Rosh Hashaná / El Anhelado Encuentro con la Familia

“Shaná Tová Umetuká es el deseo de un año en el que nos sucedan cosas saludables, enriquecedoras, dulces (no amargas, difíciles o tristes), rodeado de afecto, salud, bienestar y felicidad”.


Por Susana Grimberg. Psicoanalista, escritora y columnista.

Hay una cuestión, respecto de Rosh Hashaná, que siempre me llamó la atención aunque sea muy simple y es que, en verdad, los judíos no se desean “feliz año nuevo” unos a otros. Es más, tengo entendido que la frase shaná tová, no tiene ninguna conexión con la expresión “feliz año nuevo”, porque Shaná Tová transmite el deseo de un “año bueno” y no de un año feliz, porque, en realidad, una vida significativa y una vida feliz coinciden en ciertas cosas, pero, en el fondo, son diferentes. Las personas felices, lo son más cuando reciben, mientras que la gente que lleva una vida significativa para sí y para los demás, obtiene su alegría en dar a otros además de darse su lugar en la vida.

El 1º de Tishrei no es sólo el primer día del año, sino también su "cabeza". Así como la cabeza comanda al resto del cuerpo, del mismo modo en este día se predestinan todos los hechos que ocurrirán durante el año.

Suele pensarse que lo que se celebra en Rosh Hashaná es la creación del mundo pero, lo que se recuerda es la aparición del hombre, el sexto día de la Creación.

También, es costumbre desear “¡Shaná tová umetuká!”: año bueno y dulce y “Ktivá vejatimá tová”: buena inscripción y rúbrica en el Libro de la Vida.

El Año Nuevo judío también se denomina Iom Truá, el día del toque del Shofar (el tradicional cuerno de carnero) durante el servicio religioso y en los 29 días previos. Su sonido característico, que puede escucharse más allá de los tiempos, es un llamado a la humildad y a la reflexión.

“La bendición del sonido del shofar en Rosh Hashaná se refiere a la mitzvá de” escuchar la voz del Shofar “, una voz que habla sin palabras. El mensaje que escuchamos depende en gran medida del escucha” ( Douglas Aronin). Si bien Rosh Hashaná es un momento privilegiado para reunirse con la familia y amigos, por un lado se anhela ese encuentro pero, por el otro, un poco desconcierta. ¿Por qué digo esto? Por los cambios que se fueron produciendo en las familias como, por ejemplo, las familias ensambladas. Cuando, tiempo atrás, me pidieron una opinión sobre familias ensambladas, me quedé pensando en que era un término extraño para mí. Hasta ese momento, yo asociaba la idea de un ensamble con la música clásica, también con el jazz, folklore, tango u otras.

Siempre relacioné la idea de un ensamble con un grupo de músicos que se juntan para mezclar instrumentos musicales de diferentes familias como de las cuerdas, las de viento, las de la percusión, incluso para combinar los de una sola familia como el cuarteto de cuerdas, pero nunca con las parejas que, luego de una separación, viudez o divorcio, vuelven a armar otra familia. Por otra parte, como no hay en la familia nada natural, se necesita no sólo de un acto de voluntad, sino, también, de la aceptación por parte del sujeto para que la función, madre, padre, hijo, se sostenga y se trasmita en tanto tal.

En vez de poder disfrutar de la posibilidad de reunirse y de compartir con otros, alrededor de una mesa, una mesa en la que no puede faltar la manzana con miel, ni los dátiles ni las granadas.

Respecto de la granada (“rimon” en hebreo), deriva de las palabras latinas “pomum” (manzana) y “granatus” (semillas). Propia del Mediterráneo, esta fruta es rica en simbolismos y hay referencias específicas a la granada en la Biblia. Se dice que el rey Salomón, diseñó su corona sobre la base de la “corona “de la granada.

La tradición judía enseña que la granada es un símbolo de la justicia, ya que se dice que tiene 613 semillas, que se corresponde con los 613 mitzvot o mandamientos de la Torá. Por otra parte, la granada representa la fertilidad, el conocimiento, el aprendizaje y la sabiduría.

Buena salud para inaugurar un nuevo año.

La buena o no tan buena salud, también nos lleva a reflexionar sobre el tema porque los problemas de salud, alarman a la gente que, en el fondo, se desea estar bien, para poder disfrutar de las fiestas tal como se lo desea y, si no se está bien, cualquier malestar puede impedirnos disfrutar de las fiestas, de vivir la alegría de estar con otros pero, también, de perder, “la esperanza de escapar de la incertidumbre”, como afirmó Zygmunt Bauman en El arte de la vida (Paidós). Bauman dijo, también, que "la felicidad genuina, verdadera y completa siempre parece encontrarse a cierta distancia. Como un horizonte que sabemos que se aleja cada vez que intentamos acercarnos a él".

El sujeto humano, al comenzar este milenio, ha quedado expuesto a nuevos síntomas, que hoy llamamos stress pero que, a mí parecer, se trata de la neurosis de angustia.

Sigmund Freud, en Etiología de las neurosis, más específicamente las neurosis de angustia, considera como causas concurrentes: emociones fuertes, agotamiento físico, enfermedades agudas, intoxicaciones, accidentes traumáticos, surmenage intelectual. Pero, agrega algo que es para subrayar, que “el trabajo intelectual es un medio protector frente a una eventual afección neurasténica; justamente los trabajadores intelectuales más perseverantes son los que permanecen a salvo”. Y esto, los estudiosos judíos, lo saben muy bien.

Es cierto que en nuestra cotidianeidad, podemos encontrarnos sobrecargados de exigencias, como consecuencia de diferentes problemas laborales y económicos, exámenes, discusiones con nuestra pareja o familia, aumento de precios, disminución de sueldos, falta de trabajo, etcétera, lo que nos demanda un gran esfuerzo de adaptación, generando conflictos con nuestros allegados y con nosotros mismos, incluyendo un gran desgaste de nuestro organismo. La verdad es que, se está rodeado de pequeñas situaciones novedosas, casi impredecibles, pero, en una sociedad en la que la palabra crisis se pronuncia diez o doce veces más que la palabra amor, tener todo bajo control, es una ilusión, que se desmorona al sentirnos, al mismo tiempo, frágiles, vulnerables.

El Midrash dice que “Ni siquiera un ángel puede hacer dos cosas al mismo tiempo”. Palabras que coinciden con una ley de la Física, que dice que un cuerpo no puede ocupar dos espacios al mismo tiempo.

En un cuento popular, el pensamiento judío, nos enseña: “No importa lo que hagamos, nunca podremos darle el gusto a todo el mundo”.

Quiero concluir con este pensamiento de Mark Twain:

“Los egipcios, los babilonios y los persas se elevaron, colmaron el planeta con ruido y esplendor, y luego se desvanecieron y desaparecieron; los griegos y los romanos siguieron, hicieron gran cantidad de ruido, y ya no están; otros pueblos han surgido y han mantenido su fuego por un tiempo, pero éste se consumió y ahora están en las tinieblas o han desaparecido. El judío los vio a todos, los derrotó a todos y aún es lo mismo que siempre fue, sin exhibir decadencia, ni achaque por la edad, ni debilitamiento de sus partes, ni disminución de sus energías, ni entorpecimiento de su viveza ni de su mente agresiva. Todas las cosas son mortales a excepción del judío; todas las fuerzas pasan, pero él permanece. ¿Cuál es el secreto de su inmortalidad?”.