Crisis entre Israel y Rusia. Por Federico Gaon


El 17 de septiembre un avión militar ruso fue derribado por error por el sistema S-200 en posesión del régimen sirio, ocasionando la muerte de sus 15 ocupantes. El incidente se produjo poco después de que la aviación israelí bombardeara una instalación en Latakia, presuntamente utilizada para almacenar armas químicas. A raíz del derribamiento del avión, un viejo turbohélice Il-20, el Kremlin acusó a Israel de aprovecharse deliberadamente del plan de vuelo de su aeronave, para así minimizar el riesgo supuesto para sus F-16. Según esta narrativa, los militares israelíes utilizaron al Ilushyn como “escudo”, a los efectos de distraer a las baterías antiaéreas mientras se realizaba el ataque quirúrgico.

Teniendo en cuenta el precedente del caza ruso derribado en Siria por Turquía en 2015, una ocurrencia que llevó a Moscú a adoptar sanciones temporales contra Ankara, no sorprende que la caída del Il-20 haya trascendido más que el ataque israelí propiamente dicho. Por otra parte, los ataques israelíes hacia blancos en Siria ya se han convertido en una recurrencia predecible, y por tanto la noticia de una intervención aérea ya no llama la atención. Notoriamente, el 15 de septiembre, dos días antes del último incidente, Israel habría bombardeado el Aeropuerto Internacional de Damasco, buscando paralizar o demorar entregas de armamento para Hezbollah y milicias alineadas con Irán.

Sin importar las intenciones de Israel, o bien su grado de culpa (o falta de ella) en el derribamiento de la aeronave, lo cierto es que Rusia amenaza con tomar represalias. El hecho importante estriba en las dudas que ahora pesan sobre la que hasta recién era una eficiente relación de cooperación entre los militares de ambos Estados. Vale entonces preguntarse qué podría suceder de aquí en adelante, y sobre todo si este acontecimiento puede amenazar la maniobrabilidad de la aviación israelí en el espacio aéreo sirio.

Por lo pronto, según fue reportado el 21 de septiembre, Rusia ha cerrado el espacio aéreo y marítimo cerca de las costas de Siria citando ejercicios militares. Aunque estas medidas son rutinarias, en la coyuntura actual dicha acción puede ser vista simultáneamente como una advertencia y una muestra de poder. Israel sencillamente no puede permitirse el oprobio de los rusos. La pax russica que Moscú intenta fijar sobre la fragmentada siria será más favorable a los intereses del Estado judío si este respeta las reglas de juego impuestas por el Kremlin. En este sentido, Rusia está en una mejor posición que Estados Unidos para limitar la influencia de Irán en el Levante. Por ello, el liderazgo israelí enfatiza la relación con Rusia, incluso a costa del ocasional reproche de funcionarios estadounidenses (sobre todo durante la administración pasada).

A mi modo de ver las cosas, esta realidad por si sola desmiente la acusación de que Israel se aprovechó del Il-20 para escudar a sus cazas F-16. El propio Vladimir Putin es consciente de ello. Contradiciendo al Ministerio de Defensa, el presidente admitió que el derribo del avión se debió a una “cadena de trágicas circunstancias”.

En rigor, quien se merece el enojo de Putin no es Benjamín Netanyahu, pero Bashar al-Assad. Los medios de prensa indican que el primero habría ignorado los llamados del último. De esta forma, mientras que Rusia culpa a Israel en público, en privado está enojada con su aliado. Las apariencias lo son todo en las relaciones públicas, y no sorprendentemente Moscú debe mostrarle al mundo que las cosas con Assad están bien encaminadas. Por otro lado, los rusos no tienen la misma obligación para con los israelíes.

Entrevista con ‘El Zoom de RT’ realizada en los estudios de la cadena en Madrid, el 19/09/2018.


Existen también cuestiones operacionales o técnicas que descartan la hipótesis citada en las premisas. Como establece Jonathan Marcus, el corresponsal de defensa de la BBC, la señal de radar de un turbohélice grande no es igual a la de cuatro cazas F-16 supersónicos. Por otra parte, como sugiere Tyler Rogoway, analista de aviación militar –a juzgar por el plan de vuelo del Ilushyn– los pilotos israelíes no podrían haber coordinado el ataque con el paso de la aeronave rusa. Es decir, la operación para enmascararse con la señal del Il-20 es inverosímil. Además, y más básico todavía, los operadores de las baterías antiaéreas deberían de haber sabido que había un avión ruso en el aire.

