Es notable
que un mundo que cambia a un ritmo vertiginoso se mantenga de una forma impresionantemente
consistente cuando se trata de los judíos. La llamada “ruptura de la modernidad”
se disuelve cuando se refiere a los judíos.
Hoy en día
todavía se exige a los judíos que sean amables, desinteresados y le hagan al
mundo el necesario favor de desaparecer. Esta exigencia, que gradualmente se ha
convertido en una especie de prerrogativa izquierdista, fue una vez formulada
tanto por Marx como por Hitler. El egoísmo judío, esa cruel insistencia en ser
judíos, es lo que impide que el mundo se convierta en un lugar armonioso.
Esta idea
fue tan poderosa y central en todas las ideologías principales de los siglos XIX
y XX que convenció a muchos judíos, quienes terminaron convirtiéndose en
asimilacionistas que se odiaban a sí mismos y se sentían indignados por su
propia identidad judía, la cual les impedía ser seres humanos. Tras el
establecimiento de Israel este sentimiento se trasfirió al Estado judío, que entonces
se convirtió en el mayor obstáculo para la paz mundial. Se repudia a los
israelíes por su insistencia en tener una soberanía que genera tantos
sufrimientos. No habrá paz mientras haya Israel, es el mensaje. Los activistas
por la paz, la felicidad y la armonía, como Noura Erekat o Peter Beinart, piden
a los israelíes que cumplan desinteresadamente con su último y gracioso deber
de eliminar su soberanía, para que haya paz en la tierra y buena voluntad para
todos los hombres.
Si los
judíos están realmente interesados en la hermandad del hombre, o en la hermandad
feminista de las mujeres, solo tienen que demostrarlo mediante la autonegación,
convirtiéndose en antisionistas. Tienen que sacrificarse en el altar del
humanismo universal. Sí, podemos estar en contra de todo nacionalismo, pero
solo los judíos tienen que sacrificarse como nación. Podemos aplaudir las
cualidades revolucionarias del nacionalismo palestino o árabe, pero solo los
judíos tienen que acatar por completo la exigencia humanista de abandonar el
nacionalismo. "Deja de ser tan judío", se le dijo y se le sigue
diciendo a muchos. Entonces, ¿qué es el antisionismo, sino lo que una vez más
se llamó francamente antisemitismo?
En ninguna
parte esto es más obvio que cuando uno se odia a sí mismo. El “judío no-judío”
de Isaac Deutscher ha sido reemplazado por el judío antisionista, así como el
no-judaísmo fue reemplazado por el antisionismo. Lo que resulta aún más notable
es cómo, cuando se trata de los judíos e Israel, la pretensión salvífica de
todas las ideologías, todas sus afirmaciones grandiosas, ya sean de izquierda o
de derecha, liberales o marxistas, se desvanecen. La salvación que promete la
ideología es solo un narcótico que protege de la realidad a sus creyentes con
una niebla de engaños.
Para
cualquiera que tenga cerebro, está muy claro que el papel social de paria, que
estaba reservado para los judíos, no terminó sino que se trasfirió a Israel.
Todo el odio, incluido el autoodio, fue reorientado hacia él.
Esta moneda
tiene otra cara: como previó una vez Albert Memmi, Israel se está convirtiendo
en el verdadero e indiscutible centro de la identidad judía, y en el marco de
referencia de todos los judíos del mundo que ahora tienen que definirse en
relación con Israel. Esto no quiere decir que Israel esté reemplazando al
judaísmo tradicional, sino que se está convirtiendo en el epítome de los judíos
como pueblo.
Hoy, ya se
trate de un judío o gentil, la relación con Israel es lo que define la relación
de uno con los judíos como pueblo, lo que también explica el antisionismo
gentil y judío. Este es el quid del mundo moderno.
Y lo que
resulta verdadera y devastadoramente desgarrador, de la manera más angustiosa,
es que la identidad nacional palestina no es más que un epifenómeno de todo lo
anterior. No es que muchos palestinos lo sepan, pero simplemente son conductos
inconscientes, aunque tristemente dispuestos, de la guerra contra los judíos.
Si puedo
agregar algo, esta es la corrección histórica más notable en la historia de la
humanidad: el judaísmo se convierte en Israel e Israel se convierte en
judaísmo. El mundo está ahora donde debe estar.
*Educador y analista egipcio radicado en
Washington.
Fuente: Twitter de Hussein Aboubakr. Traducción de
Sami Rozenbaum / Nuevo Mundo Israelita.