El islam subversivo logró introducir a sus «peones» en la Policía de Francia



Los servicios de seguridad del Estado han «neutralizado» y «desarmado» a siete policías próximos al yihadismo terrorista en los últimos veinte días, confirmando las sospechas más graves desde la matanza del día 3 de este mismo mes de octubre, cuando un funcionario convertido al islam mató a cuchilladas a tres policías y una funcionaria en la Prefectura de París, el corazón policial de Francia.

Francia descubría, espantada, que un islamista subversivo, asesino, trabajaba en las oficinas de los servicios de seguridad del Estado, con acceso personal a los ordenadores donde se archivan informaciones confidenciales y «sensibles». El asesino trabajaba en la Prefectura de París desde hacía más de diez años. Y su conversión a un islam radical había pasado desapercibida por los servicios se seguridad.

Por vez primera, en la historia nacional, un musulmán radicalizado cometía un crimen de sangre en el corazón policial de Francia.

Tras la conmoción, el presidente de la República, Emmanuel Macron, ordenó investigaciones de urgencia, con un resultado inquietante: siete policías han sido desarmados y neutralizados, sospechosos de la más inquietante radicalización, en tres semanas cortas.

La investigación sigue su curso. Hay otros cuarenta y ocho policías sospechosos de posible conversión a un islam radical.

Numéricamente, se trata de cifras «irrisorias», sin duda. En Francia (67 millones de habitantes) hay 149.700 policías. Numéricamente, un asesino, siete radicalizados, cincuenta sospechosos… son una «gota de agua», podrida. Pero significativa y grave, cuando el islam francés (entre 5 y 6 millones de musulmanes practicantes) se ha convertido en un problema de inmenso calado.

Respuesta ambigua

La semana pasada, Emmanuel Macron pidió socorro a la jerarquía musulmana frente al islamismo radical, esperando alguna forma de «ayuda». El Consejo francés de culto musulmán (Conseil français du culte musulman, CFCM), instancia «representativa» de los franceses musulmanes, bajo la tutela administrativa del Ministerio del Interior, prometió una «respuesta fuerte». Respuesta finalmente ambigua. La jerarquía religiosa considera indispensable defender «pacíficamente» las convicciones religiosas propias…

«Pacifismo» aleatorio. Esa cuestión se transforma en pólvora incendiaria cuando los musulmanes piadosos son policías, armados, con acceso a los ordenadores de los servicios de seguridad, «armados», así mismo, de una fe ciega, temible.

El asesino que mató a tres policías y una funcionaria en la Prefectura de París, hace tres semanas, estaba considerado como un funcionario «ejemplar, sin problemas», desde hacía muchos años. Hasta que sus convicciones religiosas íntimas lo incitaron a consumar una matanza.

Veinte días cortos de investigación han permitido detectar a siete policías, que han sido desarmados y neutralizados. Todos ellos estaban considerados funcionarios ejemplares. Nadie sospechó de ellos. No se desconocía su sensibilidad religiosa. Pero la jerarquía policial consideraba compatible la piedad musulmana con el cumplimiento de las tareas básicas para la seguridad del estado.

Otros cuarenta y ocho policías, a muy diversos niveles de la jerarquía, están siendo investigados. Se trata, por ahora, de la primera «ronda» de controles tras la matanza del funcionario radicalizado mientras trabajaba en la Prefectura de París, en la región parisina.

¿Hasta donde llega la gangrena de la radicalización en la policía y otros servicios de seguridad? ¿Afecta la radicalización a otros servicios públicos?

Continuos controles

No es un secreto que, desde hace años, los aeropuertos de París detectan regularmente «signos de posible radicalización» entre empleados de muy diversos servicios. Se ha procedido, siempre, a sucesivas «limpiezas». Empresas públicas y seguridad prefieren tratar esas noticias con la máxima «prudencia» con el fin de no provocar «alarmas injustificadas».

Sin embargo, todos los estudios confirman, sistemáticamente, que la opinión pública francesa vive con incertidumbre e inquietud todos los síntomas de crisis multiculturales graves, atizando tensiones mal contenidas, con frecuencia.

El velo islámico continúa suscitando incontables polémicas. El «absentismo» de Macron, intentando evitar un choque frontal con el islam francés (importante, en términos electorales), atiza mucha incertidumbre. Se trata de un problema «multicultural» que viene de lejos. La aparición de policías musulmanes, radicales, hubiese parecido absurda hace poco años. La matanza de la Prefectura de París, el tiroteo contra la mezquita de Bayona, recuerdan que las pústulas podridas pueden estallar de manera tan imprevisible como inquietante.

Más allá de las cifras, en estado bruto, se trata de la revelación de un proceso canceroso: el islam radical y subversivo ha conseguido introducir algunos «peones», podridos y radicalizados, en los servicios de seguridad del Estado.

Fuente: ABC