La conspiración hebrea para acabar con Kobe Bryant y otros bulos sobre los judíos

Los expertos coinciden en que los mitos sobre los judíos, como su supuesto plan para dominar el mundo, todavía no han sido desterrados


El día que el Maccabi de Tel Aviv ganó la Euroliga de baloncesto frente al Real Madrid, el 18 de mayo de 2014, el hashtag #putosjudios fue trending topic en España. Y, aunque desde entonces ningún otro insulto antisemita ha vuelto a alcanzar tal magnitud en las redes sociales, las agresiones verbales contra los judíos se producen casi a diario, alimentadas por bulos y estereotipos que no han podido ser desterrados. “Helicóptero Sicorsky S 76, de apellido judío, mata a Kobe Bryant” (sic), publicó este lunes el periodista argentino Eduardo Salim Sad en Twitter —su cuenta ya no existe— sobre la muerte del deportista en un accidente de helicóptero.

Pese a que la supuesta acusación de una trama urdida por los judíos para acabar con Bryant pueda resultar anecdótica e inverosímil, esconde un trasfondo mayor. “Hoy en día sobreviven casi todos los prejuicios y estereotipos sobre los judíos”, afirma Isaac Querub, presidente de la Federación de Comunidades Judías de España (FCJE), que el pasado lunes participó en el homenaje a las víctimas del Holocausto organizado en el Senado con motivo del 75º aniversario de la liberación del campo de concentración de Auschwitz. “Para unos somos los ricos, para otros los pobres; para unos somos los que estamos infiltrados en todas partes, los que dominamos el mundo, los explotadores; para otros somos los judíos errantes”, detalla Querub en una entrevista telefónica, en la que lamenta que cuando se empieza por los insultos se puede terminar en acciones violentas.

En un momento de inquietud por el auge de la ultraderecha y el repunte de las agresiones antisemitas (en Francia, por ejemplo aumentaron un 74% en 2018, según los últimos datos disponibles), estos son algunos de los mitos sobre los judíos que todavía no han sido desterrados:

1. Los judíos son tacaños

El mito de la avaricia judía “se remonta a la historia del Nuevo Testamento, cuando Jesús expulsa a los prestamistas judíos del templo”, según explica la organización judía Liga Antidifamación en su manual Confronting Anti-Semitism: Miths… Facts. La atribución a los judíos del calificativo de “usureros” se acentuó en la Edad Media, “cuando algunos judíos se volvieron prestamistas, en parte debido a que tenían prohibido poseer tierras o formar parte de los gremios, y en parte porque la Iglesia había prohibido a los cristianos practicar la usura, o préstamo de dinero con intereses”, continúa la institución.

Aunque la Iglesia condenó la usura como un “pecado grave”, es “evidente que en la Edad Media se hicieron necesarios los préstamos, especialmente para poner en marcha empresas comerciales costosas, para adelantar dinero a los reyes en sus empresas militares”, razona Eduardo Montagut Contreras, doctor en Historia Moderna y Contemporánea, en un artículo sobre la usura en la Edad Media publicado en la revista Los ojos de Hipatia. “Se hizo muy frecuente el empleo de recursos para encubrir los préstamos o se estableció que solamente los judíos podían hacerlos, aunque en ocasiones solamente actuaban como intermediarios”. La práctica, según Montagut, tuvo “terribles consecuencias para ellos, ya que el antisemitismo encontró un tema recurrente para atacarles”.

2. Los judíos tienen un plan secreto para dominar el mundo

“Una característica del antisemitismo moderno es la acusación de que está en marcha una vasta conspiración judía para dominar el planeta”, asegura el doctor en Historia Ricardo López Göttig en Origen, mitos e influencias del antisemitismo en el mundo (CADAL, Konrad Adenauer Stitfung, 2019). Tan extensa que, según esta teoría, los judíos controlan los medios de comunicación, la banca, Hollywood y la política exterior de Estados Unidos. E incluso serían los responsables de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001.

