Combatir al Covid-19 al estilo ayatolá. Por Julián Schvindlerman


Irán fue el país más afectado por la crisis del Coronavirus en el Medio Oriente, y dentro de Irán, el epicentro del contagio fue la ciudad religiosa de Qoms. El ayatola Khameini y el establishment clerical que lo sigue se opusieron a las recomendaciones iniciales del Ministerio de Salud de poner a Qoms en cuarentena. Las plegarias en las mezquitas se extendieron más allá de lo aconsejable. Para peor, fomentaron que los feligreses fuesen a rezar por los enfermos y a pedir por su sanación al santuario de Fátima Masoumeh. Las autoridades médicas nacionales quisieron poner en cuarentena este sitio religioso, pero el custodio del mismo y a la sazón representante local de Khameini, Mohamad Saidi, objetó la sugerencia. Cuando estalló la crisis sanitaria, había en Qoms alrededor de setecientos seminaristas chinos musulmanes. (Desde hace más de un lustro, varios centros de estudio en Qoms, así como en Isfahan y otras ciudades, ofrecen cursos en mandarín). Además, dos millones y medio de turistas visitan Qoms cada año. Suele haber allí también cantidades de trabajadores chinos dedicados a proyectos de infraestructura. Solamente entre el 4-23 de febrero, la aerolínea Mahan Air realizó 55 vuelos desde China hacia Irán. No sorprende que algunas voces hayan sugerido (entre ellas la de Mehdi Khalaji, teólogo chiíta educado en Irán, y de quién he tomado la información concerniente a Qoms) que la alta presencia china en Irán pudo haber sido en parte responsable del contagio.

Además ha estado presente el componente de la corrupción. Conforme informó The Wall Street Journal, el año pasado el Jefe de Gabinete de la presidencia iraní admitió que se le había perdido el rastro a más de mil millones de un monto asignado a la importación de medicamentos. Cerca de 170 millones de un subsidio para insumos médicos se usaron para la importación de tabaco. A esto se agrega el orden de prioridades que dicta la ideología revolucionaria del régimen. Según el Departamento de Estado norteamericano, desde el 2012, Teherán gastó 16 mil millones de dólares en apoyo al terrorismo  globalmente. Hoy su sistema sanitario carece de la estructura y los equipamientos necesarios para dar combate a un Coronavirus que ya mató, de acuerdo a cifras oficiales, a casi 5.500 iraníes. Eso sí, acaban de lanzar un satélite militar al espacio exterior, siguen desarrollando misiles balísticos y enriquecen uranio óptimamente.

Otro factor de propagación fue la pedantería oficial. “No necesitamos médicos norteamericanos” aseguró el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de Irán, Abas Musavi, luego de que el Presidente Donald trump ofreciera asistencia médica al gobierno de Teherán. “Yo les digo que si el pueblo norteamericano necesita ayuda, estamos listos a darla. Pero nosotros no necesitamos su ayuda” dijo el comandante de las Guardias Revolucionarias, Hossein Salami. Con el orgullo herido, la milicia paramilitar Basij propuso enviar máscaras y desinfectantes a Estados Unidos en respuesta al ofrecimiento de Washington. “¿Qué tipo de persona lógica confiaría en que él [Trump] trajera medicinas?” acotó el Líder Supremo Alí Khameini. (Nada de esto impidió, sin embargo, que por primera vez desde la revolución Khomeinista Teherán solicitara al Fondo Monetario Internacional un préstamo de cinco mil millones de dólares). Tan confiado estaba el régimen con su gestión de la crisis del Coronavirus, que echó del país a un grupo de voluntarios de la ONG francesa  Médicos Sin Fronteras que había arribado una semana antes. Basirat, un sitio de información perteneciente a las Guardias Revolucionarias, alegó que el contingente de MSF había viajado a Irán con la intención de examinar a los pacientes contagiados para desarrollar un virus nuevo que afectase exclusivamente a la población iraní. Algunos oficiales del área de la salud trataron de inyectar una dosis de cordura para balancear el discurso de los ayatolás y los militares. “Es muy improbable que se trate de una guerra biológica” observó Reza Malekzadeh, Vice-Ministro de Salud. “No estamos para nada en una posición de enviar equipamiento médico e insumos a ningún otro país”, advirtió el vocero del Ministerio de Salud, Kianpush Jahanpour. Pero en una teocracia es de esperar que prevalezca la religión -e incluso la superstición- por sobre la ciencia médica.

Sí, la superstición. El Líder Supremo ha insinuado que el Covid-19 pudo ser obra de “espíritus malignos” en Estados Unidos. El Ayatolá Alí Akbar Velayati, su asesor más cercano, lidera el Grupo de Medicina Tradicional e Islámica en la Academia de Ciencias Médicas en Irán. Tal como ha informado The Economist, ambos promueven un tipo de medicina islámica de corte divino basado en hierbas medicinales por sobre la medicina científica occidental. Otros clérigos inventaron pociones mágicas. Morteza Kohansal publicó un video de una visita que hizo a una sala de hospital con convalecientes de Coronavirus en el norte de Irán a los que les aplicó “el perfume del Profeta”, unas gotitas que se ponen en la nariz de los pacientes y curan el Covid-19, según asegura. Él mismo las aplicó, sin guantes, ni máscara protectora, ni distanciamiento social alguno, y recomendó que tras olerlas, estornudaran. El ayatolá Abbas Tabrizian, dueño de la tienda online Centro Médico Islámico, propuso vía Telegram esto a los infectados de Covid-19: “Antes de dormir, pon una bola de algodón sumergida en aceite violeta en tu ano”. Hossein Ravazadeh recomendó dejar caer gotas de aceite de calabaza en los oídos dos veces al día. Otra sugerencia singular provino de Mehdi Sabili, titular de la denominada Asociación Científico-Educativa de la Medicina del Imam Sadegh. En un video publicado en Instagram, donde tiene sesenta mil seguidores, se filmó al lado de un dromedario tragando orina de camello como antídoto al Coronavirus. Según sus indicaciones, se debe tomar “tres veces al día durante tres días” y mejor aún “a su temperatura inicial, caliente”. Cerró con una apreciación personal: “A pesar del sabor, es fantástica”. Al-Arabiya ha posteado online algunos de estos videos bizarros. Varios de estos charlatanes han sido arrestados y sus tiendas allanadas. Trágicamente, cerca de quinientos iraníes murieron tras ingerir metanol bajo la creencia, promovida en redes sociales, de que era una cura al Coronavirus.

Si los médicos iraníes deben restar una porción de sus energías y tiempo de su lucha titánica contra el Coronavirus para contrarrestar las fake news digitales, la corrupción estatal, la insensibilidad de los militares, los dogmas de los ayatolás y los delirios de los curanderos, a nadie ha de sorprenderle que Irán se haya convertido en el peor escenario de Coronavirus en el Medio Oriente y en uno de los más graves en el mundo.