Así cayó Gadafi. Por Julián Schvindlerman

 A diez años de la muerte del líder libio

Por Julián Schvindlerman
Autor de Escape hacia la utopía: el Libro Rojo de Mao y el Libro Verde de Gadafi (Biblos)

La rebelión libia se gestó la tarde del 15 de febrero de 2011, cuando siete automóviles del servicio secreto se desplazaron a Benghazi para arrestar al joven y respetado abogado Fathi Terbil. Una muchedumbre salió a reclamar por su liberación y logró su objetivo, sólo para advertir que Terbil fue luego re-arrestado. Un “Día de Furia” fue convocado, hubo concentraciones frente a la Corte de Justicia en Benghazi y ante el Centro para el Estudio del Libro Verde. Cuarteles de la policía fueron incendiados. La gente estaba enojada y pedía por la caída del gobierno, no sólo por reformas. De repente flamearon banderas de la Libia pre-Gadafista. En las paredes de Trípoli aparecieron grafitis que mostraban al líder libio travestido, o dibujado como rata, perro o agente de Norteamérica e Israel, y como espantapájaros en cubos de basura. En Benghazi un dibujo mostraba al líder libio con una Estrella de David. Cuando el periodista Jon Lee Anderson preguntó a jóvenes por el sentido de esa caricatura, le explicaron que “todo el mundo creía que Gadafi era judío”. Ahmed Lebderi, un joven libio, emuló al tunecino Buazizi y se prendió fuego. La atmósfera estaba presta para estallar. Y estalló: en Sirte, Benghazi, Misarata, Derna, Adjabia, Al-Baida, Al-Zawiya, Ras Lanuf, Brega, Zawara, Tubruk y- para espanto de Gadafi- en la propia Trípoli.

Miles de libios fueron asesinados en pocas semanas. Fuerzas del régimen dispararon incluso contra una procesión de más de cuatrocientas personas en camino a un funeral. “La gente que no me ama no merece vivir” sentenció el Coronel. Bloqueó sitios de internet de noticias así como videos de YouTube que mostraban las protestas. Arrestó a blogueros y colaboradores de cadenas de noticias extranjeras como Al-Jazeera y BBC en árabe. Según testimonios de los locales, alrededor de quinientos opositores conocidos fueron arrestados, torturados y la mayoría, ejecutados. Muchos fueron atrapados en la calle, otros en sus casas y hasta sospechosos enfermos fueron sacados de los hospitales. Francotiradores dispararon contra quienes fueron a buscar los cuerpos de los caídos en las calles. En al menos una mezquita, fuerzas leales al gobierno arrojaron gases lacrimógenos y dispararon en su interior. El fiscal de la Corte Criminal Internacional, el argentino Luis Moreno Ocampo, denunció que el gobierno había distribuido Viagra entre sus tropas como parte de una campaña de violaciones masivas. Helicópteros del gobierno que llevaban el símbolo de la Cruz Roja dispararon contra convoyes humanitarios. No parecía haber límite a las atrocidades que Gadafi estaba dispuesto a cometer para salvar su

pellejo. “Los títeres”, aseveró confiado el Coronel en alusión a los revoltosos, “están cayendo como hojas de otoño”. Pero se equivocaba. Tal como observó Andrei Netto en Derribando a Gadafi: En el terreno con los rebeldes libios, no era otoño, sino la primavera árabe.

Tras el bombardeo de la OTAN contra el palacio de Bab al-Aziziya, los sublevados entraron al lugar. Vieron entre otras instalaciones una gran piscina, una peluquería, un gimnasio, un búnker y una red de túneles a prueba de bombas. Demolieron el emblemático monumento del puño dorado atrapando un avión norteamericano, quemaron la famosa carpa beduina del Hermano Líder, decapitaron una estatua de oro de Gadafi, tomaron el carrito de golf y lo manejaron por las calles de Trípoli tocando la bocina. Los rebeldes se llevaron trofeos de allí que luego serían vistos en las calles de Libia. Un periodista relató haber visto a un soldado rebelde portando un fusil Kalashnikov bañado en oro, y a un combatiente vestido con una piel de leopardo forrada en satén verde, sacada del ropero de Gadafi. Alfombras que llevaban su imagen fueron arrojadas al pavimento y pisoteadas. Para octubre Libia estaba en manos de los rebeldes.

Gadafi se escondió en Sirte, su ciudad natal, junto a un gran séquito de leales, entre ellos su hijo Moatassim. Cuando el convoy de cuarenta automóviles partió hacia una aldea desértica, fue detectado por un dron predador piloteado desde un centro de control en Las Vegas y atacado desde el aire por un Mirage francés. Veintiún vehículos fueron incinerados y 95 hombres murieron. Los vidrios del coche que transportaba a Gadafi estallaron y éste quedó herido, pero logró esconderse en una cloaca próxima a la ruta. Encontrado por un grupo rebelde, el Hermano Líder atinó a decir “ustedes son mis hijos” y “muestren piedad” pero al ver que sus palabras no eran escuchadas espetó Haram Aliekum (“que la vergüenza caiga sobre ustedes”). Fue arrojado sobre el capot de una camioneta, golpeado, empalado con una bayoneta y -al grito de Allah uakbar- ejecutado a tiros. Quince minutos habían transcurrido desde que fuera sacado de su escondite. Un miliciano filmó la escena con su celular, a las pocas horas el mundo entero pudo ver los dramáticos instantes finales de Gadafi. Un joven ingeniero del grupo rebelde llamado Umran Ben Shaaban alcanzó fama nacional tras sacarse fotos con una pistola dorada del Hermano Líder. (Esa misma exposición pública lo convirtió en objetivo de tribus enemigas. Menos de un año más tarde moría en un hospital parisino, tras haber padecido un secuestro cruento). Otro miliciano tomó el teléfono satelital de Gadafi, que al momento de su captura estaba hablando con su hija Aysha, y anunció: “Abu shafshufa está muerto” (“el del cabello revuelto” apodo popular de Gadafi). Su cuerpo fue arrastrado por las calles de Sirte y subido a una ambulancia con destino a Misarata. Esta ambulancia chocó y el cadáver fue traspasado a otra ambulancia, la que a su vez pinchó una cubierta, entonces Gadafi fue introducido en una camioneta Land Cruiser. Una vez en Misarata, el cuerpo

magullado del Coronel fue cubierto con una sábana y colgado a modo de trofeo en el congelador de una carnicería al lado del cadáver de su hijo Moatassim. Tras la sórdida exhibición, fue enterrado en una tumba sin nombre en el desierto. Tres días después, el servicio africano de la BBC publicó su testamento: “Si me matasen, quisiera ser enterrado conforme a los rituales musulmanes, con las ropas que lleve puestas al momento de mi muerte, con mi cuerpo no lavado, en el cementerio de Sirte…”.

Así, un mes de octubre una década atrás, el largo y malvado gobierno de Gadafi arribó a su sangrienta y desordenada conclusión.