Huntington, el Medio Oriente y la coexistencia Por. Gustavo J. Schaposnik

 

El politólogo e internacionalista norteamericano, fallecido en 2008, en su libro El Choque de Civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial, hizo unas consideraciones que trajeron mucha polémica al ámbito académico, en general es rechazado por la literatura progresista quien lo enmarca como un exponente del etnocentrismo occidental. Su visión puede resultar un tanto pesimista y es el propio Huntington el que aclara que no es una teoría abarcadora útil para sintetizar cuanto problema haya en el planeta, sino simplemente un elemento a considerar.

Ciertos patrones que el autor plantea podrían ser coincidentes con la realidad geopolítica sin que esto signifique en modo alguno desechar otros análisis y es que en disciplinas que impliquen seres humanos como lo son las Relaciones Internacionales, las teorías bien pueden complementarse, sin necesidad de que una de ellas explique la totalidad de lo que acontece.

El autor desarrolla con mayor profundidad cuestiones como la disolución de Yugoslavia, el papel de EE.UU., el ascenso de China o el comportamiento del islam en general, pero sobre Israel y Palestina puntualmente hace solo algunas menciones a modo ejemplificador en las casi 400 páginas que tiene su libro más famoso.

El caso de Yugoslavia es paradigmático porque sirve para exponer una muestra de su visión: tras la Guerra Fría, los ejes ideológicos que contenían una tensa calma se disuelven, reverdecen las cuestiones identitarias y el país tal y como estaba conformado comienza a ceder terreno para dar paso al surgimiento de nuevas naciones. Esto no sin antes explotar por el complejo entramado de los asentamientos (serbios viviendo dentro de territorio croata y viceversa o bosnios en el medio), que dan cuenta de un desparramo geográfico no siempre coincidente con la pretendida división política.

El caso árabe israelí es sustancialmente diferente, puesto que el desencadenamiento de la violencia no estuvo dado por el fin de la Guerra Fría, sino que data de la Declaración de Independencia de Israel en 1948 o incluso antes. Mucho menos puede decirse que esta confrontación es una Guerra entre EE.UU. y la Unión Soviética por medio de proxis, como muchos académicos nostálgicos desean creer, la propia Unión Soviética apoyó la Resolución 181 de Naciones Unidas que dio lugar a la Independencia de Israel y el apoyo eficaz de EE.UU. no fue ni constante a través de los años ni incondicional.  Demás está mencionar la inclinación socialista que tuvo el Estado Judío en sus comienzos.

En esa declaración de Independencia se hace un llamamiento a los árabes a pertenecer bajo las fronteras del Estado de Israel y vivir codo a codo. Esta invitación se hizo inviable con quienes por cuestiones de la guerra quedaron fuera de los márgenes del estado, pero se plasmó con otros tantos árabes que hoy conforman alrededor del 20% de la población israelí.

Este racconto es a propósito de mencionar los enfrentamientos entre árabes y judíos que se están viviendo en el seno de dicha sociedad, la idea de que cualquiera es un enemigo y que la pertenencia identitaria o religiosa hace imposible la convivencia se está volviendo un escenario peligroso que golpea al país desde dentro de sus fronteras con una intensidad que no se veía en mucho tiempo. Esto no significa que sea un fenómeno mayoritario, pero si algo que hay que atender. La ley que declaró oficialmente a Israel como Estado judío, algo que ya ocurría de facto, tomó nota de este eventual escenario a los fines de impedir una eventual disgregación territorial futura. Aun así, cabe preguntarse que nivel de fuerza coercitiva puede tener una ley cuando la realidad social se torna avasallante, en otras palabras ¿hasta qué punto alcanza con la coerción sino va acompañada de una conciencia social que permita la coexistencia?

Huntington (2001) dejó en vida afirmaciones verdaderamente contundentes: “milenios de historia humana han demostrado que la religión no es una “pequeña diferencia”, sino posiblemente la diferencia más profunda que puede existir entre la gente” (p. 304).

A los conflictos religiosos los ha bautizado como “Guerras de Línea de Fractura” y esgrime su carácter reincidente: “Las guerras de línea de fractura son guerras intermitentes que pueden estallar con violencia imponente y después se reducen a un chisporroteo bélico de baja intensidad o una hosca hostilidad, para más tarde volver a estallar otra vez. Los fuegos del odio y la identidad rara vez se extinguen totalmente, salvo con el genocidio.” (p.303).

Para ser justos, el autor también da algunos lineamientos de cómo salir de un embrollo de estas características, que consiste en cuentas demasiado resumidas en buscar las partes menos fanatizadas de ambos bandos, entre otras cuestiones que se harían demasiado extensas tratar en este artículo.

Como no ocurría antes los ataques de Hamás han llegado al centro del país con tremenda intensidad. Cualquier solución fácil que se pretenda dar es pura demagogia y más en momentos en que los misiles caen sobre las cabezas de los civiles y la crudeza de los hechos parece superar al idealismo. Sin embargo, un cese del fuego algún día cercano a lo definitivo debe seguir siendo la meta porque es la única forma de garantizar el derecho a la vida de judíos y palestinos.

 

 

Referencia Bibliográfica

Huntington, S. (2001), El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial. Buenos Aires, Barcelona, México DF: Editorial Paidós.