A 17 años ¿Por qué a los intelectuales les cuesta sentir empatía por el 11 de Septiembre? Por Gustavo Schaposnik


Demás está decir que no hay vidas que valgan más que otras, sin embargo de la misma forma que sufrimos en mayor medida la muerte de un ser querido que la de un desconocido, los que pertenecemos a la civilización occidental podríamos tranquilamente sentir mayor empatía por una tragedia enmarcada dentro de nuestra misma cultura y valores democráticos.

No pretendo aquí juzgar este sentimiento humano, el cual no debiera perder de vista que la solución en vías de un mundo que detente unos niveles de pacificación aceptables debiera de tener en cuenta a todos los habitantes del planeta por igual, sino enfocarme en como el grueso de los intelectuales hoy en día hacen en sus mentes un esfuerzo anti-natural, para sentir más cercana una desgracia lejana que una ocurrida en el corazón del modo de vida que detentamos.

Hablamos de lo políticamente correcto, esa religión que abrazan por igual profesores universitarios, escritores, actores y periodistas y que nos viene a sugerir que el “poderoso” no padece realmente y que en todo caso si padece es por su propia culpa y en ente sentido escuchamos frases de bocas supuestamente ilustradas que nos quieren iluminar diciéndonos, por ejemplo, cosas tales como que Bush ideo los atentados del 11-S para justificar su invasión a Irak.

Bien podríamos discutir seriamente la intervención en Irak, pero la frase antedicha, puesta en esos términos, no sólo carece de la más mínima seriedad, sino que resulta además vomitiva, irracional y de mal gusto, sería como acusar, fruto de alguna especulación, a una madre de matar a su propio hijo.

No estoy diciendo nada nuevo, esta misma forma de pensar la escuchamos con respecto al atentado a la AMIA, “se dice que fueron los mismo judíos” y con los atentados a lo largo de Europa: José María Aznar perdió las elecciones como castigo por el 11M, en 2004, como si hubiera sido el responsable directo de semejante atrocidad.

La cantidad de atentados y atentados frustrados en Europa, África, el mundo Árabe e Israel, en situaciones de no ocupación alguna, deja claro que la falacia de una relación directa entre las intervenciones militares occidentales y el terrorismo ha quedado largamente demostrada. Sin embargo la religión de lo políticamente correcto, persiste. ¿Por qué?

No hay una sola respuesta a este enigma pero sin duda una de las principales es el miedo. Creer que nuestros líderes democráticos tienen el control de la situación los hace sentir más seguros dentro de un mundo que se ha salido de su cauce. Quienes prefieren vivir en la mentira están cubiertos por el paragüas que les da pensar que el fundamentalismo islámico es algo que se podría controlar retirando tropas. Así pueden quedarse tranquilos, nadie los cuestiona y no tienen que dar explicaciones, pues coinciden con la mayoría.

En la otra vereda la vida ciertamente es más complicada, se es señalado y acusado tanto en ámbitos académicos como culturales. Pero es la única manera de enfrentar la realidad, para poder imaginar así, un mundo árabe liberado de sus líderes fanáticos y un occidente que pueda dejar fluir el dolor por sus muertos sin sentir culpa, dispuesto a despertarse.

Por Gustavo Schaposnik.

gustavoschaposnik@hotmail.com