Recordar es combatir al antisemitismo. Por Claudio Avruj

Se cumple un nuevo aniversario de la llamada Noche de los Cristales Rotos. Un término acuñado en el tiempo, pero que no da cabal dimensión a la tragedia sucedida. Una definición que minimiza la barbarie y ofende así la memoria de las víctimas. Las condena al olvido.

Es que las acciones llevadas a cabo los días 9 y 10 de noviembre de 1938 en Alemania y Austria constituyen el primer progrom organizado por el nazismo en venganza por el asesinato de Ernest Von Rath, tercer secretario de la embajada germana en París, y que produjo un giro crucial en la historia de los judíos.

En efecto, fue la primera experiencia de violencia antisemita en gran escala, generada desde el poder, que abrió el camino para la completa erradicación de los judíos de la vida alemana. Para éstos, en definitiva, significó un agravamiento extraordinario de sus condiciones, y para los jefes nazis implicó el convencimiento que en adelante estarían permitidas todas las brutalidades y excesos.

Una transcripción parcial de las actas secretas de la reunión del Consejo de Ministros convocada por Göring el 12 de noviembre de 1938, señala: “Los informes recibidos de las estaciones de la Policía de Estado ofrecen la siguiente descripción hasta el 11 de noviembre: 815 negocios destruidos, 29 depósitos incendiados, 171 edificios incendiados y derruido, reflejan sólo parcialmente el daño real. Las cifras aquí provistas se ampliarán en gran medida. Se incendiaron 191 sinagogas y otras 79 han sido totalmente demolidas. 30.000 judíos fueron arrestados…”.

El tiempo corroboró luego que las consecuencias fueron mayores: 7000 fueron los negocios destruidos, 91 personas asesinadas y 10.000 murieron mientras estaban encarceladas en los campos de concentración de Dachau, Buchenwald y Sachsenhausen.

Recordar hoy una vez más no es sólo un acto de homenaje.

No puede serlo porque el Holocausto, como dijo Yitzjak Rabin, es parte de nuestras biografías personales, incluso si no estuvimos allí. Es nuestra historia escrita con sangre y fuego.

Por ello recordar es un acto de rebeldía, de compromiso. Es enfrentar con valentía y decisión a quienes hacen gala de su antisemitismo, incluso a aquellos que en nuestro país se disfrazan de nazis pensando que es un juego, y como tal, serán comprendidos y perdonados a la ligera.

Recordar es honrar la memoria y señalar el silencio del Estado cuando el antisemitismo se expresa, porque callar sobre ello no es indiferencia sino complicidad.

Recordar es reafirmar nuestro compromiso con la educación, con la vida en convivencia pacífica. Es ratificar nuestro respeto al pluralismo, nuestra devoción a la libertad.

Recordar es abrazar a los sobrevivientes y agradecerles su lucha. Es tomar su legado de vida y convertirlo en bandera.

Recordar es ser conscientes que falta mucho camino por recorrer para que el antisemitismo y la discriminación sean pasado.

Recordamos porque el antisemitismo no es sólo una amenaza. Convive con nosotros, es uno de los tantos males que anidan en nuestra profunda crisis moral y de valores.

Recordamos porque tenemos una obligación indelegable con el presente y el futuro.


Fuente: La Nación