Los descendientes de los judíos de Chernóbil vuelven a la zona de exclusión


Durante 30 años, el neoyorkino Yitz Twersky invirtió todo su tiempo y dinero en investigar su genealogía, conectando ocho generaciones y a más de 50.000 personas con sus raíces de Chernóbil, escenario de un desastre nuclear catastrófico en 1986. Financió cientos de análisis genéticos para confirmar este parentesco distante y peinó registros históricos de una prominente dinastía judía. Una vez satisfizo su meta vital, Yitz viajó por primera vez al lugar de origen de su familia en Ucrania e insufló vida en la contaminación circundante.

Mucho antes de que se liberaran las nubes de partículas altamente radiactivas por Europa, provocando fascinación e imbuyendo miedo por la fragilidad humana, Chernóbil consumió la región con un fervor espiritual. Durante el siglo XVIII, esta localidad a unos 160 kilómetros al noreste de Kiev se convirtió en la cuna de un prominente movimiento jasídico iniciado por el antepasado directo de Yitz, el rabino Menachem Nahum Twersky, discípulo del fundador del jasidismo, el Baal Shem Tov.

«Cuando se produjo el desastre nuclear, todos en Williamsburg o Borough Park u otro lugar religioso [judío ortodoxo], todos sabíamos de Chernóbil», afirma Yitz.

El objetivo de la increíble investigación genealógica de Yitz consistía en encontrar a este importante ancestro y construir un mapa de sus descendientes. «Era mi objetivo», explicó Yitz. «Fui a Ucrania, cuando todavía formaba parte de la Unión Soviética, para hablar con cualquier que quisiera contarme algo. No había Internet, no había correo electrónico. Utilizaban guías telefónicas y escribían a la gente».

Yitz pasó toda una vida recorriendo el mundo para estudiar los censos del siglo XVIII de los archivos de Kiev, documentos de la KGB, cientos de testimonios de supervivientes del Holocausto en Yad Vashem (Israel) y los análisis de ADN del cromosoma Y de parientes de 31 países diferentes. En el proceso, descubrió artefactos de valor incalculable, como platos de plata del Séder, un pequeño y raro pergamino de la Torá, y fotografías históricas de grandes rabinos. Tras décadas dedicándose a un proyecto de genealogía tan amplio como este, Yitz decidió que era el momento de viajar.

Oculto bajo la superficie

Los peregrinos llevan años buscando respuestas sobre esta tierra. A ella acudían miles de personas de la región para escuchar las enseñanzas y recibir la bendición de Mordechai Twersky, hijo de Menachem Nahum, que siguió siendo gran rabino de Chernóbil y vivió rodeado de opulencia con corte propia y las mejores galas del orfebre del zar. Sus ocho hijos se convirtieron en rabinos por toda Ucrania, así como los hijos de sus hijos, continuando así la dinastía Twersky.

La Revolución Rusa de 1917, los pogromos de 1919 y la Segunda Guerra Mundial devastaron la comunidad judía de Chernóbil, pero miles de sus descendientes viven hoy en día en Polonia, Estados Unidos e Israel. Ucrania es uno de los países europeos que albergan más lugares patrimonio judío: se han identificado unos 1.500, pero no cabe duda de que el recuento real es mucho más alto. Muchas empresas —como Poyechali, JUkraine y Jewish Travel Agency— contribuyen a la investigación genealógica, organizan excursiones en grupo y ayudan a las personas que buscan respuestas sobre sus antepasados.



Menachem Nahum Twersky descansa en un importante lugar ancestral, que se encuentra dentro de la zona de exclusión de Chernóbil, la franja de 1.600 kilómetros cuadrados de tierra contaminada que rodea el reactor, ahora encapsulado en una barrera de acero.

El rabino Sirkis Leibel, de Nueva York, ayudó a descubrir el lugar exacto en 1988, solo dos años después del accidente. «Washington tuvo que concederme un permiso especial para entrar», contó. Se utilizaron georradares para localizar el mausoleo del gran místico que publicó una de las primeras obras del pensamiento jasídico, oculto bajo la superficie.

«Vamos allí [a Chernóbil] para cantar, encender velas y recitar salmos. Es una parte muy emotiva y especial del viaje», cuenta el rabino Shmiel Gruber, de New Square, una localidad jasídica del condado de Rochester, Nueva York, construida a imagen y semejanza de Chernóbil por una serie de rabinos de la familia Twersky. Muchos cuentan con Gruber para que les ayude a organizar guías e intérpretes.

En las dos últimas décadas, ha llevado a más de diez grupos a la antigua sinagoga y las tumbas antes de seguir con el itinerario de lugares patrimonio judío de la zona, evitando a los casi 60.000 turistas que cada año exploran la piscina vacía, la escuela abandonada y los monumentos conmemorativos en la zona evacuada.

«Los grandes rabinos que proceden de Chernóbil y muchos de nosotros queremos visitar la tumba del primer rabino, pero es complicado con la burocracia ucraniana», lamenta.

La documentación de los visitantes de la zona de exclusión de Chernóbil y las zonas circundantes debe presentarse ante las autoridades gubernamentales con semanas de antelación, algo más fácil de organizar mediante un turoperador. Al parecer, en el puesto de control se les negó la entrada a algunos visitantes con el papeleo adecuado y que iban en la excursión de Gruber, y se vieron obligados a esperar a que volvieran los demás.

«Cada vez ponen más exigencias nuevas», afirma Gruber. «No estoy seguro de por qué es una zona cerrada y, de serlo, por qué lo complican tanto».

Una reunión familiar

Cuando Yitz Twersky viajó con su mujer al lugar que había dominado su mente durante toda su vida, llevó consigo los nombres de 50.000 personas. «Claro que vi a otros judíos ortodoxos allí, y conocía a algunos. De todos los lugares donde puedes toparte con gente conocida: Chernóbil».

También conocieron al fotógrafo italiano Pierpaolo Mittica, que había visitado Chernóbil en más de 20 ocasiones desde 2020 para documentar las historias jamás contadas de las secuelas del desastre.

«La situación fue la más insólita que he visto en la zona de exclusión de Chernóbil». Todas estas personas con gorros negros durante el invierno, hablando y rezando en los cementerios frente a un bosque», cuenta Mittica. «Todo ello creó una atmósfera increíble que fotografiar, pero se trata de una zona de exclusión, el lugar más peligroso del mundo. La belleza contrastaba con la contaminación».

Una de sus fotos captura una costumbre judía que consiste en hacer peticiones a los difuntos y pedirles que intercedan en tu nombre. Yitz está junto a la tumba de sus ancestros y sostiene papeles con 50.000 nombres.

«Traje estos nombres y le dije a mi antepasado: “lo he logrado”. Estos son todos. Por favor, rezad por toda la familia», afirma Yitz. «Por eso me resultó una visita tan emotiva, porque por fin cerré el círculo».

Fotos: Pierpaolo Mittica. Es un fotógrafo colaborador de Parallelozero y trabaja desde Venecia, Italia. Síguelo en Instagram @pierpaolomittica.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com