.
El investigador Jacob Cohen Ventura narró la experiencia de sus antepasados desde Monastir, Túnez, a Temuco, Chile. Monastir es una pequeña ciudad despoblada de su antigua comunidad sefardÃ, la cual acabó asesinada por completo en un solo dÃa en el campo de concentración nazi en Treblinka. Algún recuerdo de ella quedó gracias a los epitafios en las lápidas del antiguo cementerio: el dÃa que los nazis llegaron a Monastir, hubo tal tempestad que un alud providencial cubrió las tumbas y las salvó de que fueran convertidas en letrinas por los invasores. Esos epitafios sirvieron también a Mario E. Cohen, presidente de Cidicsef, para demostrar cómo el español de los sefardÃes era hablado incluso en territorios donde el castellano no era lengua oficial. Investigando documentos de la América colonial, se encontraron ejemplos en distintas ciudades, incluso en Nueva York.
Las colonias argentinas también fueron tema del simposio. El cineasta Miguel Kohan mostró escenas del documental que prepara: La experiencia judÃa de Basavilbaso a Nueva Amsterdam, sobre las migraciones. La pelÃcula estará lista este año.
La escritora MarÃa Gabriela Mizraje trajo a la memoria a Rafael Cansino-Assens, autor argentino, polÃglota y traductor a más de diez lenguas, honrado por Borges en alguno de sus textos. Aunque el simposio estuvo dedicado a las comunidades sefardÃes y su habla, Leonardo Senkman, académico nacido en Paraná pero residente en Jerusalén, quiso destacar la importancia del judeoárabe. Recordó que asà como se insta a estudiar y defender el sefardÃ, no se debe olvidar la existencia de otra interesante tradición, el judeoárabe, “que está encerrado y tapado por siglos de odio mutuo de árabes y judÃos, y que hace que nos toque a nosotros, los intelectuales, romper el muro del odio y traer una luz de esperanza”.
Por Patricia Suárez
Fuente: ClarÃn