La megaobra con la que Israel se blinda contra ataques de la Franja de Gaza

 Israel finalizó la construcción de un imponente obstáculo ubicado en su frontera con la Franja de Gaza, concebido con un objetivo muy claro: poner fin a la amenaza de los túneles cavados por Hamás hacia territorio israelí.

La idea sobre esta necesidad surgió a raíz de la guerra del 2014 durante la cual algunas células armadas de Hamás irrumpieron en territorio israelí por túneles que se originaban en Gaza y además fueron halladas numerosas bocas de túneles junto a localidades civiles, antes de que las células de Hamás alcancen a usarlos.

Hamás y Jihad Islámico habían comenzado ya años antes a cavar túneles que se adentren en territorio israelí.

En el 2006, lograron a través de uno de ellos irrumpir en la zona fronteriza de Kerem Shalom, matar a dos soldados y secuestrar a Guilad Shalit, que estuvo en sus manos en Gaza durante cinco años y medio. Al año siguiente, en junio del 2007, Hamás expulsó por la fuerza a la Autoridad Palestina de Gaza y tomó el poder en la Franja, lo cual acrecentó la amenaza para Israel.

El jefe de Hamás Ismail Haniye dejó en claro las intenciones al declarar el 19 de octubre del 2013: “Miles de combatientes sobre la tierra y miles de combatientes bajo tierra se preparan para la gran batalla para liberar Palestina”.

Cabe señalar que el grupo extremista islámico no reconoce a Israel como Estado soberano. Más de 30 túneles fueron destruidos por Israel durante la guerra del 2014.

Según el teniente coronel Peter Lerner, en aquel momento portavoz militar, la necesidad de destruir los túneles era clarísima: “Hamas tenía un programa, atacar simultáneamente, en forma coordinada, desde varios túneles, con 200 terroristas armados de pies a cabeza, diversas comunidades civiles israelíes aledañas a la frontera”.

Lo imprescindible del obstáculo recién construido, no derivó de gran cantidad de víctimas cobradas por atentados a través de los túneles, sino por el enorme potencial de destrucción que encerraba esa amenaza.

El obstáculo es un sistema protector con varios elementos de defensa.

Foto: 

Ministerio de Defensa de Israel

Pero la amenaza no desapareció. Israel siguió hallando túneles mientras ya había comenzado a construir el obstáculo y a implementar una tecnología de avanzada para detectar los túneles. Más de 20 túneles fueron hallados hasta el 2020, entre ellos el más profundo de todos, con un sofisticado sistema de ventilación, de 2 kilómetros de largo, originado en Khan Yunes al sur de Gaza y con salida en una arboleda del kibutz Kisufim.

En el ejército israelí estiman claramente que era parte de un plan de gran envergadura de Hamás, de enviar comandos de su unidad élite “Nuhba” a irrumpir en varios poblados civiles del sur de Israel.

A todo ello se agregaron siempre las numerosas rondas de escaladas entre Israel, Hamás y Jihad Islámico, desatadas por el lanzamiento de cohetes desde Gaza hacia territorio israelí.

15 escaladas de ese tipo hubo durante los 3 años y medio en los que se trabajó hasta la construcción del obstáculo.

¿De qué se trata la obra que protege a Israel de ataques?

El obstáculo es un sistema protector con varios elementos: un “muro” subterráneo de decenas de metros de profundidad, dotado de alta tecnología-por lo cual lo llaman “una pared inteligente”-, una barrera sofisticada de más de 6 metros de alto y otra que se adentra en el Mediterráneo, además de centrales de control, radares y sensores especiales, todo a lo largo de los 65 kms de la frontera entre ambas partes.

Los trabajos llevaron tres años y medio, requirieron la participación de 1.200 obreros especializados y costaron más de mil millones de dólares.

El Ministro de Defensa de Israel Beni Gantz declaró que el obstáculo “quita a Hamás una de las capacidades que trató de desarrollar y coloca un muro de hierro, sensores y cemento entre la organización terrorista y los residentes del sur de Israel”.
Cabe señalar, sin embargo, que la mayor amenaza de los últimos años sobre el sur, fue la de los cohetes lanzados desde Gaza, que por cierto pasarán por arriba del obstáculo. Pero para la población, saber que el nuevo obstáculo frena la amenaza por tierra tiene un gran valor.

EL TIEMPO consultó al respecto a algunos ciudadanos israelíes residentes en la zona fronteriza muy cercana a Gaza, entre ellos dos de origen colombiano.

Uno de ellos es Haim Levy, llegado de Colombia a comienzos de 1990, quien vive con su esposa y su hijo pequeño en el kibutz (localidad comunitaria) Nir Itzjak, a corta distancia de Gaza. Sus dos hijos mayores también residen en la misma localidad. “La verdad es que esto nos da sí sensación de mayor seguridad, sobre todo la parte del muro que está bajo tierra, pues contra la amenaza de los túneles nos sentíamos con mucha incertidumbre. Cualquier ruido no explicado inmediatamente era sospecha de que ´me están cavando un túnel debajo de mi casa´, y con esta barrera quedamos más tranquilos”.

Ese comentario sobre los ruidos extraños que mucha gente sintió durante años, lo captamos de numerosos residentes de la zona en distintas oportunidades. “Sentimos que algo pasa debajo de nuestros pies”, decían muchos con preocupación.
Pero Haim es consciente de que el nuevo obstáculo no es mágico. “Lamentablemente no es algo que logre atajar ni los misiles ni los globos incendiarios, pero a nivel psicológico sí es de gran ayuda”.

