AMIA 25 años. Por Daniel Colodenco


Ponencia en las Jornadas de Reflexión a 25 años del atentado a la AMIA organizadas por el Instituto Elie Wiesel.

En el último libro del Pentateuco (Torá), Deuteronomio (Devarím) capítulo 16, versículo 20, aparece por vez única la frase “Justicia, Justicia perseguirás” <Tzedek, tzedek tirdof>. El fraseo es coherente con el estilo literario del hebreo del texto bíblico y apunta a enfatizar una acción, de ahí la repetición del término “justicia”. Esta doble repetición de un concepto es característica de los fragmentos legales del texto. Así, respecto a las trasgresiones que califican para la pena de muerte, se expresa que el perpetrador “morir morirá” (“Mot iumat”), será castigado con la muerte (no de inmediato, sino cuando sea posible)
El uso del “perseguirás”, y no de “buscarás” ni “reclamarás”, sugiere continuar demandándola en el tiempo, como un imperativo a perfeccionar, a mejorar, respecto a algo que no suele lograrse de manera inmediata y en cada lugar donde la justicia se imparte. Otros han entendido la repetición de la palabra “justicia” como una manera de apuntar a dos asuntos complementarios: buscar justicia, pero en tribunales adecuados[1], para otros la primera refiere a los jueces y la segunda a los mediadores[2], mientras que hay quien cree que ambas apuntan a las dos posibilidades resultantes de un juicio: las de perder y las de ganar.
¿Cuál es el contexto bíblico de esta frase tan persistentemente citada por mis amigos de Memoria Activa? Esa expresión que han repetido como un clamor recurrente antes que como cita, como una plegaria que martilla la insensibilidad de un poder sordo y distante. Desde hace más de 20 años los escucho implorar insistentemente por ese ideal, un ideal de justicia que en nuestro país cuenta con tan pocos ejemplos y escasos resultados esperanzadores.
El capítulo 16 del Deuteronomio puede ser dividido en tres partes: la primera, hasta el versículo 17, discurre sobre las leyes de las tres fiestas anuales de peregrinaje al Templo (Pésaj, Shavuot y Sukót), su carácter universal (ya que la alegría de su festejo debía ser compartida con todos aquellos que habitaban de manera transitoria o no el territorio israelita), el imperativo de aportar los impuestos a las arcas del Templo según sus posibilidades (los impuestos de entonces) y enfatizando que los hijos de Israel debían recordar siempre, año tras año, que fueron esclavos en Egipto y que la libertad exige el cumplimiento de la ley (versículo 12)
Desde el versículo 18 al 19 el texto comienza a enunciar, a modo de prólogo, una serie de prescripciones legales:
18 “Y dispondrás para ti de jueces y oficiales de la ley en todas tus ciudades que el Señor, tu Dios, te está concediendo para tus tribus, y ellos habrán de juzgar a la gente [con] juicio justo”
19 “No pervertirás la justicia; No mostrarás favoritismo ni recibirás soborno, porque el soborno enceguece los ojos de los sabios y pervierte las palabras de los justos”
E inmediatamente después, en el versículo 20, aparece la frase en cuestión: “Justicia, justicia Perseguirás. Para que puedas vivir y heredar la tierra que Dios te entrega”
El texto sugiere que nombrar jueces probos e intachables y evitar el soborno, era un requisito esencial para que Dios les permitiese ser habitantes (ciudadanos) con plenos derechos.
La tercera parte de este capítulo enumera una serie de preceptos relativos al culto foráneo (lo que hoy identificaríamos como idolatría), entre ellas la prohibición de erigirse un monumento (o monolito) en honor a uno mismo. Tal como hacían los reyes y autoridades de países como Egipto, Asiria, Babilonia, que solían erigirse estatuas en su propio honor. La ley del Deuteronomio expresa claramente la necesidad de limitar la autoridad absoluta del rey, del soberano (“Para que su corazón no se erija por encima del de sus hermanos” 17:20) La idolatría resulta entonces un asunto político antes que teológico.
¿Cuál es el hilo conductor que recorren estos tres tópicos que caracterizan al capítulo 16?: La jurisprudencia hebrea, según la narrativa bíblica, es heterónoma y voluntaria, es decir: proviene de fuera del sistema legal israelita (ya que emana de Dios) y es voluntaria porque los israelitas aceptaron cumplirla en el Sinaí.
Al ser la justicia un atributo divino transferido a los hijos de Israel, cumplir cada uno de sus aspectos: festivos, legales y cúlticos, implica la realización de acciones que expresan la fidelidad a Dios. No es el liberarse de la esclavitud lo que se festeja en la Biblia, sino la sujeción a la ley representada por el estado, el que debe ser sostenido con impuestos progresivos.
La idolatría es una conducta (no una mera creencia), un acto de desobediencia a la ley y un olvido de aquel Dios que exige que sus actos liberadores sean recordados, en especial el acto fundante del Éxodo de Egipto.
