El Barrio Cristiano fue el más afectado, con tiendas cerradas en los usualmente bulliciosos mercados turÃsticos. Los restaurantes también cerraron y la Iglesia del Santo Sepulcro sólo recibió un puñado de visitantes religiosos. Los grupos turÃsticos habituales estaban ausentes.
Varias unidades policiales armadas patrullaron el shuk (mercado) que conduce al Monte del Templo y a la mezquita de Al-Aqsa de la ocupación islámica, pero no se observó una mayor presencia de seguridad ni intentos de impedir que las pocas personas que estaban en la ciudad se pasearan por los alrededores.
En el barrio judÃo, los niños corrÃan por las calles y los religiosos caminaban a paso ligero por los callejones. Fuera de la sinagoga de las Hurvas, sólo unas pocas personas caminaban de un lado a otro sin que nadie se detuviera a hablar. En el Kotel, un puñado de hombres y mujeres religiosos venÃan a rezar, pero el ambiente habitual del Shabat no se encontraba en ninguna parte.
Las campanas de la iglesia sonaban a la hora y los pájaros gorjeaban en los callejones que estaban completamente desiertos. Sólo se abrió una tienda de turismo y varias pequeñas tiendas de comestibles. En las afueras de la ciudad, un quiosco turÃstico fue abandonado. Un solitario coche de policÃa vigilaba a la gente que salÃa de New Gate por Notre Dame. Una vez entre los edificios más grandes de Tierra Santa, Notre Dame y sus cientos de habitaciones miraban a una Ciudad Vieja abandonada y a una tranquila Ruta Uno. No se habÃa visto una zona tan tranquila y desierta desde los años 50, cuando un armisticio como el de la carretera.
A diferencia de los años 50, no habÃa francotiradores jordanos mirando desde las paredes mientras este reportero regresaba bajo la lluvia de la Ciudad Vieja a la nueva.
Por: Seth J. Frantzman en The Jerusalem Post