Tras 75 años de su independencia: Israel se replantea su identidad

Esta semana se cumple el 75 aniversario de la solemne proclamación de David Ben-Gurion de la fundación del Estado judío, el Estado de Israel, en plena lucha por su propia existencia.

Sin embargo, desde aquel día del 14 de mayo de 1948, la sociedad israelí se ha fracturado hasta tal punto que la Declaración de Independencia se ha convertido en un arma en manos de los partidos que la interpretan de forma que se ajuste a su agenda, independientemente de la intención original de sus autores, los líderes del incipiente Estado judío. Por ello ha surgido en Israel un apasionado debate sobre lo que significa ser israelí, cuál es la distinción entre ser israelí y ser judío, qué identidad debe primar y si puede existir o no una sociedad decente para todos sus residentes si Israel se considera la patria judía.

Durante los últimos 75 años, hemos luchado por encontrar respuestas a estos enigmas. Aunque sigamos debatiendo durante los próximos 75 años, sigo pensando que no nos pondremos de acuerdo en nada. Como resultado del malentendido, los sentimientos de animosidad y separación no harán, sino crecer en ambos bandos.

Baal HaSulam, un destacado cabalista y pensador del siglo XX, dijo una vez lo siguiente respecto a la obstinación del pueblo judío: “Ellos [los grupos divididos] creen que al final, el otro bando verá el peligro e inclinará la cabeza y adoptará su opinión”. Y añade: “Sé que, aunque los unamos, uno no se rendirá ante el otro ni siquiera un poco, y ningún peligro interrumpirá a nadie en la realización de su ambición”. A medida que la conversación en Israel se politiza y se vuelve más enconada, estas líneas, publicadas en el ensayo “Exilio y Redención” en la década de 1930, suenan extremadamente ciertas hoy en día.

La Declaración de Independencia debería servir de base, aunque sea necesario introducir algunos cambios. Para los judíos, la creación del Estado de Israel es la realización de un sueño milenario. Sin embargo, habría que hablar del núcleo y el propósito del propio pueblo israelí, más que de las cualidades del Estado.

Nunca podremos justificar la existencia de Israel ante nosotros mismos o ante las naciones si el Estado de Israel sigue basándose en el argumento de que esta es nuestra tierra histórica, que nos fue prometida por Dios, o que no tenemos otro lugar adonde ir porque somos desterrados y exterminados en todas partes. La razón por la que estamos aquí es porque servimos a un bien mayor, que no solo nos beneficia a nosotros, sino a toda la humanidad.

La base del pueblo judío era el amor fraternal, y solo cuando estos lazos se mantienen fuertes se nos reconoce realmente como país. Además, después de alcanzar la meta del amor fraternal, se nos dijo que mostráramos al mundo cómo es la verdadera unidad, sirviendo de “luz a las naciones”.

De hecho, si examinamos el pasado de nuestra nación, veremos que todos nuestros desastres nos sobrevinieron tras prolongados periodos de creciente división y odio hacia nosotros mismos, que continuaron desarrollándose incluso después de que se hiciera evidente que nuestra división nos conduciría a la destrucción. Baal HaSulam lo entendió así cuando dijo: “Ningún peligro interrumpirá a nadie de llevar a cabo su ambición”. Por lo tanto, la prosperidad nacional coincidió con periodos de amplia armonía nacional.

Nuestro destino nacional está en nuestras manos, ya que nuestra prosperidad o adversidad está directamente ligada a la fuerza de nuestra nación en su conjunto. Triunfaremos como nación y como país si optamos por la unión, por muchas luchas que tengamos que atravesar para conseguirlo. Si cedemos una vez más a la discordia, corremos el riesgo de perder de vista la razón de nuestra existencia como nación: servir de ejemplo de coexistencia pacífica. Por ello, la nación se derrumbará y el país se romperá en pedazos.

Israel no depende de la aprobación o la ayuda de ningún otro país. Nuestra capacidad para trabajar juntos y convertirnos en una nación modelo para el resto del mundo es el factor más importante para determinar nuestro éxito o fracaso.


Por Dr. Michael Laitman es un pensador global, un prolífico autor que ha publicado más de 40 libros sobre diversos temas, como asuntos mundiales, economía, educación, antisemitismo y Cábala.

Fuente: Israel Hayom