Sajten (felicitaciones en árabe). Por Flavio Goldvasser

 


Una nueva coalición de gobierno tomará el poder en Israel en los próximos días asegurando traer estabilidad y unidad política al país, ¿pero será así?

En un cambio que asombró tanto a aliados como a opositores el partido Yamina encabezado por Neftalí Bennet que representa a la derecha religiosa decidió abandonar sus promesas pre-electorales en las que aseguraba que nunca se sentarían en un gobierno encabezado por el centrista Yair Lapid. Que mucho menos hablarían con los factores de ultra-izquierda representados por el partido Meretz ni menos con los partidos árabes antisionistas que rechazan el derecho a la existencia de Israel como país judío. El cambio de opinión, el ofrecimiento a ser Primer Ministro durante los dos primeros años de gobierno y un puesto de ministro para su segunda.

Esta firma permitió luego de dos décadas desplazar del gobierno a Netanyahu, al Likud y a los ortodoxos. Aunque Bennet salió inmediatamente asegurando a sus votantes que el trabajaría para ellos y que mantendría sus principios y la singularidad de Israel como estado judío.  Pero los acuerdos firmados en papel y las acciones de los demás componentes de la coalición parecen decir otra cosa. Que de instrumentarse no solo no conseguiría la estabilidad que se pregona, sino que por el contrario lanzaría a Israel a una escalada de violencia interna similar a la existente previa a la fundación del Estado en 1947.

En principio uno de los cambios más visibles sería que por primera vez y luego de mucho tiempo los partidos ortodoxos judíos representados por Shas y Torah Unida estarán en la oposición y el cargo clave de Ministro de Finanzas será ejercido por Abigdor Liberman del partido Israel Betenu. Quien si bien representa a parte de la derecha israelí también sostiene un profundo sentimiento anti-religioso.  Prometiendo terminar con los beneficios y subsidios que el estado reparte a este segmento religioso quienes mantener casas de estudio, oración y que son usados en ayuda social a fin de mitigar la pobreza de las familias numerosas del sector y mantener a miles de estudiantes y familias que hacen del estudio tradicional de la Torah (biblia judía) como mandamiento divino, su estilo de vida. Esta privación de fondos públicos según lo él sostiene y en la que coinciden sectores de la izquierda intelectual anti-religiosa provocaría el final del dominio rabínico sobre esta población a la que ven sojuzgada por prácticas medioevales que no les dejan disfrutar de la libertad. Para ya sin subsidios no les quedaría otro remedio que incorporarse a la vida productiva del país y a enviar a sus hijos a las fuerzas armadas con lo que se daría por tierra con el acuerdo del famoso Estatus Quo firmado por los rabinos y Ben Gurion cuando se fundó el Estado de Israel.

Si bien es verdad como dice Liberman que estos aportes disminuyen el presupuesto nacional israelí en unos mil millones de shekels al año por otro lado el acuerdo firmado con sus socios árabes del Movimiento Islámico encabezado por Mansur Abbas les otorga en el transcurso de cuatro años la no menor suma de 50 mil millones de Shekels que su partido podrá distribuir a discreción. Para definir el acuerdo que alcanzó Abbas cabe decir que luego de firmado el mismo, este se dirigió a un diputado amigo del Partido Shas y le dijo riéndose, todo lo que ustedes obtuvieron en los últimos cincuenta años yo lo obtuve en una noche. Con lo que si solo pensamos en términos económicos solo este punto del acuerdo sería mucho más dañino para la economía nacional e incorporaría a un factor considerado anti-israelí dentro del gobierno.

 Mientras que otro de los puntos obtenidos por el Movimiento Islámico establece el reconocimiento de cincuenta poblados beduinos ilegales en la región del Negev, lo que constituye una de las afrentas más grandes a los votantes de Bennet ya que su partido había prometido restablecer el orden y la ley en esta zona del país que se había convertido en un nuevo farwest.

Por otro lado, aunque Bennet asegura defenderá los intereses del judaísmo religioso los otros socios de la coalición no parecen tener la mejor simpatía por este sector. Ya que, durante las discusiones sobre la formación de la coalición, los integrantes de la misma se reunieron con representantes políticos del influyente y poderoso lobby judío progresista de Estados Unidos y con miembros de la Agencia Judía quienes les expresaron su satisfacción por el fin de la era Netanyahu y el fin del dominio ortodoxo en Israel. La delegación les prometió que intercederían a favor de estos con el Gobierno de Biden y les brindarían apoyo, si estos impulsaban una agenda de reconocimiento por parte de Israel de las corrientes religiosas y los intereses que estos representaban. La delegación norteamericana pidió romper el monopolio religioso del Rabinato ortodoxo de Israel y promover el reconocimiento de sus Rabinos incluyendo casamientos, divorcios y conversiones y forzar mediante la fuerza pública de ser necesario el acceso igualitario a rezar en el Muro de los Lamentos entre otros puntos sobre derechos humanos, lo que fue aceptado por los participantes de la reunión incluido Bennet. De más está decir que estas posturas también son sostenidas por el partido de izquierda radical Meretz, que además propuso promover la conversión de Israel en un estado para todos sus ciudadanos quitándole la característica particular de  judío y comenzar una discusión sobre el significado mismo del estado y de su himno nacional. Y en este sentido Meretz ya presento una ley al parlamento por la cual se pide condenar con prisión de hasta seis meses a aquellas personas que ofrezcan poner filacterias en las cercanías de las escuelas secundarias a alumnos no religiosos.

Además la nueva coalición propone promover temas dejados de lado hasta el momento sobre derechos humanos como los derechos igualitarios y LGTB, lo que fue rechazado de plano por el Movimiento Islámico de Mansur Abbas que es altamente homofóbico y está en contra del modelo de derechos humanos sostenido por occidente. También entre otros objetivos tratados como puntos se encuentra el de la normalización del comercio y el transporte público durante el día sábado de descanso tradicional judío.

 Desde el punto de vista político también otro de los puntos tratados esta la reducción de presupuestos en más de mil millones de shekels destinadas a caminos e infraestructura a los territorios detrás de la línea verde que marca el límite anterior al año 1967 mientras no se habló sobre nuevas construcciones o ampliaciones en las poblaciones judías en estas zonas punto de interés especial del Movimiento Religioso Nacional.

 También a la hora de juzgar al nuevo gobierno hay que decir que este no tiene una línea clara con respecto a lo que quiere en relación a su política exterior tanto frente a la amenaza nuclear iraní, de sus milicias. Tampoco en el conflicto con Hamas, ni con Hezbollah o en lo que respecta a la relación con otros países del Medio Oriente. Tampoco tiene parámetros claros y definidos con respecto a temas de seguridad interna y si procederán a proscribir de la política israelí a los sectores que consideran molestos para sus objetivos pluralistas y democráticos.  Pero tampoco tienen una línea política clara con respecto a la hostilidad de la Comunidad Europea ni tampoco de cómo enfrentar al nuevo antisemitismo o a las nuevas corrientes anti-israelíes de los movimientos progresistas mundiales. Este nuevo gobierno de unidad nacional solo tiene en claro dos circunstancias:  la primera su desprecio por Netanyahu y las ansias de terminar con su carrera política y después el odio por la religión y su identificación con la nación y la tierra.

Por eso encabezamos este artículo con el tradicional ¨Sajten¨ que en árabe se puede traducir como felicitaciones, ya que este gobierno  si perdura podrá ser recordado como el gobierno que puso fin al Estado de Israel como lo conocemos hoy día y por el cual tanta gente derramó su sangre y lo imagino como hogar y refugio del pueblo judío en su tierra.