La asombrosa historia del criminal nazi protegido por Perón que dio clases de racismo en dos universidades argentinas

Jacques de Mahieu inyectó el veneno de la raza aria pura y el odio de Hitler a judíos, negros, gitanos y homosexuales, base de los campos de exterminio


"La única doctrina que desde finales de los años 30 cautivaba a los militares era el nazismo (…) Perón quedó fascinado al ver de cerca el despliegue bélico de las potencias del Eje."
(Hugo Gambini, Historia del Peronismo, Editorial Planeta, 1999)

Vencido y muerto el Tercer Reich, pavorosos criminales nazis amparados por el gobierno peronista y con pasaportes falsos encontraron refugio seguro en el país: Eichmann, Kutschmann, Altmann (Barbie), Roschmann, Mengele –luego radicado en Brasil–, Priebke… Todos se camuflaron en empleos grises, poco relevantes, durante años.

Pero no Jacques de Mahieu, nacido en Marsella en octubre de 1915, militante del grupo de extrema derecha Action Française y más tarde de la 33ª. División de Granaderos SS Voluntarios Charlemagne de las Waffen SS.

Además de sus misiones criminales –la sigla SS lo explica todo–, su tarea presuntamente intelectual al servicio del Tercer Reich fue investigar las raíces de la "raza aria pura": uno de los argumentos más fuertes y delirantes de herr Hitler para justificar el falso grotesco "racismo científico", llave de las puertas de los campos de exterminio para asesinar judíos, gitanos, negros, homosexuales, inválidos…

Febril, de Mahieu escribió tratados de esoterismo –absurdo que tuvo un aventajado alumno: José López Rega– y de teorías antropológicas basadas sobre una peregrina idea central: los alemanes blancos y puros tenían sangre vikinga, raza solar poderosa destinada a regir el mundo.

Ante el avance final aliado y la certeza de la derrota, este personaje siguió el promisorio camino de otros criminales: la Argentina. Y en 1950 se adhirió al peronismo como el caracol a la piedra…

Conoció a Juan Domingo Perón, tejió amistad, llegó a escribirle algunos discursos con la proa apuntando a la demagogia ("A las masas de las mueve más fácil con el mito que con la cultura", sostenía), y unos años después fue adorado mentor de un grupo de jóvenes nacionalistas ultracatólicos, además de jefe del capítulo nacional del grupo neonazi Círculo Español de Amigos de Europa, creado en 1966 y disuelto casi tres décadas después.

Lejos de ocultarse, como otros criminales del mismo tenor, decidió brillar bajo el fulgor de la espada vikinga. Y como en la Argentina todo es posible, después de estudiar filosofía, ciencias económicas y ciencias políticas en las universidades de Buenos Aires y Mendoza, se lanzó a los estrados académicos como profesor de estudios antropológicos y vicedirector del Instituto de Estudios humanos sobre la realidad local y latinoamericana.

No fue todo. Siempre bajo el profundo sesgo de la extrema derecha, dictó clases de economía, etnografía y francés en las universidades de Cuyo y El Salvador, y ante las Fuerzas Armadas entre 1961 y 1971.

Eso, además de grabar infinitos videos con sus teorías de la supremacía aria y la presencia de tribus de indígenas blancos en Paraguay y Brasil, que según él probaba la llegada a América de hombres y dioses arios mucho antes que Colón y sus carabelas.

Es más: viajó a Paraguay y Brasil en 1974 para defender su teoría de que las tribus guayaki descendían de los vikingos –escribió, entre su veintena de libros, La agonía del Rey Sol y El rey vikingo del Paraguay–.

Sus alumnos, entre los que sembró con pasión digna de mejor causa las ideas del francés Charles Maurras (1868-1952), escritor y principal inspirador de Action Française, movimiento monárquico, antisemita, antiparlamentario y enemigo de la Revolución Francesa, lo seguían con devoción hipnótica y lo juzgaban "misterioso y tan brillante en lo racional como en lo esotérico y lo místico".

Murió entre nosotros el 4 de octubre de 1990, a los 74 años.

Pero es fundamental explicar el fenómeno que no sólo lo trajo a estas playas sino actuar a cara descubierta y hasta derramar su veneno ideológico en las aulas universitarias.

Entre 1946 y 1949 y en silencio, el gobierno de Perón creó una comisión de allegados para recibir a fugitivos del nazismo, vencido y repudiado por casi todo el mundo libre, y en especial por los países más castigados por la guerra mundial 1939-1945, perpetrada por Hitler y dejando una cifra monstruosa: cuarenta millones de muertos.

Entre otros asesinos, esa comisión recibió a un nazi sentenciado a muerte en Bélgica por colaborar con el Reich, a un ex Waffen SS –Jacques de Mahieu–, al ex embajador de la Croacia nazi, y a un ex capitán SS en Alemania.

El mecanismo funcionaba perfectamente aceitado. Los "allegados" orquestaban y dirigían la recepción de aquellos que lograron esquivar los Juicios de Nuremberg… desde la Dirección de Migraciones, y a veces desde la mismísima Casa Rosada, donde funcionaba la oficina del coordinador de la operación, Rodolfo Freude (1920-2003), secretario personal de Perón, jefe de la División Informaciones (espionaje a favor del régimen), e íntimamente conectado con el todopoderoso Juan Duarte, hermano de María Eva Duarte.

En cuanto a Freude, su casa Ostende, en una isla del Tigre, fue el refugio de Perón y su mujer antes del 17 de octubre de 1945, y desde allí fue detenido y llevado a la isla Martín García.

El 7 de mayo de 1946, Eva celebró en esa casa del Delta su vigésimo séptimo cumpleaños.

Aún hoy, es justo preguntar cuánto daño hicieron en la mente de sus jóvenes alumnos las delirantes teorías de ese terrorista del espíritu humano.

Por Alfredo Serra
Fuente: Infobae