A propósito del enigmático nexo que une a la ferocidad de los
tiranos con la sensibilidad de los artistas. El lÃder del fascismo italiano
encarna ese misterioso vÃnculo.
Por
Julián Schvindlerman
Perfil - sección El Observador (28/4/2021)
https://www.perfil.com/noticias/elobservador/veta-literaria-del-duce-benito-mussolini.phtml
Un nuevo aniversario de la ejecución y
linchamiento de Benito Mussolini -76 años atrás esta misma semana- podrÃa
convocar a una reflexión sobre su persona polÃtica, su papel en la historia, el
fascismo, las consecuencias de sus acciones y adicionales ángulos de
observación. Dejaré a otros esa tarea, prefiriendo adentrarme en el costado
menos nefasto de su legado: su pasión por las letras.
“En lo concerniente a las palabras”, anotó el
docente de la Universidad de Oxford Richard James Boon Bosworth, “Benito
Mussolini fue un creador fértil”. Aun siendo joven escribió poesÃa, una novela,
un ensayo religioso y una autobiografÃa. Fue singularmente prolÃfico como
redactor de cartas: a su última amante, Claretta Petacci, le envió 318 misivas
en 18 meses (prácticamente una, dÃa por medio). A ella le dijo que habÃa escrito
un poema dedicado a su primer amor, el cual fue musicalizado por la orquesta de
Predappio. También dedicó libros-obituarios a su hermano (Vida de Arnaldo) y a su hijo
(Hablo con Bruno).
Mussolini publicó su primer artÃculo a los
diecinueve años. Fue sobre las matanzas de los armenios en el Imperio Otomano
en el periódico socialista L´Avvenire
dei Lavoratori. Bordeando las primeras dos décadas del siglo XX,
editará o publicará en varios medios italianos: el semanario La Lotta di Classe de
Forli, Avanti! de
Milán, y en esa misma ciudad fundará su propio diario, Il Popolo d´Italia, que
llevará una frase de Napoleón en cada portada: “La revolución es una idea que
obtuvo bayonetas”. En 1943 escribió el ensayo Pensamientos sobre la vida y la polÃtica, que
será publicado póstumamente. Al reseñarlo, Bosworth señaló: “AquÃ, entonces,
estaba la elucubración, mitad envidiosa, mitad contradictoria, mitad formada,
siempre propensa a derivar en la vanidad y la obsesión propia”. Incluso en
fecha tardÃa como 1944, poco antes de su muerte, retomará su perfil de
articulista con columnas en Corriere
della Sera con el seudónimo de “Trotamundos”, las que luego
serán reunidas en un tomo, La
historia de un año: el tiempo del palo y la zanahoria, que
supuestamente vendió 300.000 ejemplares. El prominente empresario de medios
William Randolph Hearst le pagó a Mussolini 1.500 dólares por nota para sus
propias publicaciones.
Su primer ensayo giró a lo largo de 47 páginas
sobre la fe y el ateÃsmo. Titulado Hombre
y divinidad: Dios no existe (1904), nació a partir de una
discusión pública que tuvo con el protestante italiano Alfredo Taglialatela,
durante la cual Mussolini se paró sobre una mesa y desafió a Dios a que lo
matase dentro de los siguientes cinco minutos. Tras sobrevivir puso manos a su
manuscrito. Al rondar los veinte años publicó dos poemas, ya como dictador se
servirá de su talento para hacer propaganda poética. Fijó un dÃa para honrar al
pan y compuso un poema para la ocasión, el cual se imprimió en posters: “Honremos
todos al pan, viva el pan, vamos a hacer una fiesta por el pan”.
Además, Mussolini escribió cuentos breves y
-según su primera biógrafa oficial, y amante, Margarita Sarfatti- también
enhebró una historia completa de la filosofÃa, de la que no sobrevivió el
manuscrito. Aunque sà hay constancia del jornal de filosofÃa que editó entre
1913 y 1914, titulado UtopÃa.
Creó una única novela, Claudia
Particella: La amante del cardenal (Gran novela histórica de la época del
cardenal Carlo Emanuele Madruzzo), publicada en serie en 1910 en el
diario Il Popolo.
