Una nueva
coalición de gobierno tomará el poder en Israel en los próximos días asegurando
traer estabilidad y unidad política al país, ¿pero será así?
En un cambio que
asombró tanto a aliados como a opositores el partido Yamina encabezado por
Neftalí Bennet que representa a la derecha religiosa decidió abandonar sus
promesas pre-electorales en las que aseguraba que nunca se sentarían en un
gobierno encabezado por el centrista Yair Lapid. Que mucho menos hablarían con
los factores de ultra-izquierda representados por el partido Meretz ni menos
con los partidos árabes antisionistas que rechazan el derecho a la existencia
de Israel como país judío. El cambio de opinión, el ofrecimiento a ser Primer
Ministro durante los dos primeros años de gobierno y un puesto de ministro para
su segunda.
Esta firma
permitió luego de dos décadas desplazar del gobierno a Netanyahu, al Likud y a
los ortodoxos. Aunque Bennet salió inmediatamente asegurando a sus votantes que
el trabajaría para ellos y que mantendría sus principios y la singularidad de
Israel como estado judío. Pero los
acuerdos firmados en papel y las acciones de los demás componentes de la
coalición parecen decir otra cosa. Que de instrumentarse no solo no conseguiría
la estabilidad que se pregona, sino que por el contrario lanzaría a Israel a
una escalada de violencia interna similar a la existente previa a la fundación
del Estado en 1947.
En principio uno
de los cambios más visibles sería que por primera vez y luego de mucho tiempo
los partidos ortodoxos judíos representados por Shas y Torah Unida estarán en
la oposición y el cargo clave de Ministro de Finanzas será ejercido por Abigdor
Liberman del partido Israel Betenu. Quien si bien representa a parte de la
derecha israelí también sostiene un profundo sentimiento anti-religioso. Prometiendo terminar con los beneficios y
subsidios que el estado reparte a este segmento religioso quienes mantener
casas de estudio, oración y que son usados en ayuda social a fin de mitigar la
pobreza de las familias numerosas del sector y mantener a miles de estudiantes
y familias que hacen del estudio tradicional de la Torah (biblia judía) como
mandamiento divino, su estilo de vida. Esta privación de fondos públicos según
lo él sostiene y en la que coinciden sectores de la izquierda intelectual
anti-religiosa provocaría el final del dominio rabínico sobre esta población a
la que ven sojuzgada por prácticas medioevales que no les dejan disfrutar de la
libertad. Para ya sin subsidios no les quedaría otro remedio que incorporarse a
la vida productiva del país y a enviar a sus hijos a las fuerzas armadas con lo
que se daría por tierra con el acuerdo del famoso Estatus Quo firmado por los
rabinos y Ben Gurion cuando se fundó el Estado de Israel.
Si bien es verdad
como dice Liberman que estos aportes disminuyen el presupuesto nacional israelí
en unos mil millones de shekels al año por otro lado el acuerdo firmado con sus
socios árabes del Movimiento Islámico encabezado por Mansur Abbas les otorga en
el transcurso de cuatro años la no menor suma de 50 mil millones de Shekels que
su partido podrá distribuir a discreción. Para definir el acuerdo que alcanzó
Abbas cabe decir que luego de firmado el mismo, este se dirigió a un diputado
amigo del Partido Shas y le dijo riéndose, todo lo que ustedes obtuvieron en
los últimos cincuenta años yo lo obtuve en una noche. Con lo que si solo
pensamos en términos económicos solo este punto del acuerdo sería mucho más
dañino para la economía nacional e incorporaría a un factor considerado
anti-israelí dentro del gobierno.
Mientras que otro de los puntos obtenidos por
el Movimiento Islámico establece el reconocimiento de cincuenta poblados
beduinos ilegales en la región del Negev, lo que constituye una de las afrentas
más grandes a los votantes de Bennet ya que su partido había prometido
restablecer el orden y la ley en esta zona del país que se había convertido en
un nuevo farwest.
