Janucá y la fusión nuclear

 Por el Rabino Levi Greenberg de Chabad El Paso, Texas

Publicado en Diario de México

No soy científico ni sigo los últimos avances en la materia, pero cuando el secretario de Energía de Estados Unidos declara que “en palabras simples, este es una de las hazañas científicas más importantes del siglo XXI”, le presto atención. En un cambio refrescante de los titulares sobre turbulencias políticas, desastres naturales y catástrofes provocadas por el hombre, la gran noticia de la semana es que los científicos tuvieron éxito para fusionar dos átomos y producir más energía que la empleada en el proceso.

 

Considerando que la fusión nuclear produjo de forma exitosa la bomba de hidrógeno hace unas décadas, ahora se comprueba que puede emplearse para crear una nueva fuente que produzca energía ilimitada y libre de carbono.

Pese a las advertencias de que la humanidad tiene un largo camino que recorrer antes de que esta innovación impacte nuestros recibos de energía o el medio ambiente, se trata de una noticia importante y relevante. Después de todo, Benjamín Franklin está ligado por siempre con la electricidad, aunque sus experimentos ocurrieron un siglo antes de que la electricidad comenzará a cambiar de manera extraordinaria nuestras vidas. Así que me emociona escucharlo y lo encuentro providencial al enterarme estando tan cerca del festival de Janucá.

 

Al atardecer del domingo 18 de diciembre, judíos de todo el mundo comenzarán a celebrar los ocho días del festival de Janucá encendiendo dos velas en una en un candelabro de nueve brazos llamado menorá.

 

La menorá tradicional está diseñada con ocho flamas –representando ocho noches– ordenas en una fila con el mismo nivel, en tanto que una novena llama –que funciona a modo de guía que enciende el resto y se conoce con shamash– sobresale de las demás. En la primera noche empleamos el shamash para encender una flama de la fila, en la segunda encendemos dos llamas y así sucesivamente, hasta que en la octava noche tenemos las ocho luminarias encendidas además de la guía, el shamash.

 

La festividad conmemora la victoria de un pequeño grupo de judíos sobre un imperio global que conquistó la antigua tierra de Israel hace más de 2 mil años y desató la campaña de persecución religiosa más tiránica que los judíos hubieran vivido hasta entonces.

 

Se posesionaron y desacralizaron el Santo Templo de Jerusalén y con efectividad desmantelaron la vida religiosa organizada del judaísmo. Aunque eran ampliamente superados en número, los fieles macabeos se revelaron contra la ocupación y milagrosamente derrotaron a los invasores.

 

Al momento de sacralizar de nuevo el servicio de encender la menorá de brazos en el Sagrado Templo, se dieron cuenta de que sólo había la dotación suficiente de aceite para encenderlo por una noche.

 

Aunque resurtir el aceite tomaría ocho días, tomaron la decisión de encender la menorá y las flamas permanecieron encendidas, milagrosamente, durante ocho días y ocho noches. En conmemoración, se adoptó la tradición de encender llamas en el aniversario de ese milagro. No solo como un recuerdo del pasado, sino como una lección ilustrativa sobre nuestra habilidad de traer más bondad, moralidad y paz a nuestras propias vidas, comunidades y entorno, aquí y ahora.

 

Aunque el milagro original ocurrió con un candelabro de siete brazos totalmente iluminado, en Janucá nos enfocamos en el mensaje de las llamas y de la historia que nos cuentan. Las llamas han sido siempre el ícono de la energía y la ciencia moderna nos demuestra que incluso una pequeña partícula posee energía. En la primera noche, encendemos apenas la primera llama de la fila para ilustrar cómo una pequeña flama puede expulsar tanta oscuridad. Nos enseña que en un mundo de oscuridad incluso una pequeña buena obra, una explosión de bondad, puede tener grandes consecuencias.

 

Es aquí donde embonan las noticias termonucleares de la semana En la segunda noche, no estamos satisfechos con el impacto de una única flama. La conflagración de bondad de ayer debe resultar en una ganancia de energía positiva y motivarnos a redoblar nuestros esfuerzos para encender dos velas. El patrón continúa hasta que la menorá está encendida por completo, representando un mundo iluminado con claridad divina, con el resultado de paz global y tranquilidad para todos.

 

Y para que no se pregunte usted cómo una pequeña conflagración de bondad importará el día de mañana, recuerde que el hito histórico del que todos hablan ahora fue una conflagración que concluyó en un instante. Pero su impacto perdurará al igual que el de usted.

 

¡Mis mejores deseos para una Janucá dichosa!


Fuente: Semanario Hebrei Jai