Fueron 60 horas desde el momento del horrendo crimen en los que la persecución y acoso a los asesinos no conoció tregua hasta el momento de su captura. Los dos terroristas palestinos, que confesaron los crímenes en Elad en el instante en que fueron detenidos, se los veía cansados, hambrientos y sedientos. Estaban ocultos a menos de dos kilómetros del lugar de la tragedia que provocaron, en medio de un arbusto con altos pastizales en medio de una cantera. Las fuerzas de seguridad interior, la policía y unidades especiales del ejército, cerraron el cerco detrás de los asesinos que nunca lograron salir de Israel, tal como se presumía.
Participaron también unidades de perros rastreadores y los propios asesinos llevaron a la policía al lugar donde habían dejado el hacha. La primera pista que permitió la identificación de los mismos -dado que no tenían antecedente alguno- fue el celular de uno de ellos que se le cayó al momento de salir del auto, luego de asesinar a una de sus víctimas al comenzar el raid asesino. Uno de los terroristas tenía heridas en una pierna fruto de la apresurada fuga lo que casi con certeza dificultó la huida. Resultó difícil de digerir ver en una de las fotos a uno de los terroristas esposados fumando un cigarrillo con tranquilidad.
No se trata de un acto de piedad o inocencia, sino una estrategia de los servicios de seguridad para lograr su confianza y que comience a dar la mayor información posible que pueda permitir la frustración de algún otro ataque en preparación.
El operativo de captura terminó pero la oleada de ataques y atentados continuó y afloran varias preguntas ineludibles. ¿Para qué se captura a terroristas con vida? Después de todo tendrán un juicio justo y recibirán cadena perpetua, no sin antes contar con algún abogado estatal o pago indirectamente por el Hamas, para mejorar sus condiciones carcelarias obteniendo beneficios como el uso de celular. ¿Qué les espera en la cárcel? Probablemente islamizarse más por el contacto con otros criminales terroristas aún peores que ellos o Di-s libre serán algún día objeto de intercambio de prisioneros e integrar el panteón de los “héroes islamistas “.
La respuesta a estos interrogantes debería ser la modificación de las leyes por parte de la Knesset para endurecer las penas, llegando incluso a la aplicación de pena de muerte a los asesinos terroristas. Recordemos que en Israel rige la pena de muerte aplicada únicamente en el caso Eichmann. Este tipo de debates surge en la ciudadanía cada vez que se enfrenta una ola terrorista. Los hubo luego de la segunda Intifada, guerra terrorista que en cinco años cobró la vida de más de 1.000 israelíes y 4.000 palestinos (2001 a 2004).
Otra de las preguntas tendrá que ver con la negligencia en el control de los límites territoriales. Muchos de los terroristas llegan de algún poblado cercano a Jenin, luego de pasar algún agujero en la pobre alambrada de seguridad. Es inadmisible que un estado con la tecnología avanzada de Israel tenga una alambrada común con agujeros que separe a palestinos de israelíes. Esos agujeros son utilizados por los trabajadores ilegales pero también por terroristas sedientos de sangre; chacales humanos como los capturados. Es más: no pocos taxistas israelíes trasladan -sin saberlo- a esos potenciales asesinos hasta algún lugar de los hechos.
Desde la ola de atentados, de hace dos meses, el gobierno ha modificado la estrategia. Todas las noches hay intensos operativos policiales en ciudades y aldeas palestinas en los que anidan células del Hamas y otras organizaciones. Los resultados son muy buenos y han sido detenidos decenas de terroristas y colaboradores. La estrategia es adecuada dado que parece impedir la organización de las células, el acopio de armas y les impide planificar atentados al ponerlos en una actitud constantemente defensiva.
Una tercera pregunta tiene que ver con hasta cuando Israel tolerará no solo a los asesinos sino a los que incitan al asesinato, como el del terrorista, Yaea Siniar, líder del Hamas, alguna vez liberado por Israel de su cárcel y ahora instigador desde Gaza.
Por el momento estos interrogantes no tienen respuesta. Como judíos, que aún vivimos en la diáspora, lo que debemos hacer en este luctuoso momento es pedir a Dios por la vida de los heridos de gravedad que se debaten entre la vida y la muerte. Nuestros pedidos deben estar también con las viudas y huérfanos, padres sin hijos, que dejan estos ataques. Esto no es una tragedia de un estado. Es una tragedia del pueblo judío todo y como tal, de la forma que sea, debemos ayudar a esas pobres familias a recomponer sus vidas y superar el terrible precio pagado por ser judíos y vivir en el estado judío renacido.