La principal prueba de esta conspiración son Los protocolos de los sabios de Sion, un libro publicado en la Rusia zarista de 1903, que supuestamente recoge el acta de una reunión secreta de líderes judíos para dominar el mundo. El periodista del Times, Philip Graves, reveló en 1921 que la obra era en parte un plagio de Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu, de Maurice Joly, un texto crítico con Napoleón III. Para el filósofo político Stephen Bronner, autor de Un rumor sobre los judíos (Editorial Laetoli, 2009), la obra está escrita para “idiotas”. Basta con analizar el inicio del libro, cuando los representantes de las 12 tribus de Israel, como si de una película de terror se tratara, se reúnen en un cementerio a medianoche y, por supuesto bajo la luna llena, para tramar una confabulación que pretende acabar con la civilización cristiana.

Pese a ello, el libelo gozó de un gran éxito durante el periodo de entreguerras y fue especialmente promocionado por la Alemania nazi. Y aunque hoy en día apenas tiene credibilidad, todavía muchos sitios de Internet aluden a conspiraciones judías basándose en Los protocolos. En 2004, según la Liga Antidifamación, “gran parte del mundo árabe vio una miniserie de televisión basada en Los protocolos, realizada por el Gobierno sirio y presentada a los televidentes como la verdad”.

3. Los judíos mataron a Jesús

La creencia de que los judíos mataron a Jesús procede de “interpretaciones de partes del Nuevo Testamento sobre el juicio y la crucifixión, cuando los Evangelios describen a los líderes religiosos judíos entregando a Jesús a las autoridades romanas con la solicitud de que lo ejecuten por blasfemia y amenaza pública ”, asegura la Liga Antidifamación. La realidad, según esta organización, es que la “crucifixión está prohibida por la ley judía”. Jesús, según la misma fuente, ni siquiera cometió un crimen punible con la muerte, sino que, señala, “fue ejecutado por los gobernantes romanos de Israel, los mismos romanos que también ejecutaron a otros miles de judíos”.

La Iglesia católica liberó de esta culpabilidad a los judíos en el Concilio Vaticano II. En la declaración Nostra Aetate (1965) afirma que “aunque las autoridades de los judíos con sus seguidores reclamaron la muerte de Cristo, sin embargo lo que en su Pasión se hizo no puede ser imputado ni indistintamente a todos los judíos que entonces vivían, ni a los judíos de hoy”.

Sin embargo, “hoy se continúa responsabilizando a los judíos de la muerte de Jesucristo”, ya que “el tema nunca salió de la agenda de las corrientes católicas conservadoras y los movimientos anti-Israel” considera Maria Luiza Tucci en Diez mitos sobre los judíos (Cátedra, 2016). Por ejemplo, según Tucci, La pasión de Cristo, la película dirigida por Mel Gibson y estrenada en 2004, reavivó el mito judeofóbico sobre quién mató a Cristo.

4. Los judíos son una raza: barba rala y nariz aguileña

La consideración de los judíos como grupo racial fue uno de los pilares de la política nazi para justificar el asesinato de los hebreos. De hecho, tradicionalmente, han sido representados con las mismas características físicas, especialmente con barba rala y nariz aguileña, una iconografía que procede de la Edad Media, según estudia Ana Lipton en Dark Mirror: The Medieval Origins of Anti-Jewish Iconography (Metropolitan Books, 2014). Esta imagen fue muy explotada por el régimen nazi. Un ejemplo clásico es la película Der Ewige Jude (El judío eterno), de 1940, un pretendido documental sobre el mundo hebreo que supuestamente demostraba la influencia de la “raza parásita judía” en la sociedad alemana. El cartel del filme es, precisamente, el dibujo de un judío con barba rala, nariz aguileña y ojos caídos.

La Liga Antidifamación recuerda que “una definición del judaísmo basada en características físicas o genéticas no es válida porque los judíos están en todo el mundo”. “En términos generales, los judíos se parecen a sus vecinos no judíos de los países de donde provienen”, producto de siglos de matrimonios mixtos y conversiones. Y apunta: “Los judíos a lo largo del mundo entero están unidos por una herencia religiosa y cultural, y no por un parecido racial”.

Fuente: El País