Por Leila Rajel Tarica
En el siglo XVII el judÃo vivÃa en el ghetto, aislado,
retraÃdo. VivÃa en un tiempo que no transcurrÃa; en una dimensión paralela a lo
que se suscitaba por detrás de sus muros. El judÃo del ghetto era un ser
simple, inocente, pero con la capacidad de comprender la importancia de
sumergirse en los textos de antaño. El judÃo
vivÃa sin demasiado complejos, trabajaba para traer el pan del dÃa a la
mesa, no se cuestionaba más que lo que se le ofrecÃa en los textos sagrados.
Los judÃos vivÃan entre los judÃos de
los ghettos y asà debÃa ser y asà debÃa quedar porque no habÃa razón por la
cual salir de esas paredes talladas de vida judÃa. En el ghetto sólo se hablaba
idish: ¿qué necesidad habÃa de aprender el idioma local, si lo local era lo que
ocurrÃa entre esas calles judÃas? Los niños nacÃan con el Talmud bajo el brazo,
y los viejos se morÃan con el Talmud bajo el mismo brazo con el que bajaron a
este mundo. Me lo imagino como un cuadro en el tiempo, cómo una situación
estática que mantenÃa su propia dinámica. Sus propios códigos y personajes tan
caracterÃsticos del mundo judÃo. El rabino, los discÃpulos, la casamentera, el
lechero, el zapatero, el carnicero y los personajes del Violinista sobre el
Tejado completan ese cuadro. Una vida judÃa viva y principalmente sólo judÃa.
Pero asà y todo el mundo eligió con un dedo acusador que esas gentes de esos
ghettos aislados de todo lo que ocurrÃa a su alrededor eran los culpables de
las desgracias de la existencia humana. ¿Cómo podrÃa ser? ¿Aquellos seres
alienados del mundo exterior podrÃan tener alguna implicancia en las guerras?
¿En la economÃa mundial? ¿En las enfermedades? ¿En las malarias? ¿En las
penurias? Yo creo que no, pero el mundo quiso creer que sà porque el ser humano
necesita buscar un culpable, un chivo expiatorio para lavar las propias manos
de la responsabilidad de asumir las culpas. Y la historia judÃa transcurre en
una dirección exactamente opuesta a la que se venÃa transitando hasta el
momento. El judÃo decide tomar el volante del judaÃsmo y girarlo a 180 grados.
El judÃo gético ahora decide derribar el
muro tallado con vida judÃa para poder absorber sabidurÃa secular. El
judÃo se encandila de la luz que emana
del Iluminismo y decide entregarse por completo a ese estilo de vida. El
judÃo sale del ghetto, corta sus
patillas (peot), entrega el tzitzit, la kipa y el tefilin, y finalmente cierra
el Talmud para poder, ahora sÃ, abrir los libros correctos que puedan revelar
los secretos de cómo vivir en aquella nueva y seductora sociedad. El judÃo
termina por despojar su judaÃsmo para entregarse en cuerpo y alma al intelecto,
al Occidente. El judÃo ahora decide ser un ciudadano del mundo porque ya no hay
tiempo para ser judÃo de ghetto, judÃo perseguido, judÃo talmudista. Ahora sólo
hay tiempo para los textos universitarios, para los debates polÃticos, para
militar en los partidos ideológicos. Ahora solo hay tiempo para adaptarse al
nuevo mundo y ahora no hay tiempo para el judaÃsmo. El judÃo ahora es profesor,
es médico, es abogado, es banquero, es cientÃfico, es escritor, es poeta, es
polÃtico. Es todo menos judÃo. Y en ese nuevo mundo el judÃo quiso imaginar que
aquel antiguo dedo acusador ya no podrÃa levantarse en esa era moderna. ¡El
dedo acusador habÃa quedado varios años por detrás porque ahora ya somos parte
del mundo! Ya no hay lugar para
culparnos ; ahora aportamos al mundo, nos mezclamos con ustedes y abandonamos
nuestro judaÃsmo. ¿Por qué nos echarÃan la culpa? Y cuán errado estaba el ex
judÃo y nuevo ciudadano del mundo. El
dedo acusador volvió a levantarse o peor, el dedo acusador nunca dejó de
acusar. Tanto siguió acusando que un
hombre del nuevo mundo pensó en la solución. El Estado JudÃo serÃa la solución.
