Ha vuelto a salir de la cárcel: el sospechoso de terrorismo holandés-marroquà Samir Azzouz, que ha sido detenido, absuelto, vuelto a detener, condenado, encarcelado y liberado en repetidas ocasiones desde que fue capturado por primera vez en un tren con destino a Chechenia en 2003. A los 17 años, planeaba unirse a la yihad contra las fuerzas rusas. Desde entonces, ha sido acusado de planear un atentado terrorista contra el Parlamento holandés y el aeropuerto de Schiphol; de acumular material para fabricar una bomba; de posesión de armas ilegales; y de pertenencia a una célula terrorista, por lo que fue condenado a ocho años en 2006 y a otros nueve en 2008, para ser puesto en libertad en 2013, sin haber cumplido siquiera la condena inicial.
Azzouz fue detenido de nuevo en junio, esta vez acusado de recaudar fondos para liberar a antiguos miembros del ISIS que se encuentran recluidos en campos de prisioneros gestionados por los kurdos en Siria. Un mes después, un tribunal lo dejó en libertad a la espera de su juicio en diciembre.
Azzouz no niega los cargos. Afirma que se trataba de una misión humanitaria, cuyo objetivo era ayudar a las mujeres holandesas y a sus hijos a escapar de los campos con la ayuda de contrabandistas de personas. Los fiscales, sin embargo, lo ven de otra manera: sostienen que está ayudando a reconstruir el Estado Islámico llevando a sus hijos a Occidente.
Este tipo de puerta giratoria de terroristas que entran y salen de la vida pública se está produciendo ahora en toda Europa, aumentando la preocupación de los funcionarios de la lucha antiterrorista por la creciente amenaza yihadista. El lunes pasado, por ejemplo, los funcionarios recordaron a un tribunal de Londres que Sudesh Amman, que acuchilló a dos personas en el sur de Londres en febrero de 2020, también habÃa estado encarcelado anteriormente por delitos de terrorismo. Sin embargo, incluso mientras estaba en prisión, Amman habrÃa expresado su deseo de cometer un atentado una vez terminada su condena, lo que llevó a la policÃa a argumentar en contra de su liberación. No obstante, Amman salió de la cárcel como hombre libre el 23 de enero de 2020. Once dÃas después, robó un cuchillo de 20 centÃmetros en una tienda de Streatham Road y apuñaló arbitrariamente a dos transeúntes. La policÃa disparó y mató a Amman cuando intentaba escapar.
España puso en libertad a 39 sospechosos de yihadismo en 2020, de los cuales sólo algunos habÃan cumplido la totalidad de sus condenas, mientras que otros aún estaban a la espera de juicio, según el informe de Europol “Situación y tendencias del terrorismo en la UE en 2021”. Lo mismo ocurrió en Bélgica, donde se dejó en libertad a 30 sospechosos. Mientras tanto, Francia y el Reino Unido también han expresado su preocupación por la inminente puesta en libertad de yihadistas cuyas condenas terminan antes de 2022, casi 200 sólo en Francia.
Mientras que el Reino Unido está explorando vÃas para abordar el problema, Francia tiene motivos especiales para estar en vilo. Cherif Kouachi, uno de los terroristas implicados en el atentado contra Charlie Hebdo de enero de 2015, fue detenido como sospechoso de actividad terrorista en 2005. Aunque fue condenado a tres años en su juicio de 2008, Kouachi fue puesto en libertad inmediatamente por el tiempo que habÃa cumplido. Y en 2019, según un informe del Centro de Lucha contra el Terrorismo, la policÃa francesa detuvo a Mohamed Chakrar por su papel en la planificación de un atentado contra el ElÃseo, la residencia oficial del presidente de Francia. Dos años antes, Chakrar habÃa sido detenido cuando se dirigÃa a unirse al Estado Islámico; sólo cumplió un año de una condena de tres.
