Muchos idiomas tienen palabras que pueden
significar cosas muy distintas. En español, por ejemplo, el verbo “contar” se
usa para describir la acción del relato o cuento, pero además para la acción de
enumerar o contabilizar. Da la casualidad (¿o no?) que en hebreo pasa lo mismo
con la raíz de tres letras usada para ambos casos: Samej-Pei-Reish, como
en leSaPeR (contar cuentos) o liSPoR (contar cuentas). Pero, como
no podíamos contentarnos, en hebreo “contamos” con un tercer significado:
cortar el pelo, como en maSPeRá (peluquería) y aún un cuarto, menos
habitual: SFaR (tierras fronterizas).
Por supuesto, de cada una de estas palabras
se derivan muchas más. De contar como relato, tenemos SiPuR (cuento), SeFeR
(libro: la P hebrea es, en realidad, una F acentuada), SiFRiá
(biblioteca), beit SeFeR (literalmente, casa del libro = escuela), SaFRut
(literatura), SoFeR (tanto autor como escriba), SiPoRet (relato
de ficción) o SiPeR (narrativa). Por cierto, la raíz con estos
significados proviene del acadio šipru (se pronuncia shipru),
mensaje escrito, pero ha calado muy hondo; por algo nos llaman “el pueblo del
libro” (am haSeFer).
Por su parte, contar cantidades sirve de base
para formar palabras tan habituales como miSPaR (número), SFiRá
(conteo, como cuando se estipula los días que transcurren desde la segunda
noche de Pesaj hasta llegar a Shavuot), ein SFoR (incontable, infinito,
expresión habitual en la kabalá) o la menos habitual y opuesta a la
anterior niSPaR (contable, cuya cantidad sí se puede definir).
En cuanto a la referencia de la raíz SFR (o
SPR) al corte de pelo, se trata de una palabra originaria del arameo, el hebreo
vulgar que se usó en la redacción de muchos libros teológicos. Aparte del
peluquero y peluquera (SaPaR y SaPaRit, respectivamente), tenemos
hoy día tiSPoRet (peinado) y nada menos que miSPaRayim (tijeras),
lo que nos sugiere que el primer uso que los judíos le dieron a esta
herramienta tenía que ver con el pelo más que con las manualidades o la
confección de ropa).
De la también citada SFaR no hay
muchas derivaciones sino conceptos múltiples (como yishuv sfar,
localidad fronteriza), aunque sí debemos apuntar un quinto significado que no
habíamos anunciado antes, esta vez de origen tan remoto como el sánscrito de la
India: SaFiR, que no es otra cosa que un zafiro. Son cosas del hebreo,
un idioma que conserva huellas tan antiguas, como el apuntado origen
mesopotámico de contar historias, hasta tan modernas y geográficamente
distantes, pasando por el dialecto preferido de los rabinos cuando de cortarse
el pelo se trata (¡que no la barba o los tirabuzones de las patillas!).
Todo lo cual me lleva a pronunciar el
siguiente enunciado en hebreo: “baSFaR bein haSiFRiá vehamaSPerá SoFRím SaFiRím”,
que en castellano dice algo tan lógico como que “en la frontera entre la
biblioteca y la peluquería contaban zafiros”.
Por Jorge Rozemblum
Director de Radio Sefarad
www.radiosefarad.com