Ahora el judÃo ciudadano del mundo decide que quiere un estado donde poder
refugiarse; un pedazo de tierra en el que
empoderarse y asà poder desviar de una vez por todas aquel dedo
acusador. Y asà se hizo, el Estado JudÃo llegó. Luego de muchos años de
esfuerzo aquel sueño se cristalizó y con él también la esperanza de un nuevo
rol del judÃo con el mundo y del judÃo con su judaÃsmo. Porque en el Estado
judÃo hay judÃos religiosos y seculares, de izquierda y de derecha, de Europa y
de Oriente Medio. El estado se levantó,
se levantaron escuelas, organizaciones, edificios. Aumentaron las cifras de la
población a números exhorbitantes. Se crearon ciudades. El judaÃsmo revivió,
revivió una cultura judÃa, revivió un idioma muerto. Luchamos guerras, dejamos
sangre y muchos hermanos caÃdos en el camino. El Estado de Israel nos valió un
alto costo y en mi opinión no fue entregado en bandeja de plata. Volvimos a
nuestra tierra; ya no debemos pedir permiso para existir; ahora solo debemos
existir y ya aquà en este pequeño lugar del universo no molestaremos a nadie y
mejor aún, podremos aportar nuestro grano de arena a la economÃa mundial,
ofrecer ayuda humanitaria y ser luz para las naciones. ¿Pero saben qué? El dedo
acusador no dejó de acusar, los ojos del mundo no dejaron de mirar. Ya no
importaba si el judÃo de ghetto habÃa salido y si el judÃo del mundo habÃa
decidido retornar a su tierra. Ya no es relevante dónde se encuentra un judÃo,
ya no importa si el judÃo es religioso o secular, de izquierda o de derecha, de
Europa o de Asia. La historia muestra y vuelve a mostrar, confirma y vuelve a
confirmar que el odio hacia el judÃo no discrimina según su posición frente al
mundo, no discrimina según su relación con la religión. El odio al judÃo es
totalmente imparcial a lo que pueda estar pasando con el judÃo en este momento
de la historia. El odio trasciende, cruza siglos y arrasa con todo a su paso.
El odio al judÃo se llama antisemitismo y el antisemitismo existe por el hecho
mismo que exista un judÃo en este mundo. En otras palabras, el antisemitismo es
odio infundado y los hechos históricos hablan por sà mismos. Muta la condición
del judÃo y con él también se adaptan las distintas formas de antisemitismo. El
judÃo podrá salir del ghetto, mezclarse entre los gentiles, trabajar codo a
codo, despojarse de su judaÃsmo. Podrá volver a su tierra, levantar allà una
potencia mundial e incluso retornar a sus fuentes, pero el mundo seguirá
odiando. Siempre habrá una excusa para acusar. Mi condición como joven judÃa no ha de cambiar; no importa lo que yo
haga, al mundo le irritará mi existencia como judÃa y mi mejor lucha será
seguir siéndolo. No renegar de él, sino aferrarme a él. Mi lucha será defender
al judÃo de ghetto, defender al judÃo iluminado, defender al judÃo sionista en
este siglo también. Mi mayor lucha será ser judÃa en su máxima expresión. No
buscaré formas de disminuir el antisemitismo porque simplemente no existen.
Nuestra lucha es simplemente el ser judÃos y levantar nuestra voz para que
nunca más puedan volverla a callar. Los judÃos del siglo XXI viviremos nuestro
judaÃsmo a pleno, sin pedir permiso, en nuestra propia tierra y bajo nuestro
propio dominio.