“Cuando Dios le ordenó construir un arca, se sirvió de la palabra teva
que en hebreo significa arca y palabra: “será gracias a la construcción de la
palabra como sobrevivirás al diluvio”.
Cuento jasídico
mencionado por Elie Wiessel.
“El
arte da al hombre la experiencia de vivir en un mundo donde las cosas son como
deberían ser. Esta experiencia es de crucial importancia para él: Es su
salvavidas psicológico. Dado que la ambición del hombre no tiene límite, dado
que su búsqueda y logro de valores es un proceso que dura toda la vida -y
cuanto más elevados los valores, más dura es la lucha-, el hombre necesita un
momento, una hora, cierto período de tiempo en el cual pueda experimentar el
sentido de su tarea terminada, el sentido de vivir en un Universo donde sus
valores hayan sido exitosamente realizados. Es como un descanso, un momento de
repostar combustible mental hacia nuevos logros. El Arte le da este
combustible, un momento de alegría metafísica, un momento de amor por la
existencia. Como un faro, alzado sobre los oscuros cruces de caminos del mundo,
diciendo "Esto es posible”. Ayn
Rand
A lo
largo de la historia y en cada rincón del mundo, la expresión estética acompañó
las tradiciones y costumbres del pueblo judío. Desde la prohibición del segundo
mandamiento, la construcción del Tabernáculo en el desierto y la designación
del primer artista en el Éxodo, hasta los dilemas de la modernidad, siempre
hubo expresiones artísticas de la experiencia judía. A fines del siglo XIX
historiadores y críticos del arte comenzaron a buscar definiciones del “arte
judío”: un concepto abstracto y difícil de explicar. Se han escrito numerosos
volúmenes tanto sobre el arte judío en sí como sobre su historiografía
Los pintores judíos empezaron a ser
conocidos recién a mediados del Siglo XIX, gracias al movimiento de
Emancipación que se manifestó en Europa, en ese tiempo. Pocos judíos se habían
dedicado a la pintura porque su condición social no les permitía hacerlo
libremente. También, porque la religión prohibía la representación de las
figuras humanas, prohibición que no siempre fue respetada, ni en la antigüedad ni
en la Edad Media por los libros relacionados con los rituales tradicionales.
El Décimo Mandamiento, decretaba que no
debían representarse los dioses con estatuas o las imágenes que se hallaran
bajo los cielos, sobre la tierra o sobre el mar. Este texto recuerda a
que los judíos no debían representar a la imagen de Dios de ninguna manera. Sin
embargo, las Escrituras contienen referencias al arte y a sus ejecutantes. En
Éxodo 31:3- y
Éxodo 35:31-34 se
hallan elogios a favor de los maestros artesanos del Templo: ”los dotó del talento para ejecutar toda esta
obra de artesano, de artista”. Por
otra parte, las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en Israel permitieron
constatar que los judíos de los tiempos antiguos nunca se abstuvieron de
representar imágenes.
Muchos estudiosos impulsaron a los
artistas a hacer abstracción de los preceptos religiosos a riesgo de sufrir el
anatema de los sectores ortodoxos. La corriente por la cual se inclinaron
numerosos artistas que llevó entonces al
fenómeno del expresionismo judío, impulsó un verdadero ímpetu de renovación a
la representación de los símbolos, signos y ritos de la cultura judaica.
Alrededor de 1880 no hubo más de treinta
buenos pintores judíos que trabajaban en Europa pero, duró muy poco tiempo, hasta
la invasión en Europa por las tropas nazis.
Con la llegada de la guerra, las
persecuciones se generalizaron inmediatamente en los países ocupados y el
Holocausto causó la desaparición de numerosos artistas de talento.
Cuando terminó el conflicto la idea de ver
por fin nacer a una escuela judía de pintura se había desvanecido pese al éxito
mundial obtenido por Chagall. Después de su muerte, en el único lugar donde
tuvo lugar un surgimiento artístico equivalente al período anterior a la Shoa,
fue en Israel donde numerosos pintores han tratado a menudo temas vinculados
con las tradiciones del Judaísmo y su folklore.
