Victoria pírrica de Turquía en Siria. Por Burak Bekdil


La incursión militar turca en el noreste de Siria tuvo un aparente final feliz en su séptimo día, de hecho todos los actores estatales y no estatales en el teatro sirio parecían victoriosos de una u otra forma: el presidente de EEUU, Donald Trump, proclamaba que el alto el fuego entre Turquía y los kurdos de Siria por él negociado había salvado millones de vidas; el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, proclamaba que la incursión había limpiado de terroristas kurdos una vasta porción de territorio; por otro lado Rusia, tomaba el control de una región evacuada por las fuerzas norteamericanas, el régimen sirio avanzaba en áreas que había dejado en manos kurdas en 2012 y los kurdos encontraban nuevos aliados en Moscú y Damasco.

Nada de eso va a producir una paz sostenible en una zona en perpetua ebullición.

La última y aún vigente guerra turca contra la insurgencia kurda, que dura ya 35 años, se ha cobrado 40.000 vidas según el más optimista de los cálculos. Este periodo de violencia empezó en 1984, cuando el PKK, el principal grupo insurgente kurdo, considerado terrorista por Turquía, EEUU y la UE, mató a 33 soldados turcos desarmados en Eruh, en el sureste turco. Desde entonces, el PKK ha matado a miles de soldados y funcionarios turcos, así como a civiles turcos y a kurdos que se niegan a cooperar con él. Por su parte, el Ejército turco ha recurrido a métodos de represión brutales, sobre todo en los años 90; métodos que han incluido la tortura y el asesinato de activistas civiles. Bajo cualquier parámetro que se utilice, se trata de una guerra sucia.

Ankara ha anunciado incontables veces que está a punto de acabar definitivamente con el terrorismo del PKK, pero jamás lo ha conseguido. El presidente Trump equipara este conflicto eterno con una pelea de patio de colegio que la pericia americana ha conseguido detener temporalmente. “A veces tienes que dejarles pelearse. Es como cuando hay dos chavales en el patio, tienes que dejarles que se peguen y luego separarlos”. Pero estos chicos no están de coña: se tiran al cuello del otro en cuanto tienen la menor ocasión.

Turquía quiere crear una zona de seguridad de 440 x 32 kilómetros en el norte de Siria, y para ello trata de empujar a los kurdos hacia el sur. El pasado día 20 sus militares dijeron controlar una zona de 120 x 30 kms en el centro de la zona designada. Es improbable que el operativo vaya a avanzar más hacia el este, hacia Damasco, donde tienen sus bases los nuevos padrinos de los kurdos, el régimen de Bashar al Asad y los rusos.

Erdogan asegura que la operación ya ha conseguido los objetivos (militares) pretendidos. Quizá. Pero se equivoca si piensa que una incursión transfronteriza va a resolver un conflicto étnico que se remonta al siglo XIX. La historia reciente y la demografía nos explican por qué.

– La zona segura que busca Turquía implica que no habrá más bombardeos kurdos en la frontera turca. En esos ataques kurdos han muerto civiles, niños incluidos (entre las decenas de víctimas que se han cobrado los kurdos durante la operación turca Primavera de la Paz se cuenta un bebé de nueve meses). Pero eso no cambiará el hecho de que Turquía y su Ejército se encontrarán en una zona abrumadoramente kurda. El operativo parece haber empujado la frontera 120 kilómetros al sur, lo que en la práctica significa la modificación de la raya turco-kurda.

– El norte de Siria es hogar de millones de kurdos y representa un tercio del territorio de este país. No queda duda de que Turquía arrollará a millones de kurdos independentistas o autonomistas, algunos de los cuales combaten mediante el activismo, no con las armas.

– El problema kurdo de Turquía no se circunscribe a las aspiraciones políticas de los kurdos sirios. Los kurdos iraquíes tienes aspiraciones similares, así como la mitad de los cerca de 20 millones de kurdos turcos. En Turquía, el Partido Democrático del Pueblo, partidario de la autonomía kurda, tiene un apoyo popular del 10%, aproximadamente.

– La mayoría de los choques y muertes registrados desde 1984 han tenido lugar en suelo turco; las milicias del PKK han utilizado Siria e Irak principalmente como refugio.

Son innumerables las operaciones transfronterizas que han tenido lugar desde el estallido del conflicto, la mayoría en el norte de Irak. La operación Primavera de la Paz recuerda, entre otras, la que tuvo lugar en esa misma zona en febrero de 2008 contra combatientes del PKK, que los militares turcos dijeron haber lanzado para “impedir que la región sea una base terrorista segura y permanente” y para “contribuir a la estabilidad y la paz interna de Irak”. A día de hoy, el norte de Irak sigue siendo un refugio seguro para miles de combatientes del PKK. Es probable que en el norte de Siria suceda lo mismo, por mucho que los turcos digan que han acabado con el terrorismo kurdo.

Como la mayoría de sus predecesoras, la operación Primavera de la Paz parece ser una victoria pírrica para Ankara. Para poner fin al conflicto, Turquía debe primero hacer la paz con sus propios kurdos, en vez de ponerse a perseguir a los iraquíes y los sirios. Erdogan fue lo suficientemente audaz como para intentar llegar a un acuerdo histórico con los kurdos en 2013, pero su giro nacionalista –y una campaña de terrorismo urbano del PKK– acabó con ese esfuerzo. Debería volver a dar una oportunidad a la paz.

© Versión original (en inglés): BESA Center
© Versión en español: Revista El Medio