¿CUÁLES SON LAS DIFERENCIAS ENTRE SEFARDÍES Y ASHKENAZÍES? 5 TRADICIONES JUDÍAS

Una de las grandes fortalezas del judaísmo como religión es que considera la tradición oral y la prácticas arraigadas a lo largo de los años tan valiosas como la tradición escrita. El judaísmo es una tradición viva y como tal está abierta al cambio y la adaptación a lo largo del tiempo, si bien su base es milenaria, con los siglos ha adoptado costumbres y tradiciones que varían dependiendo del lugar y la época de la comunidad que las practica. Así por ejemplo, al este de Europa tenemos comunidades ashkenazíes que han aceptado sobre sí costumbres más estrictas de kashrut que las que se practicaban hace diez siglos en la comunidad sefardita de Marruecos; tenemos a los judíos yemenitas que cocinan la matzá un poco distinta a como lo hacen los judíos turcos y los judíos etíopes cuyos rezos tienen otro orden y pronunciación que el resto de las comunidades. En fin, la variedad y riqueza de formas es interminable se extiende tan lejos como ha llegado el pueblo judío por los confines del mundo. En este artículo queremos hablar de las cinco diferencias más comunes entre sefarditas y ashkenazíes y cómo se originaron. Esperamos les guste.

EL ORDEN DE LOS REZOS Y LA PRONUNCIACIÓN

Al entrar un templo sefardita y uno ashkenazí, lo primero que uno nota es lo diferentes que ambos ritos son. Aunque provienen de la misma fuente, ambas comunidades se vieron obligadas a hacer pequeños cambios en sus servicios.

Lo más notorio son las diferencias de pronunciación que tienen cada uno. El hebreo al no tener vocales dentro de su escritura se abre a una posibilidad enorme de pronunciación variada. A lo largo de varios milenios surgieron dos formas principales de pronunciación una es la ashkuenazí y la otra es la sefardí. La ashkenazí se recarga más en sonidos cerrados hace más uso de sonidos vocálicos graves como la “o” o la “u”, mientras que la pronunciación sefardita recae más en sonidos más abiertos como la “e” y la “a”. Hay ciertas consonantes que usualmente se encuentran al final de las palabras que para la comunidad ashkenazí suena como “ese” y para la comunidad sefardita como “te”; entre muchas otras variables.

Lo segundo es que el orden de los servicios también es distinto. Si bien los rezos principales no varían tanto su orden los rezos y salmos introductorios suelen tener un orden completamente distinto entre cada tradición. Por ejemplo en la tradición sefardita los salmos que se recitan al inicio de Psukei de Simra siguen el orden natural que está hecho en el Tanaj (Biblia judía), mientras que en la tradición ashkenazí tiene su propio orden. Lo mismo sucede con las plegarias previas a la recitación del Shemá y con algunos fragmentos de la Amidá. Además hay ciertos rezos como el Aleinu que fueron editados en la costumbre ashkenazí para proteger a los fieles de persecuciones antisemitas.
Otra gran diferencia es el significado que se le da al tallit (manto ritual) en el rezo en relación a la edad y el estatus del individuo que lo porta. Los sefardíes empiezan a cubrirse con ese manto desde que llegan a la edad adulta (13 años), mientras que los ashkenazíes no usan tallit hasta ya estar casados.

Finalmente las tonadas con las que se cantan los rezos y el ambiente que se genera en el servicio, las canciones de acompañamiento ashkenazíes suelen ser mucho más solemnes y serias que las sefarditas.

KINIOT EN PESAJ

La primer diferencia en la que uno piensa cada vez que se habla de sefarditas judíos y ashkenazíes es en la festividad de Pesaj y las normas de comida tan estrictas que ésta conlleva. Aunque ambos grupos tienen prohibido el comer jametz (pan leudado) y las harinas de trigo quedan completamente fuera de la casa para toda la semana, existen diferencias entre que otros productos si se comen y cuáles no. Sefarditas básicamente sólo se abstienen de comer garbanzo y jumus; mientras que ashkenazíes se abstienen de comer todo tipo de cereales o granos, que incluyen arroz, chícharos, maíz, frijoles, quinoa, pepitas y casi cualquier tipo de semilla. Por lo cual los platillos de la cena de Pesaj y toda la semana cambian significativamente entre una casa y otra. Mientras sefarditas pueden cocinar con casi todos los ingredientes normales que usan cotidianamente, ashkenazíes se ven obligados a reducir significativamente su alacena.