Para los pintores judíos, el verdadero
comienzo tuvo lugar durante la primera mitad del Siglo XIX cuando se pintaron
retratos y algunos paisajes. De hecho, las prohibiciones en la producción
artística judía, concernían a la representación de imágenes, además de que
varios pintores no judíos, como Rembrandt, doscientos años más tarde habían
realizado los retratos de numerosos rabinos y pintado numerosas escenas del
Antiguo Testamento.
Expatriados a París, Berlín o Viena,
permanecieron unidos por sus afinidades y formaron una comunidad unida
con otros emigrados no judíos como Picasso, Juan Gris o Kandinsky, a quien
admiro profundamente. Es más, algunos cuadros suyos, fueron la portada de un
libr de mi autoría que obtuvo el primer premio
en Narrativa, en el Concurso Nacional e Internacional (2009) organizado
por la Editorial Nuevo Ser.
Retomando lo trabajado anteriormente, cabe
destacar que para los franceses, los judíos continuaron siendo extranjeros y
solamente una minoría llegó a sentirse parte de su nueva patria.
Marc Chagall no fue diferente de esos
artistas aunque adoptó una aproximación diferente en su manera de trabajar. Muy
conocido por sus raíces judías, pintó las escenas que le recordaban su juventud
en el Shetl y durante toda su carrera, su inspiración estuvo largamente ligada
a la Biblia.
Las numerosas comunidades, construyeron
las sinagogas, ricamente decoradas pero, fue la Menorah, cuya existencia se
remonta a los tiempos bíblicos y otros objetos de ritual, como los rimmonim
(adornos de los Rollos de Torá) las copas para el Kidush y los tejidos bordados
que, producidos por artesanos, rivalizaron en audacia artística.
La religión del Libro, rápidamente atraída
por la invención y desarrollo de la imprenta durante los siglos XV y XVI dio
lugar a que numerosas obras fueran impresas, especialmente los libros que
contenían imágenes como las de Esther y la Hagadah de Pesaj entre otros.
Durante un cierto tiempo, los artistas
trataron sobre temas relacionados con sus comunidades pero con el paso de los
años, fueron cada vez más numerosos los que los ignoraron. Se puede observar la
obra de Chagall por una parte y la de Pissarro por la otra, que no pintó nunca
un tema judío en su vida.
Los pintores de origen judío que
ejercieron su talento a fines del siglo XIX no tuvieron en cuenta las
tradiciones judaicas dándole más importancia, en sus obras, a los temas
universales o contemporáneos.
Si bien, la artesanía judía no provocaba
ningún debate, porque ni Martin Buber o el crítico de arte Harold Rosenberg no le
daban ningún lugar de reconocimiento, paradojalmente fueron los nazis los que
durante los años 1930 se encargaron de fustigar la existencia de un arte
específicamente judío calificándolo de «arte degenerado». Instituyendo un verdadero pogrom artístico a través
de toda Alemania, destruyendo las obras de artistas judíos donde se organizaban
las exposiciones, denunciando a los otros artistas no judíos, que también
practicaban ese arte degenerado.
Con la llegada de la Segunda Guerra
Mundial, las persecuciones se generalizaron inmediatamente en los países
ocupados y el Holocausto causó la desaparición de numerosos artistas de
talento. Cuando terminó la guerra, la idea de ver por fin nacer a una escuela
judía de pintura se había desvanecido y eso a pesar del éxito mundial
obtenido por Chagall. Después de su muerte, en el único lugar donde tuvo lugar
un surgimiento artístico equivalente al período anterior a la Shoa, fue en
Israel donde numerosos pintores han tratado a menudo temas vinculados con las
tradiciones del Judaísmo y su folklore.
Quiero concluir con este pensamiento de Saúl
Bellow:
“Sólo
el arte penetra lo que el orgullo, la pasión, la inteligencia y la costumbre
erigen por todas partes: las realidades aparentes de este mundo. Existe otra
realidad, la verdadera, que perdemos de vista. Esa otra realidad siempre nos
está enviando señales, que, sin arte, no podemos recibir.”
Con esta frase proveniente del Talmud:
“El
justo promete poco y realiza mucho. El malvado promete mucho y no realiza ni
siquiera un poco.
Y con esta frase de Ana Frank:
“Nuestras
vidas están formadas por nuestras decisiones. Primero nosotros hacemos nuestras
decisiones. Después nuestras decisiones nos hacen a nosotros.”
Por Susana Grimberg. Psicoanalista, escritora,
ensayista y columnista