“Tatuajes. Siempre vestidos”

 

“El tatuaje tiene un significado profundo: la superficialidad de la existencia del hombre moderno”.     

         Anthony Daniels. (actor británico, conocido por Star Wars)  

 

Susana Grimberg. Psicoanalista, escritora, ensayista y columnista.

 

 

¿Por qué escribir en el cuerpo?

Hoy, a raíz de la enorme cantidad de gente que se tatúa, decidí acercarme al tema intentando evitar cualquier pre-concepto. De todas maneras, en mi opinión, el tatuaje pone en manifiesto, la dificultad para simbolizar.

Aunque la palabra tatuaje posiblemente provenga del samoano «tátau», que significa marcar o golpear dos veces, se incorpora al español a través del francés: tatouage.

Los tatuajes (siempre son varios) fueron traídos por los marineros que viajaban por el océano Pacífico quienes al encontrar a los samoanos, quedaron fascinados por sus tatuajes y que, por error, tradujeron la palabra «tatau» como tatuaje.

En japonés, la palabra usada para los diseños tradicionales es “irezumi”, inserción de tinta, que también se usa para diseños de origen no japonés.

En español, los entusiastas se refieren a los tatuajes como “tattoos”, o usan el término castellanizado “tatu” (Diccionario de la RAE).

 

Muchos suponen que los tatuajes son un hecho reciente cuando, en realidad, empezó hace miles de años y en culturas bastante distintas.

El origen de la palabra “tatuaje” es desconocido, aunque se supone deriva de la palabra “Ta” del Polinesio "golpear". También alude al proceso de crear un tatuaje por medio del golpeteo de un hueso contra otro sobre la piel con el consiguiente sonido "tau-tau". 

La palabra latina para tatuaje es estigma, "marca hecha con un instrumento afilado", "marca para reconocimiento hecha en la piel de un esclavo o criminal" y "marca de culpabilidad". Los tatuajes más antiguos fueron las momias tatuadas. En 1991 se encontró en un glaciar, a un cazador de la era neolítica que tenía la espalda y rodilla tatuadas.

Antes de que hubiera sido fuera descubierta la momia del cazador, la persona tatuada más antigua fue la sacerdotisa egipcia Amunet, adoradora de Hathor, diosa del amor y la fertilidad, que había vivido en Tebas alrededor del 2000 antes de la era actual y sus tatuajes eran del estilo de los del cazador: lineales y simples, con diseños de puntos y rayas.

En realidad. el tatuaje fue reintroducido en la sociedad occidental por los expedicionarios ingleses dirigidos por el Capitán Cook en su viaje por Tahiti en 1771. Esto explica la asociación entre los tatuajes y los marineros.

La asociación entre tatuajes y delincuencia provino también de Gran Bretaña. Los marineros, que a menudo se embarcaban durante largos períodos de tiempo para evitar a la justicia, fueron fomentando esta costumbre.

No podía ignorar el tatuaje japonés porque el tatuaje era parte de su cultura en el 1.100 a de la era actual y, a medida que pasaba el tiempo, a los delincuentes se les castigaba más a menudo marcándolos con un círculo tatuado en sus brazos.

También había zonas donde se empleaban los tatuajes para determinar las clases sociales denominadas como los “no humanos”: ex convictos, vagabundos, y miembros de la casta más baja como los aldeanos, dedicados a profesiones como enterradores, verdugos, que encuentran su identidad en su exclusión social.

Es interesante saber que los artistas xilógráficos empezaron a tatuar con herramientas que eran utilizadas para imprimir en planchas de madera, como cinceles, gubias y, el maestro tatuador, llegó a ser ensalzado entre los miembros del gremio.

Ellos usaban una técnica basada en lo llamado “tatuaje hecho a mano”, que consistía en perforar suavemente la piel con unas agujas en varas de bambú, dándole la fuerza necesaria con las manos.

Cuando el tatuaje comenzó a consolidarse entre las clases sociales criminales del turbio mundo de Japón, aumentó el personal cualificado para ello, haciéndose así profesionales. Los motivos utilizados eran diseños complejos como tigres, flores, dragones…etc. Fue llamativo que, cuando el gobierno japonés prohibió el tatuaje, sólo sirvió para afianzarlo como un signo de lealtad entre el gremio delincuente. Es de considerar que el rey Jorge de Inglaterra, se llegó a tatuar un dragón en un brazo, durante su visita a Japón cuando era príncipe.

