Israel aprobó sus presupuestos tras semanas de conflicto interno en el Gobierno por la distribución de partidas y fricción con parte de sus socios ultraortodoxos judíos, que presionaron para obtener más fondos.
La cuentas fueron aprobabas en medio de protestas en la calle y críticas de la oposición, que tachó el plan presupuestario de «destructivo» y como un modo de «extorsión».
Tras horas de debate en el Parlamento (Knéset), el presupuesto de 2023-2024 se validó de madrugada por 64 votos favorables y 56 en contra, entre el malestar de partidos opositores y el movimiento de protestas ciudadanas. Critican que las cuentas prevén destinar más dinero al sector religioso ultraortodoxo, cuyos partidos son parte de la coalición derechista que lidera Benjamin Netanyahu.
Las entidades ciudadanas contra la reforma judicial -que protestan de forma multitudinaria desde enero- movilizaron a miles de personas ayer por la tarde ante la Cámara en Jerusalén y acusaron al Gobierno de «saqueo a las arcas del Estado» por prever más financiación para subsidios a los religiosos.
Según los detractores, esto mantendrá a muchos de ellos sin trabajar y fuera del mercado laboral, mientras aumenta el descontento entre la población secular israelí, que siente que los impuestos que paga al Estado van destinados a la comunidad ultraortodoxa, que aporta mucho menos a nivel fiscal. Más del 50% de hombres religiosos se dedican al estudio religioso, reciben subvenciones estatales y no trabajan.
«Se aprobó el presupuesto más destructivo y peor de la historia de Israel», dijo esta madrugada el jefe de la oposición, Yair Lapid. Según denunció, las cuentas no abordan el alto coste de la vida en Israel «y equivalen a una extorsión interminable».
El presupuesto contempla asignar unos 14.000 millones de shéqueles (3.520 millones de euros) en fondos que en parte irán a entidades y programas ultraortodoxos. Esto se incluye en los pactos de coalición de Netanyahu con las fuerzas que les representan, Shas y Judaísmo Unido de la Torá (JUT).
Estos días, el primer ministro también se vio presionado por Agudat Israel, una de las dos facciones de JUT, que pidió más dinero para el sistema educativo religioso, con escuelas propias y un plan pedagógico que no incluye materias como matemáticas o inglés.
Sus diputados amenazaron con rechazar las cuentas si sus demandas no eran satisfechas y, tras negociaciones, Netanyahu prometió un suplemento añadido para sus escuelas.
Netanyahu también debió pactar una asignación adicional para el Ministerio de Desarrollo del Néguev y Galilea -dos regiones de Israel-, controlado por el partido de extrema derecha Poder Judío, que se negaba a apoyar el presupuesto sin esta condición.
Israel -donde reina la inestabilidad política desde hace tiempo- la tramitación y aprobación de presupuestos ha sido un elemento que generó crisis políticas e incluso hizo caer Gobiernos en el pasado.
El presupuesto se debía aprobar esta vez antes del 29 de mayo. En caso contrario, habría caído el Ejecutivo, se habría disuelto el Parlamento y se habrían convocado nuevos comicios, por lo que su aprobación es un tubo de oxígeno para Netanyahu.
Fuente: EFE y Aurora