Ultraortoxos israelíes y el Estado, conflicto de fondo

 La pandemia del Coronavirus y las restricciones impuestas por el gobierno de Israel para frenarla, sacaron a flote un problema de fondo nada nuevo: la visión de gran parte del sector haredi (ultraortodoxo) respecto al Estado de Israel . Si bien no se trata de un sector absolutamente homogéneo sino que está compuesto por numerosas comunidades con distintos matices, la generalidad que caracteriza a todos es la vida de acuerdo a los preceptos de la estricta observancia de la religión judía.


Su apego al estudio de las Sagradas Escrituras, que en muchos casos es la prioridad por sobre el trabajo –en el caso de los hombres- y en la mayoría de ellos también lo es por sobre el servicio militar obligatorio, ha desatado en numerosas ocasiones fuertes polémicas. Estas giran en general en torno a la desigual distribución de las responsabilidades, considerando quienes van al ejército y luego trabajan y pagan impuestos, que se arriesgan y luego mantienen de hecho a un sector que “sólo estudia”. De más está decir que la visión del lado ultraortodoxo es distinta: allí están convencidos que con su estudio de la Torá protegen al pueblo de Israel.

Pero el Coronavirus puso sobre el tapete las discusiones de fondo de modo más duro, ya que el comportamiento de parte del sector haredi haciendo caso omiso de las restricciones llevó a numerosos contagios. Eso no sólo multiplicó los casos de enfermos en sus comunidades sino que afectó a la sociedad en general. 

Casi de más está aclarar que no sólo entre los ultraortodoxos ha habido desobediencia. También entre los árabes y los judíos no ultraortodoxos. Pero  los números hablan por sí solos: los haredim son aproximadamente el 12% de la población israelí, y  casi el 40% de los contagiados de Coronavirus.  Evidentemente, sus enfermos llegan a los mismos hospitales atiborrados de gente, al igual que el resto de la población. Y cuando salen por televisión escenas de la violencia registrada esta semana en varias ocasiones por ejemplo en la ciudad haredi Bnei Brak, vandalismo puro y choques con la Policía, la tensión se agudiza.



Durante meses, hubo relativamente poca acción policial en los centros ortodoxos de mayores violaciones de las reglas, especialmente casas de estudio en las que seguían aglomerándose cientos de hombres a estudiar. Los propios políticos ultraortodoxos frenaron la imposición de multas significativas a instituciones educativas que violaran el cierre, para que éstas no recaigan en las suyas. De otros sectores, ninguna abrió contradiciendo al gobierno. Y en los últimos días, finalmente comenzó un intento más firme de hacer cumplir las reglas, lo cual llevó a fuertes choques violentos.

De su parte, la Policía también tuvo varios excesos que exacerbaron los ánimos.  Pero los ataques que los uniformados sufrieron cada vez que intentaban dispersar aglomeraciones ilegales o instituciones de estudio llenas de gente, los gritos en su contra y las piedras, así como los actos de vándalos prendiendo fuego a tachos de basura municipales , mostraron que de fondo hay dos mundos. 

Esta semana se cruzaron varias líneas rojas cuando unos vándalos entre los propios ultraortodoxos rompieron los vidrios de un autobús y le prendieron fuego, tras lo cual el conductor dijo que sintió que su vida corría peligro cuando subieron y le pegaron y llamó a los atacantes de “terroristas”. Cuatro haredim fueron detenidos. Y casi al mismo tiempo, otros extremistas tiraron yeso y alquitrán sobre las vías del tren ligero de Jerusalem , atacándolo cuando había pasajeros en su interior.  

La población ultraortodoxa , a distintos niveles, condenó estos ataques y grandes rabinos que representan a gran parte del sector, ordenaron a sus seguidores no salir a manifestar, en un intento de calmar los ánimos.

El problema es que algunos de esos mismos rabinos, en varias ocasiones, rehusaron acatar las órdenes del gobierno de cerrar las casas de estudio, afirmando que dejar de estudiar la Torá es lo que aumentará la pandemia “porque la Torá nos protege”. No supieron explicar dónde queda lo que el judaísmo siempre enseñó, que la santidad de la vida posterga hasta la propia  Torá. 

Desacato hubo en muchos sectores de la población. Sin embargo, la singularidad del problema en el sector haredi, ultraortodoxo, fue que no se trató simplemente de actitudes personales de ciudadanos sino en muchos casos de decisiones de grandes rabinos, considerados la autoridad máxima de sus comunidades de seguidores. 

La pandemia no hizo menos que sacar a flote un problema de fondo: la consideración que por sobre las leyes del Estado está la Torá.

El problema no es la fe y lo grandioso de vivir de acuerdo a los preceptos de la religión si ese es el camino que uno elige, sino ser parte del Estado de Israel, gozar de sus privilegios como ciudadanos, pero tomar la decisión consciente de no respetar sus leyes, aún sabiendo que eso perjudica al prójimo. 

Aquellos sectores en esta parte de la ciudadanía, que no respetan el concepto de “Dina Demaljúta Dina”- o sea que la ley del “reino”, en el sentido de Estado en el que se vive, es la que debe imperar y la que se debe respetar- socavan la base misma de la sociedad israelí.

En pandemia, ello se manifiesta con especial gravedad. Pero el problema va mucho más allá del Coronavirus.

Habrá que elaborar un nuevo contrato social en mutuo respeto porque la situación actual, no puede continuar y el abismo entre los distintos sectores , acompañado de resentimiento y odio, irá en aumento. 


Por Ana Jerozolimski
Fuente: Semanario Hebreo Jai