Otros paÃses también han visto su cuota de antiguos terroristas que se reincorporan a la yihad. “En 2020, al menos cinco atentados yihadistas en Europa (Austria, Alemania y Reino Unido) involucraron a autores que eran condenados o presos liberados en el momento de cometer el atentado”, según el informe de Europol. De hecho, añade el informe, “los PaÃses Bajos, por ejemplo, destacaron el peligro de los yihadistas que regresan con una experiencia, conocimientos, capacidades y motivación potencial importantes para cometer actos violentos… Dinamarca señaló que la amenaza no sólo se refiere a los atentados o a la planificación de los mismos, sino también a las actividades de radicalización o propaganda, al apoyo logÃstico, a la financiación del terrorismo o a otras actividades relacionadas con el terrorismo”.
Esa amenaza es real. Aunque los expertos coinciden en que la pandemia de Covid ha inhibido la actividad terrorista -en parte por el miedo al contagio, y en parte por el hecho de que hay menos eventos multitudinarios y muy poblados en los que escenificarlos-, también señalan un aumento de la actividad y la propaganda online. Junto con los cierres globales que han mantenido a los jóvenes en casa, a menudo aburridos y buscando estÃmulo o amistad en lÃnea, estos esfuerzos podrÃan resultar especialmente potentes. Este fue especialmente el caso durante las protestas que siguieron al asesinato de George Floyd, cuando Al Qaeda “invitó [a los manifestantes] a convertirse al Islam, presentando a Al Qaeda como un grupo que lucha contra la injusticia y la tiranÃa en todo el mundo”, según el informe de Europol.
Además, los terroristas encarcelados también están radicalizando a sus compañeros de prisión, señala Europol, citando los resultados de la lucha antiterrorista en Italia, los PaÃses Bajos y España. Y “los presos radicales que regresan a sus comunidades después de ser liberados podrÃan tener un impacto significativo en sus compañeros”, añade el informe. “Bélgica (…) informó de que, al igual que los retornados de zonas de conflicto, los individuos que salen de prisión podrÃan gozar de una mayor notoriedad entre sus compañeros, lo que podrÃa influir y favorecer la radicalización en determinados barrios”.
Lo más inquietante de todo esto es el hecho de que muchos de los yihadistas estaban bajo vigilancia en el momento de cometer sus atentados después de salir de la cárcel, lo que plantea interrogantes sobre la capacidad de rastrear el número de amenazas potenciales y sobre la necesidad de programas de reinserción en las prisiones, asà como de una reevaluación general del código penal para los delitos de terrorismo.
En este debate cabe destacar un reciente estudio de Thomas Renard, del Centro Internacional de Lucha contra el Terrorismo de La Haya, que ha constatado la existencia de bajos Ãndices de reincidencia entre los terroristas europeos, a pesar de que los responsables de los servicios de inteligencia informan de que “la amenaza de reincidencia está aumentando”. Sin embargo, otros han cuestionado las conclusiones de Renard, sugiriendo que el estudio tenÃa un alcance demasiado limitado. Además, Renard pasa por alto los esfuerzos de reclutamiento de los yihadistas dentro de las comunidades penitenciarias, que pueden suponer una amenaza al menos igual de grande.
Sin embargo, eso no siempre ocurre. Jason Walters, que fue compañero de Samir Azzouz, experimentó una epifanÃa mientras cumplÃa su condena de nueve años en la prisión holandesa de alta seguridad reservada a los terroristas. Ahora es un analista antiterrorista que también trabaja para intervenir en la radicalización de los jóvenes musulmanes holandeses. Y Maajid Nawaz, que fue miembro del grupo extremista Hizb-ut-Tahrir, tuvo un despertar similar mientras estaba encarcelado en Egipto. Pasó a fundar y dirigir la organización contra el extremismo Quilliam en Londres.
¿Qué les ocurrió a estos dos hombres -y a otros como ellos- para inspirar este cambio de mentalidad y corazón? ¿Qué los hizo mucho más poderosos que la prisión o el incierto negocio de la vigilancia? Entender esto, y aplicar lo que descubramos, puede ser lo que marque la diferencia para combatir la amenaza.
Fuente: Algemeiner / Israel Noticias