Por otro lado,
aunque Bennet asegura defenderá los intereses del judaísmo religioso los otros
socios de la coalición no parecen tener la mejor simpatía por este sector. Ya
que, durante las discusiones sobre la formación de la coalición, los
integrantes de la misma se reunieron con representantes políticos del
influyente y poderoso lobby judío progresista de Estados Unidos y con miembros
de la Agencia Judía quienes les expresaron su satisfacción por el fin de la era
Netanyahu y el fin del dominio ortodoxo en Israel. La delegación les prometió
que intercederían a favor de estos con el Gobierno de Biden y les brindarían
apoyo, si estos impulsaban una agenda de reconocimiento por parte de Israel de
las corrientes religiosas y los intereses que estos representaban. La
delegación norteamericana pidió romper el monopolio religioso del Rabinato
ortodoxo de Israel y promover el reconocimiento de sus Rabinos incluyendo
casamientos, divorcios y conversiones y forzar mediante la fuerza pública de
ser necesario el acceso igualitario a rezar en el Muro de los Lamentos entre
otros puntos sobre derechos humanos, lo que fue aceptado por los participantes
de la reunión incluido Bennet. De más está decir que estas posturas también son
sostenidas por el partido de izquierda radical Meretz, que además propuso
promover la conversión de Israel en un estado para todos sus ciudadanos
quitándole la característica particular de
judío y comenzar una discusión sobre el significado mismo del estado y
de su himno nacional. Y en este sentido Meretz ya presento una ley al
parlamento por la cual se pide condenar con prisión de hasta seis meses a
aquellas personas que ofrezcan poner filacterias en las cercanías de las
escuelas secundarias a alumnos no religiosos.
Además la nueva
coalición propone promover temas dejados de lado hasta el momento sobre
derechos humanos como los derechos igualitarios y LGTB, lo que fue rechazado de
plano por el Movimiento Islámico de Mansur Abbas que es altamente homofóbico y
está en contra del modelo de derechos humanos sostenido por occidente. También
entre otros objetivos tratados como puntos se encuentra el de la normalización
del comercio y el transporte público durante el día sábado de descanso
tradicional judío.
Desde el punto de vista político también otro
de los puntos tratados esta la reducción de presupuestos en más de mil millones
de shekels destinadas a caminos e infraestructura a los territorios detrás de
la línea verde que marca el límite anterior al año 1967 mientras no se habló
sobre nuevas construcciones o ampliaciones en las poblaciones judías en estas
zonas punto de interés especial del Movimiento Religioso Nacional.
También a la hora de juzgar al nuevo gobierno
hay que decir que este no tiene una línea clara con respecto a lo que quiere en
relación a su política exterior tanto frente a la amenaza nuclear iraní, de sus
milicias. Tampoco en el conflicto con Hamas, ni con Hezbollah o en lo que
respecta a la relación con otros países del Medio Oriente. Tampoco tiene
parámetros claros y definidos con respecto a temas de seguridad interna y si
procederán a proscribir de la política israelí a los sectores que consideran
molestos para sus objetivos pluralistas y democráticos. Pero tampoco tienen una línea política clara
con respecto a la hostilidad de la Comunidad Europea ni tampoco de cómo
enfrentar al nuevo antisemitismo o a las nuevas corrientes anti-israelíes de
los movimientos progresistas mundiales. Este nuevo gobierno de unidad nacional
solo tiene en claro dos circunstancias:
la primera su desprecio por Netanyahu y las ansias de terminar con su
carrera política y después el odio por la religión y su identificación con la
nación y la tierra.
Por eso
encabezamos este artículo con el tradicional ¨Sajten¨ que en árabe se puede
traducir como felicitaciones, ya que este gobierno si perdura podrá ser recordado como el
gobierno que puso fin al Estado de Israel como lo conocemos hoy día y por el
cual tanta gente derramó su sangre y lo imagino como hogar y refugio del pueblo
judío en su tierra.