A pesar de lo que
muchos creen, mientras vivían en España hasta su expulsión, los judíos no solían
llamar al país Sefarad. Esta denominación se impuso más tarde y suele
atribuirse a la diáspora de los expulsados: más allá de su condición judía,
cultural y ritualmente compartían un pasado común, conformando una identidad
propia, una especie de pueblo dentro de la nación judía. Para ambos conceptos (pueblo
y nación) el hebreo bíblico emplea una misma expresión: “am”, como en “am
Israel jai”: el pueblo (o nación) de Israel está vivo. Curiosamente, el
mismo fonema (en español) parece tener un vínculo especial con el universo de
la dispersión geográfica sefardí.
Por ejemplo, una de las comunidades de origen
peninsular más prósperas y significativas fue la que se estableció en la
capital holandesa, ÁMsterdAM (doble AM, al inicio y al final), desde finales
del siglo XVI, mayoritariamente procedentes de Portugal, país al que muchos
judíos españoles huyeron en 1492 y del que tuvieron que marchar en 1548, cuando
se instaura allí un tribunal de la Inquisición. No es casualidad que llegaran a
dicha ciudad poco después, ya que en 1579 se había declarado la independencia
de los Países Bajos del trono español, como parte de la cual se estableció una
tolerancia religiosa, en principio pensada para distintas corrientes del
cristianismo, pero luego extensible a las comunidades judías, que les otorgó unos
derechos entonces únicos en el mundo. No debe extrañarnos que esa diáspora
abandonara definitivamente algunos elementos culturales heredados de los
peninsulares que los maltrataron, como la lengua. Poco después de asentarse,
esos mismos sefardíes eran los primeros colonos judíos en establecerse en el
continente AMericano: primero en Recife (hasta su conquista por los
portugueses), después en la isla de Curaçao y de allí al resto del Caribe e
incluso a la Nueva ÁMsterdAM (poco después sería rebautizada como Nueva York).
Sin embargo, la ciudad holandesa no fue la
única ni la primera en acoger la diáspora sefardí: antes sucedió algo similar
con AMberes (hoy en Bélgica) y H.AMburgo (hoy en Alemania), dos nuevos ejemplos
de destinos propicios que empiezan en español por el fonema AM. Distinta fue la
evolución de aquellos que se dispersaron desde España y Portugal por el
Mediterráneo, con una importante presencia tanto en Italia, el Magreb y,
especialmente, en el Imperio Otomano, donde cultivaron más la nostalgia por el
paraíso perdido de Sefarad (cuyas letras, en hebreo, se reordenan para formar Pardés,
el Edén). Por cierto, hace pocos años se encontraron los restos de una antigua
sinagoga en un garaje de una casa en la localidad gerundense de Castellón de AMpurias.
Los sefardíes siempre llevaron consigo el amor a una tierra a la que se vieron
obligados a dejar atrás y a la que - mientras vivían aquí- llamaron mayoritariamente
AspAMia.
Por Jorge Rozemblum
Director de Radio Sefarad
www.radiosefarad.com