El sadismo político de Sandra Russo: se burló del fallido alunizaje de Israel. Por Julián Schvindlerman

¿Se puede despreciar al estado judío y albergar sentimientos nobles hacia los judíos? O dicho de otro modo: ¿Se puede ser antiisraelí y no ser un antisemita? Es una pregunta que ha ocupado las mentes de muchos historiadores del antisemitismo por muchos años.


“Uh! Pero qué pena no?” posteó (así, sin los signos iniciales) en su Facebook la periodista de Página 12, ex columnista de 678 y escritora de renombre Sandra Russo, junto con una captura de imagen de un medio de prensa que anunciaba el fallido alunizaje de Israel. Para Russo, que un país de casi 9 millones de habitantes haya intentado, y casi logrado, aterrizar con éxito una nave espacial en la superficie lunar -proeza sólo efectuada hasta el momento por Rusia, Estados Unidos y China, lo que representa un esfuerzo nacional respectivo de aproximadamente 140, 330 y 1400 millones de personas- no merece un aplauso, sino una burla.

Lo que amerita observación aquí es lo que esta burla delata: su desprecio personal, ideológico, visceral, hacia el Estado de Israel. Remite, a una escala mucho menor desde ya, a la felicidad que le ocasionó a Hebe Bonafini el atentado de Al-Qaeda contra las Torres Gemelas en Nueva York en 2001: “no me dolió el atentado. Me puse contenta…”. La señora Bonafini se alegró del dolor de los norteamericanos. Russo ahora está contenta frente al pesar de los israelíes, la pone feliz que Israel fracasó en un ambicioso proyecto aeroespacial. ¿Por qué habría de alegrarle esa noticia? Hay sólo una explicación posible: ella detesta a Israel. No sus políticas meramente, sino a la nación entera.  Su comentario irónico expone su antisionismo, y nos permite entender también la línea editorial de Página 12, diario que le asignó a Russo la responsabilidad de ser su editora de Internacionales, entre otras secciones, en el pasado. A la luz de su parcialidad revelada, apenas sorprende confirmar que la legendaria tendenciosidad en la cobertura noticiosa sobre Israel de este diario ha estado basada en una miradaprejuiciosa.

En las redes sociales, Russo fue severamente criticada, y, de hecho, insultada. Ya lo sabemos, los foros de internet no son exactamente un dominio de sofisticación. Pero bien vale la pena reflexionar sobre uno de los epítetos que ella recibió, el de “antisemita”. ¿A qué vino esto? ¿Acaso criticar a Israel la convierte en una antisemita? Pues no. La crítica política a Israel es legítima. Como una democracia perfectible, está expuesta, y así debe aceptarlo, a los cuestionamientos de la prensa. Russo tiene el pleno derecho a oponerse a las políticas de aquél país. El problema aquí es que ella no ha criticado ninguna política del país, sino que se mofó de lo que en Israel se vivió como una tragedia nacional. Lo suyo fue un ejercicio en sadismo político. Ella obtuvo placer ante el sufrimiento de los israelíes.

¿Se puede despreciar al estado judío y albergar sentimientos nobles hacia los judíos? O dicho de otro modo: ¿Se puede ser antiisraelí y no ser un antisemita? Es una pregunta que ha ocupado las mentes de muchos historiadores del antisemitismo por muchos años. En mi opinión, el antiisraelismo es una forma moderna de antisemitismo. En épocas en las que la religión definía los lazos sociales, los judíos fueron agredidos por su identidad religiosa. En épocas de teorías raciales, lo fueron por su sangre. Ahora que las relaciones internacionales están signadas por la idea del estado-nación, los judíos son atacados por el ejercicio de su auto-determinación nacional. El antisemitismo sabe acomodarse a las modas del momento.

El antisionismo es antisemitismo, a su vez, porque unge a Israel, y sólo a Israel, como el foco de una obsesión, porque exige de una nación asediada existencialmente estándares utópicos de moralidad, y porque la condena por actos que perdona a otros actores globales. Si por la misma acción uno está dispuesto a condenar a un hombre negro y no a un hombre blanco, entonces uno es un racista, por más artilugio intelectualoide defensivo que uno esgrima.

¿Se alegró alguna vez Russo,por ejemplo, de que algo le saliera mal a China, que tiene alrededor de un millón de musulmanes Uigures encarcelados? ¿La hizo feliz saber que Irán, que ejecuta públicamente a homosexuales, recibió sanciones económicas de parte de Estados Unidos? ¿Le dio satisfacción que Sudán, cuyo gobierno provocó un genocidio atroz sobre su minoría cristiana años atrás, no haya logrado erradicar la pobreza, por señalar algo? Estas equiparaciones, aunque imperfectas, apuntan a ilustrar acerca de la indignación moral selectiva de quienes hacen del estado judío su punching-ballideológico personal.

En su sitio web, bajo la categoría Quién Soy ella detalla su (meritoria) trayectoria profesional y concluye con un “Eso es todo”. No, eso no es todo. También es una tendenciosa antiisraelí.


Por Julián Schvindlerman. Escritor. Analista político internacional. Profesor universitario.

Fuente: Perfil