De la destrucción a la reconstrucción


El IWO – Instituto Judío de Investigaciones, funcionaba en el tercer y parte del cuarto piso del edificio de Pasteur 633. Atesoraba libros en diversos idiomas, principalmente en ídish, cuadros, diarios, documentos, cartas, piezas de teatro, fotos, objetos de culto, objetos de la vida cotidiana y familiar.

Había sido fundado aquí, en Buenos Aires, en 1928, tres años después de la fundación de la central madre, el IWO de Vilna, en 1925.

Tenía como objetivo conservar, preservar y difundir la cultura judía, su literatura, su teatro, su música, sus canciones, su folklore, sus aromas y sabores.

Funcionaba en el edificio de Pasteur desde 1945.

Había sido diseñado especialmente como biblioteca, archivo, museo y auditorio.

Llevaba a cabo una vasta labor de difusión cultural que incluía cursos, conferencias, exposiciones, conciertos y recitales. Toda esta tarea era desarrollada al principio solamente en ídish, y, en años posteriores, también en castellano.

Tenía una editorial que editó, entre otros, cien libros de la colección «Obras Maestras de la Literatura Ídish», diseñada y dirigida por quien fuera, durante décadas, el «alma mater» del IWO, el Prof. Samuel Rollansky, que al momento del atentado dijera «he asistido a mi propio entierro».

Era y es el Instituto de Judaica más importante de Latinoamérica.

Su archivo y sus dos bibliotecas, la central y la de préstamo eran consultados por muchísima gente de todo el mundo, investigadores, alumnos y lectores interesados en la cultura judía. Su sala de lectura estaba siempre llena.

Todo ese tesoro voló por el aire en la mañana del 18 de julio de 1994.

Y entendimos que había que salvar lo que se pudiera.

Es así que convocamos a los jóvenes y a los adultos de toda la sociedad.

Y respondieron. Los que quisieron. Los que pudieron. Los que entendieron. Los que no tuvieron miedo.

Y comenzó la ciclópea tarea de rescate. Entre los escombros. Con frío y lluvia. Dentro del edificio y en Ciudad Universitaria, donde fueron llevados esos escombros en más de quinientos montículos transportados por camiones. Y la limpieza y el secado. Y recomenzar la tarea. Se habían perdido todos los catálogos.

Con ochocientos jóvenes que en su mayoría nunca habían estado en el IWO y que, mudos de asombro ante lo que descubrían, trabajaban incansablemente para rescatar y no permitir que todo se perdiera. Tenían muy en claro lo que estaban haciendo, por qué, para qué y para quien[1].

Fuimos aprendiendo todos juntos.

Nuestra actual sede de Ayacucho 483 es insuficiente para albergar todos los materiales y las actividades que desarrollamos. Hemos adquirido un lugar que, por falta de medios económicos, aún no ha podido ser puesto a punto.

Llevamos a cabo una amplia labor que abarca todos los aspectos de la cultura judía.

Somos una Fundación abierta al servicio de toda la comunidad del país y del mundo.

Trabajamos desde el ayer, para el hoy y el mañana, para los que están y los que vendrán, para quienes recibirán la herencia que nos fuera legada y que nosotros transmitimos e irradiamos.

¡La tarea continúa! ¡Seguimos adelante! ¡Estamos en pie!

Por Ester Szwarc, Directora Académica de Fundación Iwo*, que liderara el rescate.
*Instituto Judío De Investigaciones

[1] Esta epopeya puede verse en el video «Los jóvenes que preservaron la memoria»