Lecciones low cost del hombre que casi llegó a la Luna


La nave espacial Bereshit llegó a la Luna el 11 de abril último, no como estaba previsto, sino en caída libre, hasta estrellarse y convertirse en parte del polvo incandescente. Hasta unos instantes atrás, todo había salido como lo habían calculado. En Israel ya se preparaban los festejos. La nave había viajado por más de dos meses sin errar un milímetro el rumbo, pero seis minutos antes del alunizaje, un motor falló: la orden de desaceleración no llegó y el sueño de convertirse en el cuarto país en desembarcar en el satélite, se desintegró. Alex Friedman es el ingeniero que estuvo al frente del proyecto y detrás de los cálculos que les permitieron llegar tan lejos. Pero, en el instante de colapso, se convirtió en el hombre que casi llegó a la Luna.

"Bereshit nació como un proyecto remoto y loco", define en diálogo con LA NACION Friedman, de visita en Buenos Aires invitado por la organización Jabad Lubavitch. "El proyecto era el siguiente: participar de un concurso organizado por Google y convertirse en la primera misión privada en llegar a la Luna, con un vehículo no tripulado. El primer viaje espacial costeado no por un gobierno sino mediante financiamiento colectivo", explica. Al concurso se presentaron 30 participantes, pero todos desistieron: solo quedó Space IL, una ONG israelí, que trabajó asociada con la empresa aeroespacial de ese país. Vencieron los plazos y Google canceló la convocatoria. Pero ellos siguieron adelante. Consiguieron el financiamiento y construyeron un módulo de 585 kilos, y 1,5 metros de alto. La llamaron Bereshit, que en hebreo significa Génesis, la nave más pequeña en viajar a la Luna. El lanzamiento fue el 22 de febrero último, desde Cabo Cañaveral y atrajo las miradas de todo el mundo.

Antes de estrellarse, la sonda logró enviar dos imágenes: el perfil lunar con cráteres y otra en la que se ve una pequeña bandera de Israel y la leyenda: "Un pequeño país, grandes sueños".

-Bereshit se destruyó casi al mismo momento en que llegaba a la Luna. ¿Qué aprendizaje les dejó?

-Se destruyó porque llegó a la Luna muy rápido. Es evidente que alguien desde el cielo decidió que no había que llegar tan pronto. Desde el punto de vista técnico, fue una combinación de factores. Se envió una orden de detener la cápsula equivocada. Lo hemos analizado todo este tiempo y sabemos exactamente qué fue lo que pasó: fue un problema de comunicación. Fuimos demasiado rápido y la orden de desaceleración no llegó a la misma velocidad. Desde el punto de vista de la inversión aprendimos que fuimos los primeros en llegar tan lejos con tan poco dinero.

-Este proyecto tenía varias particularidades: era low cost, la nave fue la más pequeña que jamás se envió y fue posible gracias a la iniciativa privada y a la economía colaborativa. Iba a ser la contracara del Apolo. ¿Qué salió mal?

-La inversión en Bereshit fue de apenas el 0,1% del presupuesto de las misiones Apolo. Se usaron 100 millones de dólares, incluyendo los 20 millones del lanzamiento. Aprendimos que las soluciones económicas son posibles incluso para viajar a la Luna. Y que la falla no se debió a la falta de inversión. Algunos nos preguntan por qué Apolo demoró seis días para llegar a la Luna y nosotros viajamos más de dos meses. Como tuvimos un presupuesto muy limitado, nos vimos obligados a utilizar materiales que no estaban preparados para el espacio. La base de lanzamiento no era espacial, ni el cohete, ni las unidades tenían la capacidad de resistir los cambios de temperatura ni la radiación del espacio. Pero todo eso lo sorteamos gracias a que los cálculos fueron terriblemente exactos. Desarrollamos softwares específicos para simular todos los posibles errores por el tipo de materiales. Y todo eso salió perfecto. ¡Estuvimos a seis minutos de alunizar! Pero la simultaneidad de las fallas hizo que la misión terminara de esa manera.

-¿El objetivo de la misión era la exploración?

-No. El principal objetivo era demostrar que un país pequeño, que no es una de las superpotencias del espacio también puede llegar a la Luna. Otro objetivo que nos impulsaba era la educación. Si teníamos éxito, recibiríamos un premio de 30 millones de dólares de Google, que se destinarían a desarrollar programas de estímulo para que los niños de Israel y de todo el mundo se entusiasmen con los programas espaciales y decidan estudiar ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas. Tal como ocurrió con el llamado efecto Apolo: los chicos que vieron por televisión la llegada del hombre a la luna, empezaron a soñar con trabajar en la industria espacial.

