Crisis en el Líbano: el rol de Hezbollah. Por Gerard Dotti luna

 En junio de este año, el Banco Mundial advirtió que el Líbano padecía seguramente una de las peores crisis que el mundo haya visto en los últimos 150 años. El Estado está, de hecho, colapsando: la libra libanesa ha perdido el 90% de su valor respecto al dólar; hay falta de medicamentos, comida y energía. Este artículo no se dispone a analizar la crisis, sino el papel que juega Hezbollah en ésta y qué desafíos y ambiciones tiene por delante.

Hezbollah, la organización política y paramilitar islamista chiita en el Líbano ha sido definida por múltiples expertos como un “Estado dentro de un Estado” (Abdul-Hussain, 2009) (Gabbay, 2021). Sin querer convertir el presente texto en la historia de Hezbollah, será suficiente señalar algunas pinceladas para el bien del lector.

Hezbollah nació en 1982 como un movimiento de resistencia a la invasión israelí. Pero en muy poco tiempo muto a una milicia chiita con un proyecto político islamista, país por lo demás con un sistema político muy sectario, que se dispuso a gestionar y proporcionar políticas de bienestar a dicha comunidad: escuelas, hospitales o préstamos bancarios a bajo interés. Es de la comunidad chiita libanesa – aproximadamente un tercio de la población del país- desde donde extrae su potencial humano.

Hezbollah, además, fue fundada con la ayuda logística y el entrenamiento de la Guardia Revolucionaria iraní. Se trata del peón más importante de Teherán y su creación de mayor éxito. De hecho, Hezbollah es la fuerza militar no estatal más poderosa que existe y desde 1997 son considerados como una organización terrorista por los Estados Unidos. A este respecto, Washington durante tres décadas ha desplegado su arsenal de herramientas para terminar con la organización: sanciones económicas a sus líderes, reforzar el ejército libanés, operaciones encubiertas o la obstrucción de sus vías de financiamiento en América Latina y en los mismísimos Estados Unidos. Sin embargo, nada ha funcionado. (Saab, 2021)

Por otra parte, Hezbollah se ha reforzado considerablemente con la guerra de Siria y su participación activa, combatiendo al lado del ejército de Al Assad y recibiendo entrenamiento de comandos rusos contra el Daesh y la oposición siria. Todo esto ha provocado que hayan conseguido dos hitos de gran transcendencia.

En primer lugar, transformar su relación con Siria, otrora de carácter casi subordinado, actualmente Damasco solo se sostiene a través de la voluntad de Moscú y Teherán. Hezbollah, la milicia predilecta de Irán, está en una posición que le permite operar en siria casi a voluntad: la correlación de fuerzas entre ellos y las autoridades sirias ahora es mucho más horizontal, sino revertidas, recordemos que Siria mantenía una fuerza de ocupación en el Líbano hasta 2005. (Saab, 2021). Cabe destacar que aventuras como esta siempre tienen un precio: ha causado mucho malestar y manifestaciones contrarias a la organización dentro de la comunidad chiita que, a decir verdad, nunca ha mostrado un apoyo monolítico al partido (Abdul-Hussain, 2009).

Los países en verde declaran a Hezbollah como una organización terrorista y los países en rojo no lo reconocen como una organización terrorista, sino como una organización política. Autor: Franco el estudiante

En segundo lugar, Hezbollah cuenta ahora con un ejército mayor que nunca; sobre los 40 mil efectivos y algunas estimaciones apuntan incluso a 55 mil militantes armados que, más importante quizás que el numero en sí, cuentan con experiencia bélica relevante, convirtiéndolos en una fuerza militar efectiva (Gabbay, 2021). Su arsenal de cohetes y misiles ha pasado de 13 mil en 2006 a 120 mil en 2018. De hecho, a estas alturas la posición general es que Hezbollah cuenta con una fuerza superior al ejército libanes y, de quererlo, podría tomar el país por la fuerza (Khatib, 2021).

Las relaciones entre Hezbollah y el Estado libanés son muy complejas. Además de entender la organización islamista como “un Estado dentro de un Estado” hay que entenderla también común un agente parasitario que vive en gran medida de corromperlo. Hezbollah nunca ha buscado ser el Estado por muchas razones; ser Estado significa en mayor o menor medida una justificación de tus acciones ante la población, y en ese sentido, sus expediciones militares en Siria serian del todo injustificables, máxime teniendo en cuenta la delicada situación diplomática con Israel.

Segundo, el Líbano es una sociedad altamente sectaria, la idea de que una milicia chiita -tercer grupo religioso tras cristianos maronitas y musulmanes sunnitas- de corte islamista tomara las estructuras del Estado haría estallar una nueva guerra civil. Tercero, Hezbollah se presenta ante la población -con creciente incredulidad e insatisfacción- como el salvador, protector y garante del pueblo. No son el Estado, pero hacen sus funciones y con ello intentan llenar una narrativa patriótica, no-sectaria y mesiánica (Khatib, 2021).