La práctica del tatuaje resurgió con el movimiento hippie, durante los años 60 y 70, motivo por el cual, los hippies lo adoptaron elevándolo a la categoría de arte. Fue ese el motivo por el cual el tatuaje sale de los puertos y se populariza en otros medios.

 

                       La sociedad del espectáculo

En la Argentina, como en muchos países, un número importante de televidentes encendió su ojo hacia aquellos programas que proponen el exhibicionismo de unos pocos y el voyeurismo de la mayoría, sin poder ver nada que los mejore como personas, menos aún que los enriquezca culturalmente. Es que se trata de rechazar toda cultura, palabra que proviene de culto, tomada del latín “cultivar, cuidar, practicar, honrar”.

Mientras que la imagen, por su poder cautivante, produce una cierta parálisis como la que sufre un hipnotizado, simultáneamente, le permite al espectador intervenir espiando con la ventaja de que la televisión es eterna, continua, siempre está. Quiero recordarles que años atrás los niños podían ver los dibujitos animados en las horas apropiadas para hacerlo. Hoy es más difícil (aunque no imposible), poner límites, dado que los dibujitos son “eternos”. Los tatuajes, también. Como la imagen tiene el poder de fascinar, el cuerpo tatuado atrapa la mirada. Cautivos de la imagen, no pueden apartarse de lo que ofrece.

  El tatuaje, específicamente, da cuenta de la primacía de lo imaginario en desmedro de lo simbólico. ¿Por qué digo esto? Porque es por la no puesta en juego de la función paterna, que un joven o un adulto, en lugar de poner en palabras lo que siente o lo que le sucede, de poder simbolizar, de tener un rasgo que lo caracterice y diferencie de otros, intenta hacerlo por la vía del cuerpo mortificándolo, traza ese rasgo en la propia piel en lugar de que una obra de su creación o de su invención, lo distinga.  

La piel, asiento básico de caricias, también puede serlo de maltratos y diversas torturas. Sádicamente ejercidas por otro, pueden ser pedidas desde algún goce masoquista

Es importante considerar que el tatuaje, también el piercing, desde el valor imaginario, aparecen, para algunas personas, como un elemento importante en la vida erótica, como una forma distinta de atraer, de seducir. Lo interesante es que no se trata del cuerpo desnudo que, de alguna manera, los que se imprimen tatuajes, rechazan. Sostengo esto, porque el tatuaje viste el cuerpo, motivo por el cual va al lugar que ocupa la ropa: lo cubre, lo oculta. En el mundo de las apariencias, lo que parecen ser mangas de una camisa, en verdad, es el mismo cuerpo mortificado, vistoso y rechazado al mismo tiempo.

 Insisto: al funcionar el mismo tatuaje como una camisa o un vestido, da cuenta del rechazo por el propio cuerpo e incluso, por la diferencia sexual. La particularidad de esta práctica en la sociedad contemporánea, a diferencia de otras épocas y culturas, es que se presenta cada vez más disociada de todo ritual simbólico.

A mí parecer, tanto el tatuaje como el piercing, revelan, la extraña relación que el sujeto tiene, en nuestro tiempo, con su cuerpo: tiene un cuerpo, pero no lo es y recurre a estos artificios, para poder hacerse de un cuerpo.

Pese a que en los grupos de adolescentes parece favorecer la identificación entre sí, a través de una piel ilustrada, además de sentirse unidos por la dimensión del dolor, el tatuaje obstaculiza una diferencia real, liga a los tatuados por haber agredido el propio cuerpo.     

En su función de mascarada, el maquillaje, ha estado presente a lo largo de la historia. Pero el tatuaje se distingue de la mascarada por constituir una marca inalterable.

 

Quiero concluir con este versículo del Levítico, Capítulo 19 versículo 28:

“Y no haréis rasguños en vuestro cuerpo por un muerto, ni imprimiréis en vosotros señal alguna. Yo D’s”.