Todo esto, oscilando siempre entre las emergencias y los tiempos de normalidad. “Sabemos que es cuestión de tiempo hasta que Hamás quiera volver a usar a la población civil (de ambos lados de la frontera) para promover sus intereses”, sostiene Haim. “Y por eso el nuevo muro, aunque no soluciona el problema, algo de tranquilidad aporta”.

Quien lo ve en forma un tanto más relativa es Andrea Venegas, llegada hace 12 años de Colombia, casada con el israelí Tomer Glass del kibutz Ein Hashlosha, con quien tienen una pequeña hija, Noya, que está por cumplir cinco años.

Ein Hashlosha es un kibutz ubicado a poco más de 2 kms de la frontera con Gaza. Andrea y Tomer vivieron allí hasta hace tres meses, cuando se mudaron a la ciudad vecina de Sderot.

Si bien allí la amenaza de los túneles es menor que en el kibutz, porque se trata de varios kilómetros más desde la frontera, Andrea tiene claro que viviendo en la zona, lo que ella considera “un paraíso”-por la naturaleza, la gente, la educación y la sensación de comunidad-se puede romper en un instante cuando hay un ataque.

“La verdad es que cuando aún no había formado una familia me sentía segura y protegida por el ejército israelí”, dice a EL TIEMPO”.” Pero desde que tengo una hija, el temor y la impotencia de no poder tener control de la seguridad plena para ella, me ha hecho plantear varias preguntas. ¿Es este realmente un lugar sano para su crecimiento? ¿No le quedarán secuelas emocionales para el futuro?”.

Beny Gantz, ministro de defensa de Israel.

Foto: 

AFP

Cuando de influencia de la situación se trata, Haim Levy comentaba que en la última escalada en el mes de mayo, aunque él y su familia estuvieron solamente 2 días en Nir Itzjak antes de viajar lejos, para poder descansar, “en mi hijo chico se ven las secuelas, especialmente cuando hay ruidos fuertes”. Cada estruendo es captado por residentes de la zona como el impacto de un proyectil. “La primera lluvia de este invierno, al primer trueno preguntó si tenemos que ir al refugio”, cuenta Haim.

Andrea Venegas, de todos modos, considera que las ventajas superan los “contras”.”Esto nos da motivación para seguir adelante”.

Y en esto, para todos, juega un gran papel el hecho que la población siente que el Estado dedica importantes recursos para proteger a su gente.

“Hace 3 años hemos sido fieles testigos de que se inició una barrera terrestre para evitar que terroristas puedan pasar a nuestro terreno”, dice Andrea. “El problema es que si bien es cierto que ahora hay mucho más seguridad. Mi duda es cuál será el siguiente paso, qué otra idea pueden desarrollar del otro lado para pasar a Israel”.

Ruben Friedmann, que vive en Ein Hashlosha tampoco cree que todo esté solucionado, pero se siente más tranquilo. “La finalización de las obras de la barrera en la frontera con Gaza han dado a la gran mayoría de los que vivimos aquí una sensación de alivio”, asegura. “Tenemos la sensación de que se ha disminuido el peligro latente de los túneles que construía Hamás desde Gaza y que a muchos nos hacía temer que súbitamente nos invadan terroristas dentro de nuestras casas, algo que podía ocurrir en cualquier momento”.

Y en su caso, no se trata de nada lejano. En los campos de su propio kibutz fueron descubiertos varios túneles. “La construcción de la barrera fue un gran aliciente e incentivo de tranquilidad tanto para los que vivimos muchos años pegaditos a la frontera , como a familias que han decidido integrarse a nuestros kibutzim”.

De todos modos, considera que para que realmente se llegue a la paz, deben cambiar cosas tanto en Gaza como en Israel.

Merav Cohen, que vive en su mismo kibutz con sus cuatro hijos, se siente ahora más segura ya que “este obstáculo neutralizará la amenaza de los túneles de Hamás que eran un gran peligro para todos nosotros, al igual que el riesgo de infiltraciones de terroristas”. También ella piensa en el desarrollo de la zona y sostiene que al incrementarse la sensación de seguridad de la población “podrá crecer demográficamente y permitir el florecimiento de la región”.

Merav agradece al gobierno y a quienes concretaron en la práctica el proyecto del gran obstáculo, pero pide hacer dos aclaraciones claves. “El obstáculo no puede sustituir la necesidad urgente e imprescindible de hallar una solución que permita a la población a ambos lados de la frontera vivir en paz, seguridad y bienestar”.

De ello, emana su llamado tajante a las autoridades “a hacer todo lo que puedan para hallar una solución a largo plazo al problema de seguridad y de la relación con Gaza ya que mientras eso no se logre, tampoco el recién terminado obstáculo hará posible que vivamos con nuestros hijos una rutina de paz y tranquilidad”.

En este mismo espíritu Andrea Venegas expresa su temor y al mismo tiempo su esperanza: “Temo que el conflicto continúe por años, por siempre, aunque guardo la esperanza de que ambas partes podamos lograr algún día un acuerdo”.

JANA BERIS
Corresponsal de EL TIEMPO
JERUSALÉN