El racismo árabe y el Estado judío. Por Khaled Abu Toameh

 Los palestinos y otros árabes están furiosos porque Mansour Abbas -miembro árabe del parlamento israelí, la Knesset, y jefe del Partido de la Lista Unida- ha anunciado que reconoce a Israel como Estado judío.

Muchos palestinos y árabes que definen sus países y sistemas políticos como “árabes” o “islámicos” denuncian a Abbas como “traidor” y “sionista”. Afirman que la idea de un Estado judío es “racista”, pero parecen no pensar lo mismo de los Estados abiertamente islámicos: La República Islámica de Irán, la República Islámica de Afganistán, la República Islámica de Pakistán y la República Islámica de Mauritania.

Si los palestinos, así como los países árabes e islámicos, tachan a Israel de racista porque quiere definirse como Estado judío, entonces ellos también son racistas porque insisten en definirse como “árabes” y “musulmanes”.

Mansour Abbas debería recibir elogios por su reconocimiento público de Israel como Estado judío; en cambio, ha recibido amenazas. Estas provienen de los muchos palestinos y árabes que nunca aceptarán la existencia de Israel o su clasificación como Estado judío.

Israel nació como un Estado judío, esa fue la decisión del pueblo, y seguirá siendo un Estado judío”, dijo Abbas.

Los palestinos argumentan que una de las razones por las que se oponen a la idea de que Israel sea un Estado judío es porque privaría a millones de refugiados palestinos de conseguir un “derecho al retorno”.

Un “derecho de retorno” palestino significa inundar Israel con millones de palestinos, convirtiéndolo en un Estado palestino en el que los judíos vivirían como una minoría bajo un gobierno “árabe” e “islámico”.

Este resultado significaría que los palestinos acabarían teniendo “dos Estados”: uno en Cisjordania, la Franja de Gaza y el este de Jerusalén, y otro que sustituiría a Israel. Sin embargo, los palestinos ya tienen dos miniestados separados: uno en Cisjordania bajo la Autoridad Palestina (AP) y un segundo en la Franja de Gaza, gobernada por Hamás.

La AP fue una de las primeras en oponerse a la idea de reconocer a Israel como Estado judío. En particular, se trata de la misma AP cuyos dirigentes firmaron los Acuerdos de Oslo con Israel a partir de 1993, y siguen argumentando que ya han reconocido el derecho de Israel a existir. También es la misma AP cuyos dirigentes siguen hablando de su deseo de establecer un Estado palestino junto a Israel.

“La Presidencia [de la Autoridad Palestina] expresó su firme rechazo e indignación por las declaraciones del jefe de la Lista Unida, Mansour Abbas, en las que pide al pueblo palestino que reconozca al Estado judío”, dijo la AP en un comunicado.

“Estas declaraciones irresponsables son coherentes con los llamamientos de los extremistas de Israel para desplazar a los palestinos y perjudicar el estatus de la bendita mezquita de Al-Aqsa y la historia del pueblo palestino. Mansour Abbas, con tales declaraciones, sólo se representa a sí mismo y no representa al pueblo palestino. Tales declaraciones contradicen la religión, la historia y el patrimonio palestino”.

La declaración de los dirigentes palestinos es engañosa y contiene una serie de inexactitudes y falsedades.

En primer lugar, Mansour Abbas no “pidió” al pueblo palestino que reconociera a Israel. Simplemente declaró el hecho de que Israel “nació como un Estado judío” y que “seguirá siendo un Estado judío”.

En segundo lugar, no existe ninguna relación entre la aceptación de la identidad judía de Israel y los lugares sagrados islámicos, incluida la mezquita de al-Aqsa en Jerusalén. De hecho, desde 1967, Israel ha permitido que las autoridades religiosas islámicas tengan el control exclusivo de la mezquita y otros lugares sagrados islámicos de Jerusalén.

Sorprendentemente, desde la reunificación de Jerusalén en 1967, la ciudad se ha convertido en un refugio para la convivencia y la revitalización de la expresión religiosa y cultural de todas las confesiones. La libertad de culto en todos los lugares sagrados está garantizada para los fieles de las tres religiones monoteístas.

Según los propios palestinos, 50.000 fieles musulmanes asistieron a las oraciones del viernes en la mezquita de al-Aqsa el 31 de diciembre. ¿Cómo encaja eso, cabe preguntarse, con su afirmación de que aceptar a Israel como Estado judío “perjudicaría el estatus de la bendita mezquita”? Nadie en Israel ha dicho nunca que quiera que los árabes y los musulmanes reconozcan a Israel como Estado judío porque ese paso les negaría el acceso a la mezquita.

