La feliz agonía del ladino

El refranero brota como si 500 años no fueran nada para los judíos expulsados de Sefarad


La gente o se muere o se va à l’étranger ”, bromean desde el escenario del día del Ladino. Sin embargo, la platea del Liceo Judío de Estambul vuelve a estar llena en su séptima edición. Y sus cabezas plateadas no han venido a ningún entierro, sino a pasárselo bien.

Este tal vez sea el único público, al este de Menorca, que corea boleros en versión original y se troncha con chistes de “almorranas”, en un especiado “espanyol”. Como si hubieran puesto La Celestina a macerar seis siglos en Oriente, con sus “barraganes”, sus “mansevikos” y sus “kamaretas”.

El ladino está en tiempo de descuento y esto podría ser una excursión de la tercera edad. Porque además, aquí son sagradas la hora del yantar –“habicas”, en realidad judías, “con espinacas”– y la del té. En la primera cola encontramos a Ikbal Bensasón, de 81 años. “Me ha acodrado mi chiquez”, añade la señora, que lamenta que ya no habla “con nadie” la lengua de sus padres. “Mas me place muncho meldar (leer) El Amaneser ”, el suplemento mensual del semanario Salom, a través del cual se enteró del acto.

El día del Ladino es toda una fiesta para los hablantes de judeoespañol en Estambul

Al final de la charla, entre el trompeteo de una banda de metales, Bensasón se sorprende de que este corresponsal no sea judío, porque nunca había hablado en su lengua con nadie que no lo fuera. Sobre España tiene una curiosidad, quinientos años después“¿Ainda se come pescado los viernes?”.

La niñez ocupa un lugar de honor este 16 de febrero, día del Ladino, con dos cucharadas de humor por cada una de nostalgia, sobre “el saltar a cuedra (sic)” o “jugar “a bolas de vidro” (sic). Sobre una época en la que a los judíos se les reconocía en Estambul por ser los únicos que comían “altramuces”. “Todo troca”, dice Bensasón. A mi padre no se le podía decir que era turco. Era judío español, como yo. “Agora los mansevos son primero turcos, después judíos”, explica esta ama de casa con cuatro idiomas. Aunque su hijo, sociólogo en Texas, le reprocha que le hablara en turco. Su hija ha pedido un pasaporte portugués -antes que español- porque no hay prueba de idioma.

Bensason pertenece a la última generación que tuvo el ladino como lengua materna. Incluso ellos, hace décadas que dejaron de utilizarlo socialmente, recluyéndolo al hogar, donde unos pocos miles lo mantienen. Entre parejas de ancianos e incluso entre padres e hijos mayores de sesenta años.

Can Rodrik, de treinta, es la excepción, habiendo forzado a sus abuelos a enseñárselo. “Desde hace diez años hay una puja del interés por el ladino, en el mundo en general más que entre los propios sefardíes”.

A lo largo del programa de charlas, vodeviles, “consejas” y “canticas”, van desgranándose refranes: “En boca cerrada no entra mosca”; “ojos que no ven, corazón que no tulle (sic)”; “quien mira a la gente, no vive contente” o, mejor aún, “más vale caer en río furiente, que en boca de la gente”. Aunque un siglo d’Alliance Israélite generó confusión: “Como dicen los franceses, querer es pueder (sic)”.

Ese castellano desenterrado de la noche de los tiempos asoma en un auditorio subterráneo y vigilado, con cascos amarillos bajo cada butaca. Que se hunde con la anécdota del niño que, en un recado, le pedía al carnicero, en lugar de mollejas, “medio kilo de almorranas, que sé que las tenesh muy grandes”.

Después, más sabiduría popular. “La palabra dulce del marido, engodra (sic) a la mujer por el oído”. Y aún, “los yerros del pintor, todo el mundo los ve, los del médico, la tierra los cubre”.

Además de mucho turco y una pizca de italiano, hebreo y griego, llama la atención, entre el 90% de castellano, el rastro de catalán y portugués. Como si la diáspora hubiera tenido que fraguar una koiné que no existió en el solar ibérico. Alguien recuerda que su madre, “ande pisava, buracava”. Y junto a “alfinete”, oímos “cantonada” o los verbos “punxar”, “pixar”, ”caler” y tantos otros. La jota, además, se pronuncia a la catalana.

Cuando la factótum del ladino, Karen Sarhon, suelta “rellenar”, el auditorio salta: “¡Inchir!”. “Perdón, es la influencia de mi hija que estudia en Madrid”.

“Que Dió os bendiga por munchos anyos”, saluda el gran rabino, tras el concierto de “Estreyikas d’Estambol”, conocedor de que “la lingua está en la agonía”. Pero se irá con una carcajada. Mientras tanto, nos deja con la piel de gallina el verlos corear Historia de un amor . Como no hay otro igual.

Fuente: La Vanguardia