La culpa del último derramamiento de sangre la tiene Hamás, no Israel

 Por Bassem Eid, un escritor y activista de derechos humanos palestino.

Nací en la Ciudad Vieja de Jerusalén, ocupada por Jordania, y viví en un campo de refugiados de la ONU desde 1966 hasta 1999. Durante la Primera Intifada, trabajé para B’Tselem, el Centro de Información Israelí para los Derechos Humanos en los Territorios Ocupados, y en 1996 fundé el grupo palestino de vigilancia de los derechos humanos con sede en Jerusalén. Con mi experiencia en campañas palestinas y como residente de Jerusalén Este en la actualidad, se podría suponer que estoy en contra de las actuales acciones militares de Israel. Pero esto no podría estar más lejos de la verdad. La culpa del derramamiento de sangre de este mes recae exclusivamente en Hamás.

Aquellos que desean desviar la atención de los crímenes de guerra de Hamás querrían culpar del último conflicto a una complicada disputa legal en el barrio de Sheikh Jarrah. Pero se trataba de un asunto privado entre judíos que tienen una escritura de propiedad del siglo XIX y los residentes de cuatro viviendas que se han negado a pagar el alquiler. Esto no puede enmarcarse como “limpieza étnica”. Es poco más que una disputa entre propietarios e inquilinos. Debería haber sido un asunto para los tribunales locales, pero en lugar de ello este suceso de poca monta terminó en una apelación en el tribunal supremo, y llegó a la prensa. Hamás vio rápidamente una oportunidad.

El Primer Ministro Mahmoud Abbas, líder del partido Fatah, está en su punto más débil en muchos años. Acababa de cancelar las elecciones parlamentarias porque sabía que iba a perder. Hamás vio en Sheikh Jarrah una oportunidad para mostrar a los palestinos de Jerusalén y de otros lugares que podían “hacer algo” mientras que Fatah no podía. Difundieron mentiras y propaganda en las redes sociales, incitando deliberadamente a la violencia entre los palestinos de Jerusalén Este. A continuación, Hamás “respondió” a los disturbios lanzando cohetes indiscriminadamente hacia Tel Aviv y Jerusalén, lo que garantizó una respuesta militar israelí.

A Hamás no le importa dónde caigan estos misiles: de hecho, las Fuerzas de Defensa de Israel han informado de que uno de cada siete ha caído dentro de Gaza durante esta última ronda de combates, con el resultado de 20 víctimas. Consideran que un recuento desigual de cadáveres es un hecho positivo, ya que les permite afirmar que Israel es la parte agresiva en el conflicto que ellos iniciaron. Este grupo terrorista islamista es peligroso para nuestro pueblo: no podemos seguir siendo un conducto para su trabajo.

Hamás no lucha por una causa de derechos humanos, sino que comete crímenes de guerra para mejorar su posición política. Un vídeo reciente mostraba a los dirigentes de Hamás celebrando el lanzamiento de misiles desde una fiesta en Qatar. Esta gente está fuera de peligro. Dejan que sus soldados de a pie, a menudo hombres jóvenes y desesperados sin perspectivas de empleo, lancen los ataques desde edificios residenciales. Hace poco vimos un ataque israelí contra una torre que albergaba a Al Jazeera, AP y otros medios de comunicación. Según fuentes israelíes, Hamás mantenía oficinas de inteligencia militar en el edificio y había lanzado anteriormente ataques desde ese mismo lugar, utilizando a los medios de comunicación extranjeros como escudos humanos. La inteligencia israelí fue suficiente para que los norteamericanos aceptaran la dirección del ataque. ‘Les mostramos la pistola humeante que probaba que Hamás trabajaba desde ese edificio’, dijo una alta fuente diplomática al Jerusalem Post. ‘Tengo entendido que la explicación les pareció satisfactoria’.

Sin embargo, los medios de comunicación occidentales nunca se habrían enterado de esto, porque la información que sale de Gaza no es honesta. Hamás controla estrictamente todo el acceso de la prensa y los medios de comunicación extranjeros tienen la opción de informar de las noticias como Hamás les dice, o no se les permite entrar en Gaza en absoluto. Casi todos ellos eligen lo primero.

Los palestinos se ven obligados a elegir entre el corrupto e ineficaz Fatah y el fanático y genocida Hamás. Por supuesto, esto es en gran medida un debate académico. No hay una “elección” real: no ha habido elecciones en 15 años. Pero hay otra cuestión más apremiante que el deprimente estado de nuestros actuales dirigentes: la negativa a reconocer la realidad de que Israel y los judíos están aquí para quedarse.

Han pasado 73 años desde la creación del Estado de Israel. Egipto, Jordania, Marruecos, Bahrein, Sudán y los Emiratos Árabes Unidos entienden que Israel no es una mancha temporal en el mapa, sino una característica permanente de Oriente Medio. Por desgracia, muchos árabes, incluidos la mayoría de los palestinos, siguen negando esta verdad tan evidente.

La obsesión por la cuestión israelo-palestina ha sido un desastre para el mundo árabe: ha frenado nuestro desarrollo durante generaciones y le ha costado mucho al pueblo palestino. Israel sigue aquí y no se va a ir a ninguna parte. El mundo árabe es grande y hay mucho espacio para todos nosotros. Hemos sido bendecidos con recursos naturales que podrían proporcionarnos abundantes oportunidades. En lugar de concentrar nuestra riqueza y talento en crear una vida mejor para nosotros, nuestros líderes han pasado décadas luchando contra Israel. Ya es hora de que todos los árabes dejen de malgastar recursos tratando de conquistar un pequeño país al que nunca derrotaremos. Sólo entonces tendremos paz y prosperidad.


Fuente: Spectator