Irónicamente, la falsa afirmación de los dirigentes palestinos de que Israel pretende “dañar” la mezquita de al-Aqsa se produjo cuando los palestinos realizaron dos intentos de prender fuego a la Tumba de José en Nablus, sólo porque es frecuentada por fieles judíos. Los intentos, según informan los medios de comunicación palestinos, fueron frustrados en el último momento por las fuerzas de seguridad palestinas.

No era la primera vez que los palestinos atacaban y vandalizaban el lugar. En varias ocasiones, los palestinos también han atacado a los fieles judíos y a los soldados que los custodian.

En tercer lugar, la afirmación de los dirigentes palestinos de que el reconocimiento de Israel como Estado judío “contradice la religión y la historia” debe considerarse en el contexto de la negación por parte de los palestinos de cualquier rastro de judaísmo en Jerusalén. Recientemente, el primer ministro palestino, Mohammad Shtayyeh, ha vuelto a repetir esta afirmación:

“Estamos en las afueras de la capital eterna [Jerusalén], la joya de la corona, el punto donde se unen el cielo y la tierra. Jerusalén tiene antigüedades cananeas, romanas, islámicas y cristianas y es sólo suya, y nadie más tiene huellas en ella”.

Curiosamente, aunque la AP dice que se opone firmemente a la idea de que Israel sea un Estado judío, no tiene ningún problema en definirse como “árabe” e “islámico”.

El artículo 1 de la Ley Básica Palestina (constitución) establece: “Palestina forma parte del gran mundo árabe, y el pueblo palestino forma parte de la nación árabe”.

El artículo 4 de la ley establece: “El Islam es la religión oficial en Palestina. Los principios de la Shari’a islámica serán la fuente principal de la legislación”.

Los palestinos, en resumen, están diciendo que mientras Israel no tiene derecho a llamarse a sí mismo Estado judío, ellos tienen todo el derecho a etiquetar a la Autoridad Palestina como “árabe” e “islámica”.

Hamás, el movimiento islamista palestino que no reconoce el derecho de Israel a existir, también ha denunciado a Mansour Abbas por reconocer a Israel como Estado judío:

“Las declaraciones del miembro de la Knesset israelí [Mansour Abbas], en las que expresó su reconocimiento del llamado Estado judío, no es más que un sesgo flagrante hacia la narrativa sionista, y una clara violación de la posición del consenso nacional palestino que lo rechaza y denuncia.”

Se trata del mismo Hamás cuyo pacto está plagado de antisemitismo manifiesto y de un compromiso con la destrucción de Israel mediante la yihad (guerra santa). Al igual que la Autoridad Palestina, Hamás también quiere establecer un Estado palestino en el que la ley Shari’a sea la fuente de la legislación.

El artículo 11 de los estatutos de Hamás afirma:

“El Movimiento de Resistencia Islámica cree que la tierra de Palestina es un Waqf islámico consagrado para las generaciones futuras hasta el Día del Juicio Final. Esta es la ley que rige la tierra de Palestina en la shari’a islámica y lo mismo ocurre con cualquier tierra que los musulmanes hayan conquistado por la fuerza, porque durante los tiempos de las conquistas [islámicas], los musulmanes consagraron estas tierras a las generaciones musulmanas hasta el Día del Juicio Final”.

El artículo 36 de los estatutos de Hamás establece:

“El Movimiento de Resistencia Islámica adopta el islam como su forma de vida. El islam es su credo y su religión. Quienquiera que adopte el islam como su forma de vida, ya sea una organización, una agrupación, un país o cualquier otro organismo, el movimiento de resistencia islámica se considera sus soldados y nada más”.

No sólo los palestinos consideran el islam como su “forma de vida”. Hay 56 países en los que el islam juega un papel importante. Muchos de ellos son países con el islam como religión estatal.

Las constituciones de varios países árabes, como Egipto, Kuwait, Arabia Saudita, Siria, Túnez, Argelia, Omán y Yemen, los definen como Estados árabes en los que el islam es la religión del Estado.

Sin embargo, esto no ha impedido que los 22 miembros de la Liga Árabe respalden el rechazo de los palestinos a Israel como Estado judío.

Merece la pena considerar la extrema hipocresía de esta situación: los árabes (y los palestinos) continúan con su larga política de definir a sus países como “árabes” e “islámicos”, mientras niegan a Israel el derecho a referirse a sí mismo como lo que siempre ha sido: el Estado judío.

Esto no presagia nada bueno para el proceso de paz que la administración Biden espera reactivar entre los palestinos e Israel.

Quienes se niegan a reconocer a Israel como Estado judío están admitiendo en realidad que no creen en el derecho de Israel a existir.

Fuente: Gatestone Institute