La historia ocultada de la revuelta del gueto de Varsovia. Por Julián Schvindlerman


Al dar inicio a una conferencia la semana pasada en AMIA sobre la revuelta del Gueto de Varsovia, pregunté a la audiencia si resultaba familiar el nombre de Mordejai Anielewicz; todos levantaron sus manos. Cuando pregunté si habían oído el nombre de Pawel Frenkel, nadie lo hizo. Yo mismo desconocía su papel en el levantamiento, hasta hace muy poco, a pesar de haber ido a una escuela primaria judía y de haber leído muchos libros y artículos, así como de haber visto numerosos documentales, sobre el Holocausto. Al visitar Varsovia unos años atrás, busqué el sitio donde estuvo ubicado el epicentro de la revuelta, en la calle Mila 18; epopeya inmortalizada en la literatura de ficción basada en hechos reales por Leon Uris en su obra homónima.   

A pesar de la enorme atención mundial dedicada a la rebelión en el Gueto de Varsovia, sólo una parte de esta historia llegó a nuestros tiempos. Bajo el último ladrillo bombardeado por los nazis en mayo de 1943 quedó sepultada otra parte de la verdad. Como sugiere Moshe Arens en su libro Banderas sobre el gueto de Varsovia: La historia no contada del levantamiento del gueto de Varsovia, la historia completa de esta revuelta exige reconocer la existencia no de una, sino de dos organizaciones armadas judías en su seno: la Organización Judía de Combate (Zydowska Organizacja Bojowa; ZOB) y la Unión Militar Judía (Zydowski Zwiazek Wojskowy; ZZW). Al momento de la sublevación, la primera contaba con alrededor de 500 miembros, la segunda con la mitad. La ZOB fue liderada por Mordejai Anielewicz y era de extracción socialista. La ZZW fue establecida por Pawel Frenkel, del movimiento revisionista-derechista Betar. Originalmente Anielewicz se había unido a Betar, a los doce años de edad, pero unos años más tarde abandonó el movimiento para sumarse al marxista Hashomer Hatzair. Estas disparidades en cosmovisión política personales y grupales impidieron que estas dos agrupaciones armadas unieran fuerzas contra los nazis, aún durante el levantamiento en medio de la Segunda Guerra Mundial, con el trasfondo -en 1942/3- de cientos de miles de judíos maltratados, marginados y deportados a cámaras de gas.

En los años de la preguerra, los socialistas judíos predicaban la lucha de clases y promovían la consigna de la solidaridad con el proletariado universal. En Palestina y en Polonia, los judíos de izquierda detestaban a los judíos derechistas que defendían la economía capitalista y el libre mercado. Los primeros veían a los segundos como enemigos de las clases trabajadoras, en el mejor de los casos, y como fascistas, en el peor; al punto que durante el levantamiento la ZOB permitió que se sumaran a sus filas movimientos proletarios antisionistas, como los bundistas y los comunistas, pero rechazó aliarse con los revisionistas. (Cabe notar que la resistencia judía que se sublevó en el gueto de Vilna incluía a miembros de Betar y Hashomer Hatzair así como a comunistas. Abba Kovner y Yosef Glazman decidieron armar un frente común ante los nazis. En Varsovia, los resistentes judíos no pudieron hacerlo).

La narrativa que emergió durante el levantamiento y que se consolidó con los años como la única versión válida de los hechos fue aquella promovida por los supervivientes de la resistencia de la ZOB. En la visión de sus combatientes, los luchadores socialistas fueron quienes tuvieron un rol central en la revuelta, y relegaron a los revisionistas a los márgenes de la lucha, y, si es que los mencionaron, lo hicieron despectivamente. Esto fue así aun cuando la gesta más emblemática fue llevada a cabo por la ZZW: plantar las banderas sionista y polaca sobre el techo de un edificio en la calle Muranowska. El impacto simbólico-visual del acontecimiento no puede ser minimizado; la futura bandera de Israel flameó en el Gueto de Varsovia a mediados de 1943, y ello debido a las acciones del movimiento Betar.