Dicha diferencia entre ambos grupos surge de cómo los distintos rabinos resolvieron una cuestión halájica en tiempos previos a la época medieval. En Pesaj existe una prohibición de comer aunque sea un sesenteavo de jametz, todo lo que se consume es revisado con sumo cuidado para que no tenga restos de trigo o de alguna harina prohibida. En antaño era muy usual que los granos de arroz y cultivos similares tuvieran restos de trigo, cebada o avena puesto que los instrumentos para cosechar y procesar este tipo de granos eran los mismos. Por eso había un riesgo muy grande de que partículas de jametz se mezclaran con los granos que si estaban permitidos; haciendo que éstos se volvieran prohibidos. La solución que dieron las comunidades ashkenazíes fue prohibir todo tipo de grano durante la semana de Pesaj; mientras que las comunidades sefarditas optaron por lavar y revisar sus granos más de tres veces antes de cocinarlos. A los granos que están prohibidos por ashkenazíes y permitidos por sefarditas se les conoce con el nombre de kitniot.

PESCADO Y LECHE

Un aspecto que también cambia entre tradición y tradición es la costumbre de no mezclar el pescado con leche o el número de horas que ashkenazíes y sefardíes esperan para comer una comida de leche si comieron carne. En las leyes de kashrut (leyes sobre el consumo de alimentos) hay muchas normas que prohíben el mezclar cierto tipo de alimentos con otro. El más conocido por ejemplo, la prohibición de mezclar carne y leche o mezclar carne y pescado. Sin embargo, pocos saben que entre sefarditas también existe la prohibición de mezclar leche con pescado. Ésta es una costumbre arraigada desde tiempos previos a la Edad Media, que el Shuljan Aruj señala y vuelve universal. Los ashkenazíes nunca la aceptaron como una costumbre válida y hasta la fecha combinan ambos alimentos entre sus platillos.

EL NOMBRE DE LOS HIJOS

Más allá de las diferencias de comidas, rezos y tradiciones una forma muy sencilla de notar cuándo una familia es sefardita y cuándo es ashkenazíes es fijarse en los nombres de pila que los papás, los hijos y los abuelos tienen. Es muy común que en una familia sefardita te encuentres con que el abuelo y el primogénito se llaman de la misma forma; o que los primos se llaman igual uno con el otro. Sin embargo, eso es casi imposible que suceda en familias ashkenazíes; ya que ellos jamás pondrán a sus hijos el nombre de algún familiar vivo.

Entre sefarditas es un orgullo que el hijo se llame como el padre o como el abuelo; se espera que eso sea lo que se haga, pero entre ashkenazíes se considera de pésima suerte para el familiar vivo que algún niño reciba su nombre mientras él aún vive.

MITZVOT PARA MUJERES

Otra gran diferencia entre sefarditas y ashkenazíes es la perspectiva que tienen frente a mitzvot temporales de las cuales las mujeres están exentas. En el judaísmo las mujeres están exentas de realizar todos los mandatos que ocurren dentro de un lapso temporal, eso incluye todos los rezos, las mitzvot (mandatos) relacionadas con la Sucá (tienda temporal en la que moramos una vez al año) y el lulav, la cuenta del omer, ciertos ritos de Pesaj y el estudio de Torá. En cada uno de estos casos hay una postura distinta frente a la actitud que una mujer asume con respecto al mandato.

En la mayoría de ellas los ashkenazíes sostienen que una mujer aunque está exenta de dichas actividades si decide hacerlas sin obligación obtiene un mérito mayor y a veces más grande que el del hombre que sí está obligado; mientras que algunas posturas sefarditas sostienen que al estar exenta debería abstenerse de hacerlas. En ambos casos la respuesta es distinta para cada ocasión y de ello depende si la mujer tiene permitido hacerla o no, si dice berajá o no al hacerla. Por ejemplo, en el caso del lulav y las especies que se agitan en la época de Sucot las mujeres sefarditas optaron por abstenerse de esa actividad por completo, mientras que las mujeres ashkenazíes se incluyen dentro de ellas y dicen berajá al hacerlas, como es el caso de la cuenta del omer. Muy por el contrario en la cena de Pesaj, cuando las mujeres sefarditas se reclinan sobre una silla para cumplir con la costumbre de “comer como reyes” en la noche de nuestra liberación, las mujeres ashkenazíes optan por preservar su recato por encima de esa práctica. Y así es el caso con muchas otras diferencias que apuntan hacia cómo es visto el rol de la mujer en cada caso.

Fuente: Enlace Judío