Un futuro electoral por decidir para Israel


A día de hoy, lo único que está claro en Israel es que de celebrarse elecciones nadie podría formar gobierno. Por un lado, sabemos que el Likud de Netanyahu sería el claro ganador con unos 30-35 escaños aunque también sabemos que una alianza con los partidos religiosos se antoja aún lejos de los 61 diputados necesarios para lograr la investidura. Por el otro, el partido del actual primer ministro (Yesh Atid) parece situarse en segundo lugar a tan solo unos 10 o 15 escaños de los defensores del sionismo revisionista. Lo único que parece claro es que estos dos partidos van a ser los polos sobre los que se construyan las posibles coaliciones y que el papel de sus líderes va a determinar quién gobernará Israel. En el lado del Likud, Netanyahu tendrá que ser capaz de lidiar con un sinfín de enredos judiciales que van a afectar a su imagen como candidato y que, no solo condicionará su apoyo, sino que posiblemente también condicione los pactos el día 2 de noviembre. En el lado de Yesh Atid, el recién llegado primer ministro Yair Lapid tiene un escenario de cuatro meses para hacerse valer como una opción atractiva para los ciudadanos israelíes. Esta opción puede convertirse en un arma de dos filos si el país empieza a hacerse ingobernable como consecuencia del bloqueo político que vive Israel.

Como potencial aliado de Lapid estaría la recién creada coalición entre Kahol Ve Laván (Azul y Blanco) de Benny Gantz y Tikva Hadasha (Nueva Esperanza) Gideon Saar respectivamente. Los primeros sondeos le dan un resultado entre 10 y 15 escaños, aunque esta cifra podría dispararse si logran convencer al ex Jefe del Estado Mayor General Gadi Eizenkot para unirse a sus filas. No podemos olvidar que en Israel la figura de los militares sigue siendo muy respetada en la sociedad, de hecho, el propio Benny Gantz basa su popularidad en su brillante carrera militar. De producirse la incorporación del creador de la doctrina Dahiya (doctrina militar usada contra Hezbollah), la coalición podría rozar los 30 diputados, disputando incluso el liderazgo del bloque al propio Yair Lapid.

Mención especial merece la figura del ex primer ministro Naftali Bennet, quien ha decidido abandonar la política después de liderar el gobierno con tan solo 7 diputados. Su salida no solo acaba con la coalición, sino que además condena a su partido al ostracismo al quedarse, según las encuestas, fuera de la Knesset. Quien parece ser su sucesora, la carismática Ayelet Shaket, no ha sabido aglutinar los apoyos que Bennet logró en el seno de Yamina. Quizás se deba a que Shaket se define como laica lo que le complica mucho el liderazgo de una opción política que se muestra como la heredera del Partido Nacional Religioso.

Otros que serán básicos son los partidos haredim o ultraortodoxos. A día de hoy su apoyo no parece ser suficiente para aupar a Netanyahu a la residencia de la calle Balfour. Este hecho es especialmente grave ya que resulta complicado pensar en unos socios que puedan ser compatibles con los partidos religiosos. De hecho, es necesario recordar que esta sucesión de elecciones que Israel lleva viviendo desde hace unos tres años se originó por la negativa de los haredim a aceptar el reclutamiento forzoso de los estudiantes de las yeshivás (centros de estudio religioso) propuesto por el entonces ministro de defensa Avingdor Liberman. Así pues, si Bibi opta por los haredim deberá renunciar a otras opciones.

Por último, la izquierda no parece estar tampoco en sus mejores momentos. Dejando a un lado la presidencia obtenida por los laboristas hace unos meses, ni HaAvoda (Partido Laborista) ni Meretz aparecen en las encuestas con unos resultados que les hagan relevantes para la formación de gobierno. Si bien en el lado laborista todo apunta a que será Merav Michaeli quien lidere el proyecto, en Meretz su líder Nitzan Horowitz ya ha anunciado que renuncia a la presidencia del partido, lo que probablemente les condenará incluso a peores resultados que los actuales.

La gran incógnita siguen siendo los árabes y sus opciones tras la composición de la Knesset en noviembre. Aunque es cierto que el experimento Bennet-Lapid no ha sido del todo satisfactorio para Raam, no es menos cierto que la posibilidad de un gobierno de Netanyahu que incluyera a los sionistas religiosos podría provocar que los árabes-israelíes decidieron investir a un candidato como Lapid, Gantz o incluso Saar.

Son muchas las incógnitas que habrá que despejar de aquí a noviembre no solo para saber quién se sentará en el sillón de primer ministro, sino también cuánto tiempo durará en el cargo. Como se dice en Israel lo único que nos queda es…rega, rega (esperar).

Fuente: La Razón, España