En muchas culturas se celebra el final de un
ciclo anual, generalmente relacionado con el clima y la naturaleza. En alguna
ocasión comentamos que los judíos de hecho tienen varios inicios de año: el más
conocido y que justamente recibe el título es el de Rosh Hashaná (que
celebramos hace pocas semanas), aunque oficialmente los meses se cuentan a
partir de Nisán, que conmemora el comienzo de la identidad de Israel
como pueblo tras la salida de la esclavitud en el Egipto faraónico. También se
alude al año nuevo de los árboles que precede en varias semanas a esta última
fecha (Tu Bishvat), pero sin duda el ciclo “no natural” más importante
es el que finaliza y reinicia la lectura del Pentateuco, la Torá, al acabar
las Altas Fiestas. Tal es la importancia de este punto de inflexión anual, que
la efeméride lo adjetiva (algo que no hace con ninguna otra festividad) como Simjat
Torá, atribuyéndole sin lugar a dudas un carácter inapelable de alegría
(que es lo que simjá significa en hebreo). Forma parte del Octavo día de
asamblea (Sheminí atzeret) que sigue inmediatamente a Sucot.
Quien haya acudido a esta ceremonia en una
sinagoga puede corroborar el entusiasmo colectivo que se desata en una grey que
el resto del año permanece respetuosamente centrada y ensimismada. En algunas
congregaciones en la noche de la víspera se sacan los rollos de la Torá del
arca. Ese jornada se da lectura a los últimos versículos (la bendición del
agonizante Moisés en Bezot haberajá) y se reinicia la lectura desde el
principio (el Bereshit que abre el libro del Génesis). Cada vez
que se abre la tevá donde se guardan los pergaminos enrollados, el kahal,
la comunidad, rodea en danzante procesión (hakafot) siete veces el
interior de la sinagoga en torno al púlpito, portando todos los rollos que haya,
besándolos con la punta de su talit (el manto de oración) en un jolgorio
que puede durar horas. El servicio religioso de la mañana siguiente también es
único, ya que todos pueden acudir a leer una parte, incluso los niños. Las
máximas muestras de honor son el otorgar el último y el primer turno de lectura
de sendos rollos: jatán (novio) Torá y jatán Bereshit,
respectivamente.
Esta jubilosa ceremonia es tan particular y
diferente de otras (al menos de las religiones monoteístas) que se ha
convertido en un símbolo de la identidad judía. Ello quedó patente
especialmente en los años 70 en la Unión Soviética y llegó a convertirse en
masiva (con más de 100 mil asistentes) en las calles de Nueva York como muestra
de apoyo a las restricciones de culto y emigración que sufrían sus
correligionarios allende el Telón de Acero. Con el tiempo, esta demostración
pública se ha convertido en ritual anual habitual en muchas comunidades
estadounidenses, y cada vez más en el resto del mundo, regocijándose porque
este ciclo nunca acabe del todo, sino que cada final sea el comienzo de una
nueva vuelta de tuerca a la sabiduría de la Biblia.
PorJorge Rozemblum
Director de Radio Sefarad
www.radiosefarad.com