Pésaj. Una fiesta para abrir las puertas. Por Mario E. Cohen

Decía Primo Levi, sobreviviente de Auschwitz, respecto a la pascua hebrea en un hermoso poema:

Y el tiempo invierte su curso, /El hoy fluye hacia el ayer,/ Como un río sin salida ,/Cada uno de nosotros ha sido esclavo en Egipto,/Ha empapado la paja y la arcilla con sudor, / Y cruzado el mar con pies secos./ Tu también extranjero./Este año en temor y vergüenza, /El año que viene en virtud y justicia.

La festividad de la pascua hebrea –que comienza este viernes 15 al anochecer y finaliza el sábado 23- quizás sea la más antigua celebración religiosa en el mundo occidental. Se celebró por primera vez hace apenas unos 3.200 años en el propio Egipto, Mitzraim en hebreo. Y si reparamos en el origen de esta palabra, observamos que Mitzraim tiene relación con la raíz tzar, “angosto”, “ajustado”, “estrecho”; tal era la percepción de la vida hebrea en el país del río Nilo. La libertad implica lo contrario: el liberarse, el ampliarse y abarcar todo el espacio.

Una hermosa costumbre de Pésaj es abrir la puerta y ofrecer que “cualquiera que tenga hambre que venga y coma con nosotros”. Esta hermosa costumbre coincide con la filosofía de Víctor Frankl quien señalaba que la felicidad se obtiene abriendo las puertas hacia afuera, es decir no encerrándonos.

Éste es el origen de la Pascua hebrea (Pésaj, en hebreo) que cada año celebramos los judíos de todo el mundo, recordando aquel suceso de generación en generación, para que se sepa que no descendemos de grandes héroes mitológicos sino “que fuimos esclavos en Egipto” y que se luchó por la conseguida libertad, que debe siempre defenderse.

¿Cómo pudo mantenerse -surge inevitable la pregunta- durante más de tres milenios, y con tantas transformaciones ocurridas, la armazón estructural de esta celebración? Entre las tantas respuestas posibles, ensayemos una: se expresan en Pésaj valores permanentes que son inherentes a toda época y lugar; así, la libertad humana (del individuo y del pueblo), la igualdad del nacido en el país con el nacido en el extranjero (Ex. XII-40), la liberación de los oprimidos, el interés por el sufrimiento humano, la no discriminación.

Agregaba el escritor Moacyr Scliar respecto a la memoria que se ejerce en esta festividad: “Recordamos el hambre, el cansancio, el sudor, la sangre, las lágrimas (de cuando éramos esclavos). Recordamos el desamparo de los oprimidos frente a la arrogancia de los poderosos. Recordamos con alivio: es el pasado. Recordamos con tristeza: es el presente. Todavía existen faraones. Todavía existen esclavos (…).” Y continúa Scliar en esta moderna interpretación del Pésaj: “Pregunta, hijo mío, pregunta todo lo que quieras saber: la duda es el camino hacia el conocimiento. Pero cuando llegues a sabio, procura emplear tu sabiduría en beneficio de los demás. Repártela, como hoy repartimos nuestra matzá (pan sin levadura). Sigue el consejo de nuestros sabios y recuerda la salida de Egipto no sólo en la noche de Pésaj sino en todos los días de tu vida”.

Mario Cohen es Presidente del Centro de Investigación y Difusión de la Cultura Sefardí (CIDICSEF)
Fuente: Valores Religiosos