La “tradicional” amistad árabe-israelí

 


El 12 de diciembre de 1946, la recientemente creada organización de Naciones Unidas adoptó la Resolución 39, por la cual se excluía al gobierno español de organismos internacionales y conferencias establecidas por dicha institución, basándose en el apoyo recibido del régimen franquista de nazis y fascistas para su ascenso al poder, y el envío de la División Azul durante la Segunda Guerra Mundial para reforzar al ejército nazi. España buscó entonces salir de su aislamiento diplomático gracias al apoyo de países árabes, siendo el rey Abdalá de Jordania el primer jefe de Estado en visitar el país en plena dictadura (en 1949). Fue entonces cuando empezó a forjarse el leit motiv de las cancillerías españolas acerca de una “tradicional amistad hispano árabe”, que difícilmente supera un mínimo examen histórico, ya que el conflicto más largo y sangriento que mantuvo el país fue justamente contra la ocupación musulmana durante ocho siglos. Algo similar deberán estar pergeñando los encargados de márquetin de las cancillerías árabes actuales para justificar su sorprendente acercamiento al hasta hace nada archienemigo: Israel.

Lo que está claro a la luz de los acontecimientos y la llamada realpolitik es que la mejor manera de hacer nuevos amigos es redescubrir quién es el enemigo verdadero o la amenaza auténtica. Tras décadas de estancamiento del mundo árabe en su afán por erradicar a los judíos del mapa de Oriente Medio por todos los medios (militares, terroristas e ideológicos), hace tiempo que descubrieron las ventajas de dejar de negar la realidad y la evidencia de la existencia de Israel, y ahora que reconocerlo públicamente no provoca la ira de los dioses y el derrumbe de sus naciones. El miedo a este acercamiento y la sorpresa de que finalmente no pasaba nada por dar ese paso estuvo durante años detrás incluso del reconocimiento diplomático de España hacia Israel, que sólo se hizo efectivo en 1986, coincidiendo con la entrada en la Unión Europea. No eran pocos los miembros del partido socialista dirigido por Felipe González entonces que temían que ello provocase una grave crisis de los países árabes contra España, cosa que efectivamente no sucedió.

No todos los enemigos encuentran ese momento de reconciliación. De hecho, el primer acuerdo de paz de Israel con un estado árabe fue el firmado con Egipto en 1979 y uno de los signatarios, el presidente egipcio Sadat, lo pagó con su vida: desde entonces se habla de una “paz fría”, más cercana a un acuerdo de simple no beligerancia que a lo que las canciones de paz israelíes de la época hacían prever. Alguien dijo, con razón, que los países no tienen naciones amigas, sino que coinciden en sus intereses en un contexto temporal determinado (allí tenemos la larga historia de enfrentamientos sanguíneos en Europa, especialmente entre lo que hoy día son Alemania y Francia). Pero también los distintos y posibles intereses comunes deben fomentarse y domesticarse desde pequeños hasta que alcancen el grado de madurez óptimo para convertirse en toda una “tradición”.

Por Jorge Rozemblum
Director de Radio Sefarad
www.radiosefarad.com