De ser el Estado, esas políticas serian su obligación; difícilmente podrían venderlas como algo más. Cuarto, de dar tal paso, Líbano se convertiría en un Estado islamista gobernado por una organización listada como terrorista en todo Occidente y más allá. Se convertiría en un Estado paria sin opciones reales de prosperar fuera de una eterna dependencia de Irán.

Soldados de Hezbollah en una ceremonia. Fuente 

Sin embargo, sería un error considerar que como no son el Estado no lo controlan. Hezbollah tiene un poder en el Líbano sin parangón. A través de su alianza con la facción cristiana controlan la presidencia del país, el ministerio de exteriores y el mismísimo ejército, entre otros ministerios, siempre para servir sus intereses (Khatib, 2021). No es de extrañar pues que, tras la explosión en el puerto de Beirut de 2019, cuando Israel ofreció ayuda, el gobierno libanés la rechazara de plano: Hezbollah no iba a aceptar la ayuda de su archienemigo.

Tanto es así que las monarquías del golfo han reducido de forma muy notable ayudas, fondos y material al ejército libanés, ya que muy seguramente termine en manos de Hezbollah y, para gestionar actores leales al expansionismo iraní, el Golfo ya tiene su buena dosis en Yemen. Es sintomático de la corrupción propiciada en buen parte por Hezbollah que tras el terrible accidente en el puerto de Beirut no se hayan depurado responsabilidades y, que en esa misma línea, la organización está bloqueando cualquier formación de un nuevo gobierno tan anhelado por su población.

Esta actitud corrupta y parasitaria para con el Estado lo está simple y llanamente matando. Hezbollah aprovecha la situación para expandir aún más allá su influencia en todos los aspectos del país: el suministro de petróleo, que el Estado falla en proporcionar debido a la creciente crisis, corre desde agosto de este año a cargo de Hezbollahvía, cuyo patrón es Irán (J.Frantzman, 2021). No es sorpresa para nadie que la organización sea completamente dependiente de la nación persa: hasta 700 millones de dólares al año recibe de Irán para su financiación, además de armas, consejo y entrenamiento (Gabbay, 2021). De hecho, al operar mayormente en dólares, Hezbollah garantiza una paga a sus rangos más bajos quince veces superior al salario medio del país. A estas alturas, Hezbollah es una organización más solida que el propio Estado.

¿Hacia dónde camina el Líbano?

Como se ha señalado, Hezbollah se alimenta, material e ideológicamente de controlar y parasitar el Estado libanés, sin embargo, en los últimos dos años es posible que esta actitud carroñera haya derivado en un expolio tal que el país ha caído en una incapacidad total y un inminente colapso. Las mismas señales de la crisis desincentivan ayudas de aliados de Beirut por miedo a que estas terminen en manos de los islamistas de Nasrallah: Soldados Israelíes han reportado ver a miembros del ejército libanés patrullando la frontera conjuntamente con milicianos de Hezbollah.

Funeral de Mohsen Hojaji en Teherán, septiembre de 2017. Fuente

El caso es que un Estado fallido no puede ser del interés de “El Partido de Dios”, pero una situación de completa anarquía provocada en buena parte por su depredación sin límites de los recursos del Estado podría conducir a Hezbollah, lejos de lo que considerarían ideal, a tomar las riendas del Estado formalmente para aplacar un mal mayor.

Ante una situación catastrófica y de necesidad, es posible que las facciones más románticas dentro del partido vean una oportunidad de dar otro empujón moral a la victoria Talibán en Afganistán, así como la desvinculación creciente de la región con los Estados Unidos. No solo eso, Irán tendría interés explícito en que esto ocurriera (Gabbay, 2021). Un escenario donde Hezbollah, que no ceja de llenar los vacíos del Estado tome el poder de forma completa, complicaría los asuntos sobremanera en Oriente Próximo: Un Estado Islamista fiel a Teherán pondría una presión sobre Israel que, en términos de seguridad, es del todo inasumible.

Bibliografía

Abdul-Hussain, H. (2009). Hezbollah: A State within a State. Current trends in islamist ideology.

Gabbay, S. (2021). Lebanon Unraveling the Hezbollah Factor. International Journal of Recent Research in Social Sciences and Humanites, 12-19.

J.Frantzman, S. (2021). Hezbollah looks to take over Lebanese energy needs. The Jerusalem posts.

Khatib, L. (2021). How Hezbollah holds sway over the Lebanese state. Middle East and North Africa Programme.

Saab, B. (2021). Hezbollah Amid Lebanese Collapse. Lawfare.