-¿Eso le ocurrió a usted? ¿Qué estaba haciendo hace casi 50 años, cuando el hombre llegó a la Luna?

-No sé, no lo recuerdo. Yo vivía en San Petersburgo, unos meses después me mudé a Israel. En la Unión Soviética, donde yo nací, no vimos la llegada del hombre a la Luna en directo como en el resto de Occidente. Yo me enteré dos días después, leyendo el diario. Tenía 19 años. Y me pareció un gran acontecimiento. Pero llegar a la Luna era el sueño americano. Ni de Rusia ni de Israel en ese entonces.

-¿Llegar a la Luna no era su sueño?

-En ese momento, no. Yo quería ser físico. Pero existía mucha persecución. Cuando quise inscribirme en la facultad, no me lo permitieron por ser judío. Me dijeron algo así como que ya había muchos físicos judíos y que querían equilibrar y reservaban el cupo para los rusos. Tuve que conformarme con estudiar matemática. Incluso mi padre sufrió persecución y fue a la cárcel por participar de actividades judaicas, pese a haber servido en el ejército ruso. Por eso, cuando pude me fui a Israel, donde me especialicé y participé de la construcción del primer satélite del país. Entonces fui convocado por la industria espacial.

-¿Qué tenía la cápsula del tiempo que iba en la nave? ¿Algún recuerdo personal?

-¿Mío? No. Yo no soy lo importante [se ríe y levanta las manos, como diciendo yo no fui; aunque había una foto de todos los que participaron en el proyecto]. Llevaba documentos sobre la historia de la Humanidad, de Israel, un Tanaj, testimonios de sobrevivientes del Holocausto, el himno nacional y la bandera de Israel, fotografías de niños que participaron en el proyecto, sus dibujos, cuentos y música. Un hombre donó 30 millones de dólares al proyecto para que en la cápsula estuviera escrito "el pueblo judío vive". [Se emociona]. La cápsula se diseñó de forma de que no se dañara ante a un impacto. Lo investigamos y tenemos razones para creer que, a pesar de que la nave se estrelló, los objetos de la cápsula sobrevivieron y hoy permanecen en la Luna.

-Israel se convirtió en el cuarto país en enviar una misión a la Luna. ¿Por qué entrar en la carrera espacial?

-No fue Israel. Este es un proyecto privado. SpaceIL es una entidad privada y sin fines de lucro que junto al grupo estatal Industria Aeroespacial de Israel (IAI) estuvo a cargo del proyecto. Fue la primera misión privada a la Luna y el primer viaje espacial de la historia financiado enteramente por donaciones. El gobierno aportó solo una pequeña parte del presupuesto. Por supuesto que Israel está interesado en ir a la Luna, como todos los demás. Pero desde el punto de vista comercial, no sabemos qué puede significar. Pero el interés por la exploración es una realidad.

-A los dos días de que la nave se estrellara, se anunció que se construiría la Bereshit 2, que volvería a la Luna. En cambio, hace una semana, se anunció que tendría otro destino. ¿Cuál será?

-Morris Kahn, el donante principal del proyecto dijo vamos a volver a la Luna. Pero después de analizar todo lo que ocurrió, nos dimos cuenta de que en realidad la misión había sido exitosa. Faltaron solo seis minutos para aterrizar. Todo lo demás, salió perfecto: los cálculos, las simulaciones. nuestro objetivo no era exploratorio. Era llegar. Y llegamos. En partes, pero llegamos. Sabemos exactamente qué salió mal. Volver sería corregir eso que ya sabemos que salió mal. No implicaría ningún aprendizaje y sí una gran inversión. Volveremos a construir una nave, no sabemos si irá otro destino o volverá a la Luna, pero con otro objetivo.

-¿La minería espacial y el turismo en la Luna son un futuro cercano?

-Depende de lo que entendamos por futuro cercano. Si cerca son los próximos tres años, la respuesta es no. Si nos referimos a cinco o diez años, seguramente.

-¿Con qué sueña el hombre que casi llegó a la Luna?

-Obviamente con llegar. Pero, quizá la mayor lección que nos dejó Bereshit no es haber fallado, sino haber intentado un sueño. Por un momento, ampliamos nuestros horizontes más allá de nuestras propias vidas, expandimos el diámetro de nuestro mundo a un punto que queda a 400 mil kilómetros de distancia, para seguir la trayectoria de ese sueño loco y remoto.

Por: Evangelina Himitian
Fuente: La Nación