Mientras la OTAN, Ucrania y Rusia se encuentran inmersos en un conflicto en el que la única solución aceptada posible parece ser la guerra con su secuela de dolor y destrucción, desde las sombras hay otro peligro que acecha a todos por igual: el fantasma del fascismo.
Luego de casi dos meses de conflicto Rusia parece haber optado por una nueva estrategia para alcanzar sus objetivos, pasando a concentrar sus tropas en la región central de Ucrania con el fin de conquistar todo el Donbass y avanzar al mismo tiempo desde Crimea hacia el principal puerto ucraniano del Mar Negro: la ciudad de Odessa.
Este puerto es un objetivo clave en todos los modelos militares rusos, ya que es desde aquí que salen la mayoría de las exportaciones de trigo y los recursos minerales ucranianos. Por tanto, la conquista de esta ciudad resultaría en un golpe mortal a la economía del país. Al mismo tiempo, este avance tiene la intención de producir en Occidente un daño económico que se vería reflejado en más inflación por los aumentos en los costos de estos productos debido a la escasez que se produciría al quedar estos imposibilitados de salir del puerto.
Desde el punto de vista político, Rusia está empeñada en ganar la guerra a fin de limitar la influencia europea sobre territorios que considera cultural y étnicamente suyos, cortando toda influencia occidental, algo que tanto la Iglesia Ortodoxa Rusa como las elites intelectuales del país consideran nocivo y orientado a la destrucción del tejido social tradicionalista ruso (y por ende del país como tal).
Y es que los círculos más nacionalistas rusos piensan que Occidente, le ha declarado la guerra al país con la intención de dividirlo en varios mini-estados, de la misma forma que sucedió en la antigua Yugoslavia y para eso alegan viejas teorías conspirativas que circulaban a principios del siglo XX en los últimos días del reinado del Zar Nicolás II, donde se escuchaban voces desde Estados Unidos que decían que “Rusia debía ser dividida para poder ser manejada por los poderes centrales”.
Paradójicamente hoy en este conflicto, Estados Unidos y Europa están empujando una y otra vez a Ucrania a una autoinmolación en defensa de las virtudes de la libertad y la vida. Impulso que parece provocar todo lo contrario a lo que dice querer alcanzar.
Fuentes de inteligencia consultadas aseguran que analistas del ejército de Estados Unidos utilizando la metodología de recuento de bajas para operaciones especiales de evacuación de no combatientes en zonas guerra (mejor conocida por la sigla NEO), estiman que después de un mes de combates y como consecuencia del uso indiscriminado de artillería, cañones de cohetes y misiles por las partes se ha producido una devastación tal que -luego de haber analizado la cantidad de inmuebles destruidos y los daños visibles en la región que rodea a la Ciudad de Kiev- estiman que el número de muertes de civiles sólo para esta zona oscila entre 15.000 y 25.000.
En su momento explicamos que la población en el Gran Kiev al momento del cerco ruso llegó a ser de 3.600 habitantes por kilómetro cuadrado debido al arribo de más de 3.000.000 de refugiados provenientes de todas partes del país, los que usaban la región como trampolín para poder ir luego al oeste en dirección a Lviv. En su momento dijimos que un bombardeo a esta periferia dispararía la cantidad de bajas civiles.
Mientras que los militares de los EE. UU estiman que se podría hablar de más de 100.000 bajas civiles. Y estos expresan que están seguros de que las autoridades ucranianas publican números bajos de muertos civiles por motivos de moral bélica para que sus soldados no se den por vencidos.
Lamentablemente hoy la diplomacia occidental carece de la más mínima voluntad política para frenar el conflicto ya que sus líderes han planteado que todo debe definirse en el campo de batalla.
Podríamos agregar: a costa de la sangre del pueblo ucraniano.
Lo que hace prever un conflicto que promete ser prolongado, sangriento y que podría derivar en un infierno en suelo europeo con consecuencias que aún son difíciles de vislumbrar.
Por Flavio Goldvaser
Fuente: Nuevo Diario Web