Por Victor
Zajdenberg
Estados Unidos es culpable cuando el 2 de Mayo de 1998 el
Senado ratificó la expansión de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico
Norte) hacia todos los paÃses del este europeo limÃtrofes con una Federación
Rusa debilitada y vulnerable debido a la desintegración económica, polÃtica,
social y militar de la ex Unión Soviética.
MijaÃl Gorbachov (1985-1991), como Secretario General del
Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, habÃa encaminado
una reforma al sistema polÃtico y económico de su paÃs con el famoso proyecto
de la Glasnost (transparencia) y la Perestroika (reestructuración).
Luego de la caÃda del Muro de BerlÃn (1989) y para lograr su
apoyo a la reunificación de Alemania el Canciller Helmut Kohl y los presidentes
de los EE.UU George H. W. Bush y luego Bill Clinton prometieron a Gorbachov que
la OTAN no se acercarÃa a las fronteras de su paÃs. Las naciones del este
europeo, que estuvieron bajo la órbita soviética desde 1945, se estaban
independizando y esta promesa servÃa para apaciguar al enorme Imperio Soviético
con capacidad nuclear que se encontraba peligrosamente confundido.
A fines de 1991 y principios de 1992 comienza la disolución
de la URSS y surge como paÃs sucesor la Federación Rusa, con la presidencia de
Boris Yeltsin. A pesar de las constantes promesas que le hacen a Yeltsin sobre
la no ampliación de la NATO a sus fronteras, en 1999 se unen a la misma
Polonia, HungrÃa y la República Checa. A partir de allà empieza el encierro de
Rusia.
Europa es culpable por haber aceptado la Resolución del
Senado de los EE.UU, la Potencia Hegemónica Unipolar de aquel entonces, sin
observación alguna y sin analizar las consecuencias que podrÃa ocasionar ésta
decisión en las futuras relaciones geopolÃticas con Rusia.
Europa, que siempre vivió bajo el paraguas protector de los
americanos, se envalentonó con esa odisea y consiguió destruir a Yugoeslavia
primero y luego a la eslava Serbia, dividiéndola en pequeños paÃses
maniobrables mediante la táctica de “divide y reinarás”. Inclusive colaboraron
con el desgajamiento de Kosovo, una Provincia históricamente serbia
(1998-1999). El conflicto terminó cuando la aviación de Estados Unidos y sus
aliados de Europa bombardearon a Belgrado, la Capital de Serbia, donde murieron
innumerables civiles, además de destruir la Central eléctrica y los puentes de
la ciudad. Una Rusia debilitada militar y polÃticamente no pudo intervenir en
defensa de Serbia, su aliada eslava de Europa.
Estos mismos factores de poder, integrantes de la NATO,
lloran hoy cÃnicamente con lágrimas de cocodrilo por las mismas barbaridades
que ellos mismos cometieron en Belgrado.
Ucrania es culpable por impulsar obsesivamente su ingreso a
la OTAN conociendo las reacciones que podrÃan despertar en su poderoso vecino
ruso. 30 paÃses integran la NATO (28 europeos más Estados Unidos y Canadá) y
muchos ya rodean a Rusia por el norte, el oeste y el sur. Sabiendo que la
Federación Rusa ya no es la misma que hace 20 años atrás se lanzan como
suicidas a enfrentarse con un paÃs enorme en recursos que actualmente, además
de ser una potencia nuclear, dispone de casi un billón de dólares entre
reservas y fondos; ha formado potentes fuerzas armadas que han derrotado a los
terroristas chechenos, se han establecido en Siria venciendo a los yihadistas
del ISIS y han hecho retroceder de Osetia del Sur y Abjasia al Ejército de
Georgia persiguiéndolos hasta Tiflis, su Capital. ¿Qué necesidad han tenido y
tienen los ucranianos de provocar la destrucción de sus hermosas ciudades, en
especial Kiev?
Rusia también es culpable por haber comenzado una guerra
perjudicial ofensiva sabiendo que, por ser una de las mayores potencias
nucleares del mundo, su seguridad vital y disuasiva estaba protegida, a pesar
de los innecesarios avances geoestratégicos occidentales. Si bien un misil
nuclear de la NATO disparado desde Ucrania llegarÃa en solo 4 minutos a Moscú y
la aniquilarÃa, los misiles nucleares rusos que se lanzarÃan en represalia
podrÃan también destruir todas las ciudades de Europa y asà desaparecerÃan del
mapa. Por ello no se entiende el apuro de Rusia de comenzar una guerra total
contra Ucrania en la cual ya puede verse que el plan “A” ha fallado; la
obstinada Ucrania no se ha rendido. El Ejército ruso ha tenido que desplegar el
plan “B” con consecuencias negativas para todas las partes involucradas y para
el mundo entero.
Conscientes de esta culpabilidad colectiva deberÃan negociar
de inmediato “una solución equilibrada de insatisfacción” como dijo Henry
Kissinger años atrás, agregando que “la polÃtica exterior es sobre todo el arte
de establecer prioridades”. Y la prioridad actual es detener la guerra en
Ucrania.