Los principales creadores de la versión posterior, parcial de los hechos fueron Yitzhak Zuckerman y su mujer y camarada de armas Tzivya Lubetkin; los más destacados sobrevivientes de la milicia liderada por Mordejai Anielewicz. Al finalizar la guerra, emigraron a Israel, dieron entrevistas a la prensa, dictaron conferencias por el país y ayudaron a fundar el Museo de los Combatientes del Gueto en el kibutz Lojamei a-guetaot (establecido aun antes que Yad Vashem). Zuckerman redactó una autobiografía -Un exceso de memoria-, Lubetkin otra -En los días de destrucción y revuelta-, y llegó incluso a testificar en el Juicio a Eichmann en Jerusalem. La historia que narraron dio muy poco espacio a la gesta de la ZZW durante el levantamiento en Varsovia. Su relato fue acríticamente adoptado por el Mapai y el Laborismo, fuerza política que gobernó el estado judío durante los primeros 29 años de su existencia y que en los años cuarenta confrontaba con la derecha sionista en Palestina. Así quedó rubricada oficialmente una narrativa sesgada.

La muerte en combate de la plana mayor de la ZZW y de muchos de sus luchadores durante el levantamiento, la carencia de conexiones con el mundo exterior por parte de aquellos que sí sobrevivieron, así como el rol marginal de Betar en la política en Palestina, atentaron contra la edificación de una narrativa equilibrada a propósito de la participación de esta fuerza en el combate en el gueto. Ni siquiera sobrevivió una fotografía del líder de la ZZW, Pawel Frenkel, que pudiera inmortalizarlo.

El documental El levantamiento del gueto de Varsovia: la historia no contada ofrece entrevistas de ex luchadores del Betar en el gueto que exhiben su dolor ante la marginación impuesta por los socialistas judíos en la posguerra en la Palestina Mandataria, y luego en Israel. Muestra un encuentro lamentable entre los ya ancianos Simja Rotem de la ZOB y Ziuta Hartman de la ZZW donde el primero rechaza con sorna reconocer la participación de la segunda en la revuelta. La enciclopédica Crónica del Holocausto (traducida el español en 2001) tiene más de 765 páginas, una sección bibliográfica de 10 páginas y más de 2000 fotografías. Sólo su índice onomástico se extiende por 45 páginas, y allí no son referenciados ni una sola vez la ZZW, Frenkel o Rodal. Por el contrario, la ZOB es citada en 28 páginas, mientras que  Anielewicz, Zuckerman y Lubetkin son mencionados en 15 páginas en conjunto. Jüergen Stroop, el oficial de las SS responsable de liquidar los remanentes del gueto tras las deportaciones en 1942, es mencionado en 9 páginas. Paradójicamente, este oficial nazi se convirtió en una fuente más objetiva que los escribas de la ZOB. En uno de sus reportes, anotó: “Ya en la noche del primer día nos topamos con una resistencia bastante feroz. Aquellas personas estaban organizadas en un movimiento llamado a-Jalutz, que creo yo se llamaba también Betar”. 

Emmanuel Ringelblum, el gran cronista de la vida en el gueto de Varsovia, militaba en Poalei Zion y era miembro de la ZOB. Pero a diferencia de sus colegas, buscó dejar constancia de la existencia de los combatientes de la ZZW. En noviembre de 1943, el Comité Nacional Judío en Varsovia envió a Londres un listado con los nombres de 224 luchadores de la ZOB que habían muerto, indicando la respectiva afiliación partidaria de cada uno. Ni un solo integrante de Betar figuraba. Al notar eso, Ringelblum preguntó por su ausencia en una nota enviada a su camarada Adolf Berman unas semanas después: “¿Y por qué no hay datos respecto de la ZZW? Debemos dejar sus marcas en la historia, aun cuando no simpatizamos con ellos”. Unos días después, reiteró su preocupación en otra nota para Berman: “En cuanto a los Revisionistas, no tengo datos sobre ellos… un esfuerzo debe ser hecho para completar la lista. Tengo sólo dos nombres: Rodalski [Rodal] y Frenkelowski [Frenkel]… Uno de ellos debería ser hallado o uno de sus comandantes”. Berman y Zuckerman no compartían esa inquietud y nada fue hecho para incorporar a los caídos de la ZZW en esa lista. Berman guardó esas misivas y no reveló su existencia al emigrar a Israel. Fueron descubiertas posteriormente. Ringelblum fue ejecutado por los nazis en marzo de 1944.

Seamos claros. Los combatientes socialistas, comunistas y bundistas de la sublevación del gueto de Varsovia liderados por Mordejai Anielewicz en la ZOB fueron héroes y merecen un rincón de gloria en la memoria del pueblo judío y de la historia universal. Pero su decisión de expulsar de la historia del levantamiento a su contraparte de la ZZW por el sólo hecho de que eran revisionistas ensombrece lo que de otra manera sería una épica ejemplar.