Las fuentes judías asocian a la idolatría con la deslealtad y el encubrimiento de la verdad. Cada vez que se impide el acceso a ella, que la víctima se encuentra indefensa por dicho encubrimiento, la justicia se vuelve idolatría. La falsedad de la idolatría consiste en que el objeto de esta devoción no es digno de ella. Por extensión la idolatría significa llevar una vida falsa, dedicada a una causa que no lo merece[3].
El propósito de la legislación rabínica se fundamenta en que una ciudad necesita un tribunal de justicia[4]; una ciudad necesita una red de seguridad social; una ciudad debe proporcionar comida y refugio a los extranjeros. La ciudad es el elemento mediador de las obligaciones de los individuos. La ciudad-estado, como modelo de país, el lugar de las obligaciones mutuas, de la ley y que debiera ser donde la gente se sienta protegida y amparada.
En el tratado rabínico Pirké Avot (Capítulos Primordiales)[5]se cita a Rabán Shimón Ben Gamliel, quien dijo: “Sobre tres cosas se sostiene el mundo: La verdad, la justicia y la paz, parafraseando la oración: «Juzgad en vuestras ciudades verdad y juicio de paz».
Exactamente lo contrario a lo que experimentaron los familiares y amigos de las víctimas del atentado. Desde su acontecimiento se desplegaron falacias, mentiras y violaciones recurrentes de la ley por parte de las autoridades políticas, de los funcionarios judiciales (jueces y fiscales), de los periodistas y los dirigentes comunitarios. Paradójicamente, aquellos que más responsabilidad tenían con la dilucidación de los hechos, más contribuyeron a encubrirlos. Para ellos el precepto bíblico fue leído a la inversa: “justicia, justicia encubrirás” y, en vez de mancomunar al país y a la comunidad judía en la busca de la verdad, fragmentaron y dividieron.  “Interroga cuidadosamente a los testigos y se prudente al pronunciar tus palabras, no sea que induzcas a alguien a mentir” Esto fue atribuido a Rabí Shimón ben Shetaj, quien vivió en el siglo II ADC. No hace algunas semanas, pese a que su impactante actualidad[6]
Muchos siguen y siguieron defendiendo mitos que suplantaron a los hechos y manufacturaron ídolos impostados o mártires de fantasía, devociones que la tradición bíblica, tal como hemos visto, proscribe per se. Desarrollaron su relato oficial sobre lo que ocurrió, alejándose del esclarecimiento de lo que realmente pasó. Alineándose con intereses políticos enfrentados con los de la justicia y la verdad.
“Maldito el que pervierta el juicio del extranjero, del huérfano o de la viuda. Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!' (Deuteronomio 27:19)
Por el contrario, otros eligieron denunciar, hablar en voz alta, clamar, protestar. Exigir justicia y verdad. En lugar de encubrir, de velar.
En la literatura talmúdica los maestros rabínicos Elazar ben Azariah: Rav, R. Hanina, R. Iojanán y R. Javiva enseñaron que, “[. . .] Todos los que pueden protestar contra [algo malo que] uno de su familia [está haciendo] y no protesta, es responsable junto con su familia.
[Todos los que pueden protestar contra algo malo que] un ciudadano de su ciudad [está haciendo y no protesta], es responsable junto con todos los ciudadanos de la ciudad.
[Todos los que pueden protestar contra algo mal que se está haciendo] en todo el mundo, son responsables junto con todos los ciudadanos del mundo”
¿Qué se entiende aquí por "protesta"? O mejaáh en hebreo rabínico.
Protestar es denunciar aquello que se encubre, lo que oculta el acceso a la verdad y a la justicia. Especialmente aquello que se comete desde el poder, que dispone de más oportunidades y recursos para enmascarar: Como el hecho cruel y burdo de inventar/financiar un relato paralelo para desviar la atención de la causa evitando así la identificación de los verdaderos responsables.
Encubrir es impedir que se acceda a la verdad, una verdad que podría afectar los intereses de quien/quienes encubren. En los considerandos sobre testigos falsos que se enuncian en Deuteronomio 19: 16-21 o ley taliónica, se enfatiza que la pena aplicada al testigo falso debe ser la misma que se aplicaría a los responsables del crimen. El testigo falso habrá de sufrir lo que la víctima de su mentira habría sufrido (o sufrió). La justicia retaliativa articula un concepto de equivalencia.
El testigo falso, un tema bíblico más que actual en la historia del juicio por el atentado, es un asunto de suma relevancia, que expone el ocultamiento activo de las evidencias, que pudieron haber permitido hallar a los culpables.
En una de las traducciones arameas del texto bíblico, conocida como Targum Onqelos, se afirma que el texto, en realidad, en lugar de “Justicia, Justicia perseguirás”, debe ser entendido como: “Verdad[7], verdad perseguirás” Ese es el camino, cueste lo que cueste y tarde lo que tarde.
   
[1] Sifré Sanhedrín 32 b

[2] TB Sanhedrín 32 b

[3] Moshe Halbertal & Avishai Margalit: Idolatría. Guerras por imágenes: Las raíces de un conflicto milenario. Gedisa, Barcelona 2003

[4] Aryeh Cohen: Justice in the City: An Argument from the Sources of Rabbinic Judaism. 2012 Academic Studies Press

[5] 1:18

[6] Palabras atribuidas a Rabí Shimón ben Shataj, en Pirké Avot 1:9

[7] Verdad en arameo: kushta, un lugar donde la gente no mentía nunca