Según la acusación pública realizada por Moscú, los militares israelíes solo dieron a sus contrapartes rusos un minuto de aviso antes de que se efectuara el ataque en Latakia. Por otra parte, Israel asegura que los misiles antiaéreos fueron lanzados después de que sus cazas ya regresaran a espacio aéreo israelí. En este aspecto, fuentes estadounidenses e israelíes aseguran que las baterías de Assad disparan indiscriminadamente y que no cuentan con la capacidad de discernir entre blancos.

Teniendo en cuenta que la aviación israelí suele utilizar misiles guiados (conocidos en la jerga castrense como “man in the loop”), es probable que los F-16 hayan disparado desde el Mediterráneo, sobrevolando dicha área hasta que sus cargas –controladas a distancia por el segundo piloto– dieran en el blanco. De un modo u otro, así como aseveran funcionarios rusos, el Il-20 terminó sobrevolando la misma área. Por ende, es muy factible que esto ocurriese cuando se direccionaron las baterías antiaéreas hacia fuego enemigo.

Algunos comentaristas aseguran que la versión comunicada por el Ministerio de Defensa ruso tiene lógica, siendo que en febrero el sistema S-200 logró derribar a un F-16 israelí. Esto apunta a que Israel no podría haber llevado a cabo su ataque de no ser por el inocente paso del avión derribado. Sin embargo, así como lo argumenté entonces, los letrados en defensa consensúan en que las envejecidas baterías soviéticas no contrarrestan la incuestionada superioridad aérea de Israel. De acuerdo con fuentes de este país, el Estado judío ha alcanzado más de 200 blancos iraníes en Siria en el último año y en lo que va de 2018.

En suma, este incidente parece llegar como una humillación para Rusia. Luego del ataqué estadounidense contra Siria efectuado el pasado abril, Moscú se comprometió a reforzar la capacidad antiaérea del régimen, jugando la carta de transferir tecnología de avanzada a Damasco, incluyendo sistemas como el S-300 y el S-400. Pero este suceso pone en duda tales compromisos. A lo sumo crea un dilema. Por un lado, Rusia debe públicamente mostrarse firme con su aliado. Por otro, la capacidad de los sirios para manejar dicho equipamiento sin supervisión es cuestionable, sobre todo a la luz de la posibilidad de nuevos ataques por parte de Israel, Estados Unidos o Francia. Creo sensato observar entonces que Putin no confía tanto en Assad. En este punto también podría decirse que el liderazgo ruso tiene serias dudas sobre la capacidad de Assad para pacificar siria. El acuerdo recientemente pactado entre rusos y turcos, por el cual se establece una zona desmilitarizada en Idlib, así lo demuestra.

A razón de todos estos argumentos, es muy difícil que Rusia imponga sanciones importantes a Israel. Eso sí, esto no quita que el alto mando del Kremlin –obligado a escudar públicamente a Assad– no fije límites más claros a Israel, amenazando con poner coto a la relativa impunidad que goza su fuerza aérea. Meses atrás argumenté que esto podría pasar si la reputación de las fuerzas de Assad zozobra por el efecto de los continuos y desgastantes ataques aéreos. Rusia no puede permitirse que el régimen damasceno sufra otro revés inmediato a vista de todos. Estas exigencias obligan a los israelíes a mejorar la comunicación con los rusos, más allá de que probablemente no tuvieran la culpa por el incidente con el turbohélice.

En el corto plazo es muy factible que Israel se abstenga de atacar posiciones iraníes en Siria, o que previamente busque garantías de Moscú para evitar otra crisis en público. También es probable que los militares rusos continúen expresando advertencias mediante ejercicios de guerra, y que suban el tono de la conversación con funcionarios israelíes. Por su parte, Irán y Hezbollah podrían buscar aprovecharse de la situación para reforzar su presencia en Siria, razonando que –de ahora en más, gracias al enojo público de Rusia– los costos para Israel serán más altos. En consecuencia, Israel tendrá que operar con más cautela y demostrar en simultaneo que Rusia no puso fin a su poder de disuasión.

Fuente: Federicogaon.com