Hoy se cumple un año del brutal ataque que sufrimos mi esposa y yo en nuestro hogar. Deseo compartirles algunas sensaciones y pensamientos que nos atraviesan.
Por un lado, aspiramos a dejar atrás los malos recuerdos, la angustia y la impotencia que sentimos cuando intrusos ingresaron violentamente a nuestra casa en medio de la noche. Asimismo, tenemos la necesidad de que se esclarezca en forma cabal esta tremenda agresión y sus motivos reales, en la comprensión de que no fue "un simple hecho delictivo".
Sin embargo, y por sobre todas las cosas, me embarga una gran felicidad por la segunda oportunidad que Dios me brindó para seguir viviendo rodeado de mis seres queridos. Estar sano, poder trabajar y continuar en mis funciones para ayudar a la gente de nuestra comunidad desde mi lugar en el Rabinato de AMIA. ¡Alabado sea el Todopoderoso!
Agradezco a todas las autoridades religiosas y gubernamentales. A cada una de las personas de mi país y del mundo que se solidarizaron, nos acompañaron y rezaron por mi esposa y por mí, en momentos tan difíciles. No dimensionan el bien que nos hicieron. Agradezco también, desde lo más profundo de mi alma, a nuestros hijos y amigos que fueron, literalmente, nuestro sostén.
Además, quisiera dar mi reconocimiento a todas las fuerzas de seguridad que trabajaron sin descanso para detener a los culpables materiales del hecho. No olvido a los oficiales que se ocuparon de protegernos y a los que actualmente cuidan nuestra residencia con la ayuda de Dios. A cada uno de ellos, muchísimas gracias y mis bendiciones.
Rabino Gabriel Davidovich