Inicia con una escena del cardenal y su amante en un lago: “La seda de su
vestido delineaba la forma pura de su cuerpo, y su rostro blanco acentuadamente
enmarcado por sus trenzas negras. Sus ojos, esclavizados por una pasión
venenosa, estaban cerrados”. En su libro Literatura
del dictador: Una historia de los déspotas a través de su escritura,
el periodista británico Daniel Kalder opinó que “por momentos limita con lo
leÃble por lo menos”.
En 1911 publicó un ensayo de cien páginas al que
denominó El Trentino
visto por un socialista. En 1913 escribió una biografÃa sobre el
mártir religioso medieval de Bohemia, Jan Hus, titulado Giovanni Huss, il verÃdico.
En la segunda década del siglo XX, Mussolini fue enviado al frente de batalla.
Transcribió sus experiencias e impresiones en un libro publicado como Mi diario 1915-1917. Kalder
aquà es más benigno, al presentar al autor como “un observador perspicaz e
incluso poético del horror miserable de la guerra”. En 1928 fue publicada su
autobiografÃa, Mi vida,
en inglés, en los Estados Unidos, en forma de serie en The Sunday Evening Post.
HabÃa sido instigada y traducida por el ex embajador estadounidense en Roma,
Richard Child, un admirador del Duce.
En Italia recién aparecerá en la década del setenta.
En 1932, para celebrar el décimo aniversario del
régimen, coescribió junto a Giovanni Gentile -un filósofo neo-hegeliano que
opinaba que “el fascismo es una forma de socialismo, de hecho, es su forma más
viable”- un tratado sobre el fascismo. Fascismo:
su teorÃa y filosofÃa tenÃa una extensión de menos de
cincuenta páginas, lo que lo deja a uno preguntándose si los autores tuvieron
un gran poder de sÃntesis o si verdaderamente no habÃa mucho por alegar a favor
de esa ideologÃa. Asimismo, Mussolini compuso libretos para óperas en
colaboración con el dramaturgo Giovacchino Forzano. Emergieron asà Campo di maggio, Giulio Cesare y Villafranca. La primera de
ellas fue puesta en escena en Inglaterra, HungrÃa y otras partes. En 1936 fue
adaptada al cine y reseñada por el New
York Times.
Sus reflexiones lo sobrevivieron. A seis año de
su muerte se publicaba en Italia una colección de cuarenta y cuatro tomos sobre
su obra, y al año siguiente un tal Piero Caliandro publicó un libro
supuestamente basado en diálogos de ultratumba con Il Duce, tenebrosamente
denominado Benito
Mussolini sin Fascismo: 12 conversaciones desde el Otro Lado.
Mussolini no fue el único tirano con
inclinaciones artÃsticas. Antes de ser consagrado führer, Adolf Hitler realizó
pinturas paisajistas de autodidacta y cuando tenÃa veinte años se declaró
“escritor” en un formulario ante las autoridades vienesas en 1909. Mobutu Sese
Seko fue editor de diarios antes de llegar al poder en Zaire. Osama bin Laden y
Joseph Stalin escribieron poesÃa, Francisco Franco y Saddam Hussein publicaron
novelas, Fidel Castro gestó ensayos y Kim Jong-il produjo pelÃculas, entre
otras manifestaciones creativas de personajes cuestionables. Es un hecho que
dictadores-artistas han querido cultivar un costado más ameno antes o durante
sus gobiernos catastróficos. Hombres-lÃderes de inquietudes intelectuales que
se atrevieron a transitar su propio y singular derrotero creativo. “El hombre
por dentro es queso derretido” dijo Jean-Paul Sartre, en lo que puede
interpretarse como una metáfora de la sensibilidad humana. En algunos casos, su
literatura consistió en propaganda cruda de gobernantes decididos a bajar lÃnea
o preocupados por su legado. En otros, fue un esfuerzo genuino en trascender artÃsticamente.
A decir de la afamada escritora norteamericana Erica Jong: “Todos tienen
talento. Lo que es raro es el coraje de seguir al talento al lugar oscuro al
que conduce”.
Benito Mussolini se encuentra entre aquellos que
se adentraron demasiado a las tinieblas.
Profesor en
la carrera de relaciones internacionales en la Universidad de Palermo. Su libro
más reciente es “Escape hacia la utopÃa: el libro rojo de Mao y el libro verde
de Gadafi” (Biblos).
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